S e i s

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—Sé que es raro verme por aquí, pero puedes disimular tu sorpresa.

—Disculpe, solo me tomó desprevenida, jamás pensé que usted vendría a este lugar.

—Jane, tutéame, por favor. Ni a mi mamá le hablas de usted y ella si es una señora.

—¡Oye!, más respeto, soy tu madre, yo estoy en el clímax de la juventud.

—El clímax eterno, será.

Lo único que puedo hacer es ver como discuten, sigo anonadada después de la historia de Melina, y de repente se aparece Marcus.

—No es por ofender, usted tiene el mismo derecho que yo de estar aquí, pero ¿A qué vino?

—¿Acaso no puedo venir sin ninguna razón en específico? ¿o debo irme hasta encontrar una razón?

—Bueno... No lo dije con esa intención... O sea... Me refiero...— los balbuceos salen sin control de mi boca y aunque me ordeno pensar claramente, mi cerebro y mi lengua no hacen caso.

—Tranquila, niña— dice y una carcajada brota desde sus cuerdas vocales—. Lo decía en broma— un suspiro de alivio sale sin siquiera poder procesarlo—. Lucy y yo...

—¿CÓMO QUE LUCY, INFELIZ? ¡Se dice: mamá!

—Mamá, ya estoy muy grande para que me hales la oreja— Exclama, frotándose la oreja, que, por cierto, adquirió un color carmesí.

—Qué bueno que me llamas Mamá. Nunca estarás lo suficientemente grande para que yo deje de halarte la oreja— me siento incómoda por esta conversación, admito que es divertido el escenario, pero Marcus me dejó con la duda. Lucy nota mi incomodidad—. Termina de expresar tu idea, mejor.

—Como te decía, cariño. Lucy— ella alza una ceja, amenazándolo—. Quise decir, mamá y yo— aclara rápidamente—, estábamos conversando sobre el día que haríamos paracaidismo, yo propuse que lo hiciéramos hoy, pero ella rápidamente denegó porque es el día que pasa contigo— volteo a ver a Lucy con ternura, es lo más bonito que han hecho por mí—. Cuando surgió tu nombre, recordé la emoción, contenida por el miedo, que tenías por lanzarte de un avión, así que decidimos que hoy ibas a acompañarnos. Claro, solo si aceptas.

—¿Cómo dices?, ¿Qué si acepto? ¡Por favor! Es obvio que mi respuesta sería afirmativa.

—Entonces no perdamos más tiempo— dice Lucy, a leguas se le ve el entusiasmo.

—Quiero despedirme primero, luego los alcanzo, si no es mucha molestia.

—¡Tonterías, Jane! Despídete y nosotros te esperamos en el vehículo.

—¡Jake! — él voltea a verme—. Tus historias siempre serán mis favoritas.

—No sabes lo mucho que aprecio tus palabras y también tu presencia en este lugar. Sobre todo, después de que mis hijos, por los que di todo, me abandonaran aquí, se deshicieron de mí como si fuera poca cosa, pero esa historia me la guardo para otro momento.

—Esperaré con ansias tu historia. Ustedes con sus ocurrencias pintan mi vida de alegría, son un ejemplo que seguir, no lo olvides Jake.

—Anda, hija. Ve a divertirte, yo no me moveré de aquí.

—Adiós, Jake. Nos vemos en una semana, lo prometo.

A veces prometemos cosas que no sabemos si vamos a cumplir. Aunque tengamos las ganas de ejecutar eso que afirmamos hacer, existen momentos que se escapan de nuestras manos. Nunca se sabe qué pasará en el momento que las agujas del reloj marquen el siguiente minuto, no estamos preparados para ese instante. Nadie sabe realmente que pasará. Por esa razón, no se deberían prometer cosas, nunca sabes cuándo vas a fallar, sea intencional o no.

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⏰ Última actualización: Jul 18, 2020 ⏰

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