Capítulo 3: El baúl de las palabras de amor

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"Quien carece de amigos es un desgraciado, mas el corazón del hombre, si no está lleno de prejuicios egoístas, tiene siempre caridad y amor fraternal".

~Mary W. Shelley (1797-1851), "Frankenstein".
(Capítulo 15, fragmento).

Fuera de la entrada de la mansión, el carruaje se detuvo para dejar salir a una joven mujer de cabello ondulado castaño oscuro hasta la altura de los hombros, ojos oceánicos, tez clara como la porcelana y vistiendo un bellísimo vestido de terciopelo rosa pastel; sus labios eran rojos como las amapolas y sus mejillas eran de un melocotón claro, dándole una apariencia perfecta de una mujer aristócrata de una belleza descomunal, pues ella siempre era considerada como una de las damas más hermosas de toda Inglaterra, pero también con un corazón puro y lleno de dulzura y amor maternal.

En sus brazos llevaba un bebé envuelto en una sábana blanca de algodón, mostrándose a una recién nacida de una hermosura angelical en su cabellos de oro, mejillas rosas como los pétalos de una camelia y la piel un poco sonrojada ya que la niña apenas era una recién nacida, durmiendo tranquilamente en el regazo de su madre.

-Bienvenida a casa, señora Scarlet- dijo una de las sirvientas al ver a su ama bajando a casa-. Es bueno saber que usted llegue a tiempo a casa.
-Me alegra también de poder verte, Mary- respondió amablemente Elicia, quien se dejó dar su mano hacia la mucama de cabello rubio y ojos verdes -. ¿Cómo ha estado Remilia?
-La está esperando en la sala familiar, mi lady- aclaró Dorothy al salir a recibir a su señora, pues, desde que nació la ahora hija mayor, se ganó su confianza como amiga y cuando llegó a Londres a la edad de los trece años para poder estudiar y trabajar a la vez con el fin de recaudar dinero para pagar sus estudios a cambio de servirle y ayudarle.
-Dorothy- se alegró Eleonore al ver a su joven institutriz favorita, recibiéndola con el brazo abierto y una sonrisa, a lo que la pelirroja la abrazó con mucho cariño-. Me alegra mucho verte, mi muchacha.
-El gusto es también mío - aceptó la joven, fijando sus iris de esmeralda a la dama.

Dorothy y las tres sirvientas entraron junto con Elicia hacia el portón de la casa, para dar paso a la entrada; la misma consistía en una habitación de gigantesca altura y arquitectura gótica mezclada a la perfección con la victoriana, con algunos cuadros de sus familiares colgados en la pared, aparte de que las cortinas rojas eran abiertas para dejar entrar los finos rayos del Sol; la estatua de un gato antropomórfico vestido de barón y sus pupilas de esmeralda, además de su elegante mirada capaz de atraer hasta la persona más curiosa con su vista y su traje blanco de terciopelo exceptuando una pequeña rosa roja colocada en el lado izquierdo del pecho contrastante al pelaje rubio del felino, fue la primera en recibir a su dueña, ya que era el regalo del padre de Elicia cuando ella se había casado junto con su concubina de una gata blanca de la misma naturaleza de su acompañante vistiendo un precioso vestido azul con detalles morados y un sombrero rosa, siendo ambos amantes inanimados una pareja perfecta.

En la mesa donde se encontraban el barón y su mujer, el florero veneciano de porcelana con rosas rojas, lirios de perla y jacintos de amatista lanzando su exquisito perfume reflejaba el paisaje vespertino de la duquesa; al escuchar que su madre había llegado, Remilia se acercó para saludarla y recibirla con ternura, a pesar de parecerle extraño no ver a su padre, mas pensaba que aún estaba fuera del país participando en la Guerra del Opio.

-Bienvenida a casa, mamá- saludó Remilia al verla llegar a casa-. ¿Cómo has estado?
-De maravilla, dulzura - contestó la dama, para recibir a su querida hija con un abrazo cálido; Remilia siempre era amorosa con su madre y al verla sonreír sentía que estaba viva, de lo contrario, al verla triste o depresiva, parecía no respirar.

Touhou Seibutsudokei~Biological Clock (Remake de Biological Clock/TouhouMaria#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora