C i n c o

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—Soy fan de Jane Austen— le dice mamá a Margaret, para acaparar su atención, otra vez, pero como todos estamos sumidos en un silencio dirigimos nuestra mirada hacia ella.

—¿En serio? Yo prefiero a Charlotte Brontë, amé Jane Eyre, sobre todo amé cuando descubrí la trágica vida de Jane, la protagonista, a través de las palabras de Charlotte; sin embargo, también amé como Jane Austen relata Orgullo y Perjuicio. Me fascinó tanto ese libro que me hice la promesa de que, si llegaba a tener un hijo, su segundo nombre sería Darcy.

—¿En serio? — pregunto sin poder contenerme—, ¿A cuál de los dos le puso ese nombre?

—A Russell, por supuesto.

Aguantar la risa nunca había sido tan difícil, más que todo porque sin importar donde esté, si tengo ganas de reír lo hago. Una vez me pasó en el funeral de una tía. Estaban bajando su cuerpo, y me llegó un mensaje del que era mi mejor amigo, me había mandado un chiste malísimo, de esos que son tan malos que solo te provoca reír por horas. Solté la carcajada, sin recordar la muerte de mi tía, justo habían pedido un minuto de silencio. Mamá estaba a mi lado llorando por la muerte de su hermana, juro que no me acordaba, así que le solté el chiste y morí de la risa. Desde ese día mis tíos no me hablan.

Tristemente tuve que aguantarme, pues no quería una situación similar.

—¡Hija, Russell debe ser tu esposo!

Miro a mi mamá desconcertada, no es normal en ella soltar ese tipo de cosas.

—¿EH?

La tensión se siente en el aire. Marcus, Margaret, Russell y yo la miramos desconcertados. Nathan y América no prestan atención. Lucy la mira feliz. Papá casi se desmaya en el acto. Y Virginia la mira con odio, si las miradas mataran...

—Hija, ¿Cuál es tu segundo nombre?

—Elizabeth— respondo—. No entiendo que tiene que ver.

—Me pasó algo similar a Margaret. Cuando supe que estaba embarazada de una niña, decidí llamarte como mi autora favorita y la protagonista de mi libro favorito, por eso te llamas Jane Elizabeth. Y es una maravilla que Russell corriera con tu misma suerte, ¿Casualidad? No lo creo. ¿Destino? Es posible. ¿Ganas de ir al baño? Muchas, con permiso.

Hay un silencio sepulcral en la mesa. Si alguien me hubiera dicho que hoy iba a ser el día más raro de mi vida, no me habría parado de la cama, lo prometo.

—Disculpen el extraño comportamiento de mi madre, ella suele ser un poco más normal.

—No te disculpes, cielo. Al contrario, me parece increíble la idea de Hannah— dice Marcus. Yo que creí que ese hombre era solo seriedad y formalidad.

—¿Verdad que sí?, desde que conozco a esta niña he pensado en esa posibilidad, les veo un futuro juntos.

Situación actual de la mesa: redonda y plana, llena de platos vacíos.

—Para graduarte de payasa solo te faltan los zapatos.

—No empieces, Antonia.

Papá está más blanco que una hoja de papel, apuesto todo el dinero que hay en mi cuenta bancaria a que la tensión se le bajó.

Virginia está furiosa, juro haber visto humo salir de sus orejas y también de sus fosas nasales.

Marcus y Lucy tienen una sonrisa pícara dibujada en sus labios. Margaret se ve ilusionada. América y Nathan volvieron su atención a sus respectivos dispositivos móviles.

Russell se ve tan desconcertado como yo, por la situación tan peculiar.

¿Mamá? Bien gracia, prendió la mecha para retirarse segundos después.

Cinco letras, dos palabras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora