D o s

11 2 0
                                    

—¿Sabes? No es bueno que una mujer tan bonita y con tanto potencial, desperdicie sus domingos con vejestorios.

—¿Qué dices, Lucy? No es ningún desperdicio, me encanta estar con ustedes, y ganarles en el bingo.

Ya vamos de regreso, después de un día de bingo e historias. No me gusta que Lucy diga ese tipo de cosas, me encanta pasar tiempo con ella, es una señora increíble.

—A tu edad mis domingos eran de fiestas, iba con mis amigos a disfrutar la vida, no estaba con una señora mayor jugando bingo.

—Amo pasar el tiempo con ustedes, me enseñan cosas nuevas, y escuchar sus anécdotas es como vivirlas en carne propia. Además, prefiero pasar mi domingo jugando bingo, a estar encerrada en mi casa con la soledad y el hambre.

Nos quedamos calladas, cada una ensimismada en sus pensamientos.

—Ahora que lo pienso, mi nieto también está soltero— Según ella, su nieto es apuesto, y me vería bien con él, cada vez que puede, saca el tema a colación. Me imagino a su nieto como un adolescente, en su plena etapa de la pubertad—. Algún día te lo presentaré, siempre quise ser casamentera.

—Lucy, te he dicho muchas veces que no necesito a nadie a mi lado, soy alguien independiente que no se ata a nadie.

—Ya veremos qué dices cuando te lo presente.

Con ella es imposible discutir, lo mejor que se puede hacer es quedarse callado.

Al llegar al edificio, cada una entra a su hogar correspondiente.

Vuelvo a mi soledad, mi patética soledad. Debo terminar trabajo pendiente para mañana.

—¡Mi niña! — Llama Lucy desde el otro lado de la puerta.

—¿Qué pasó? — Pregunto al abrir.

—Te quería invitar a cenar, tengo visita, y necesito de tu buena compañía, si no es molestia.

—Sabes que jamás serás una molestia— le digo—. Déjame cambiarme y voy.

Rápidamente arreglo mis fachas, si me vieran así en la calle pensarían que soy una vagabunda.

Entro al baño, me cepillo los dientes, recojo mi cabello y me echo agua en la cara.

Niña, tú lo que necesitas es un milagro, ni con cirugía puedes arreglar esa cara.

Antonia, te estás diciendo fea, recuerda que somos la misma persona. Además, estoy bien hermosa.

Con eso logré callarla.

Salgo rápidamente cerrando mi puerta con llave, no queremos que ocurra un robo o algo parecido.

Tengo curiosidad por saber quién es la visita de Lucy, no es por ser mala, pero a ella casi nunca la visitan.

—Abuela, están tocando la puerta— dice desde el otro lado la misma voz de hace unos días. Si usamos la lógica podemos darnos cuenta que es el nieto de Lucy, el problema no es ese, sino que la voz me resulta familiar, como si ya la conociera.

—Mi niña, pasa. Mi nieto vino a visitarnos hoy— recordando la conversación en el auto, logro comprender que es una artimaña de Lucy para emparejarnos, como lo había prometido—. Russell, ven acá, te voy a presentar a mi vecina y acompañante de los juegos de bingo— en ese momento él entra en la sala y tardo unos segundos en notar que es el chico del ascensor—. Russell, ella es Jane. Jane, él es mi guapo nieto del que te hablé.

La muy descarada me guiñó el ojo y se fue, dejándome en un momento muy incómodo.

Su mirada se posa en mi con un toque de molestia que, al segundo, pasa a diversión, como ocurrió en el ascensor. Tiene pintada en sus labios una sonrisa que para mí resulta odiosa, tiene aires de arrogancia.

Cinco letras, dos palabras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora