¿Alguna vez han sentido que su mundo se derrumba? perdidos en un hoyo negro que por más que avances, parece nunca acabarse, sumidos en la desesperación y la tristeza, estresados por el simple hecho de imaginar que ese podría ser tu fin.
Pues ese es el caso de un bello joven tartamudo de lacios y largos cabellos castañitos, ojitos bambi color miel, labios rojizos cual cereza, piel delicada cual porcelana y cálida sonrisa capaz de convertir el invierno en un caluroso verano. Un bello ser que, lamentablemente, no le tocó ser el punto de admiración, sino de burlas. Era devastadora la manera en la que su bella sonrisa de conejo se desvanecía cuando la gente se burlaba de él y comenzaba a tartamudear, haciendo a los demás carcajear.
Desde la temprana edad de cinco años pudo descubrir cuánta maldad podía habitar en el mundo, y dos años después, pudo experimentar en carne propia la definición completa de depresión. Nunca tuvo amigos, siempre que trataba de llevarse bien con alguien que parecía ser un amor, terminaba siendo un monstruo al burlarse de él, con tan solo pronunciar una sola palabra. Muchas veces intentó hablar bien, pero sus palabras se rehusaban a obedecer y temblaban al salir de su boca.
Incluso su papá le gritaba y golpeaba desde muy niño por no poder hablar bien, por lo que no era sorpresa para las maestras o su madre, encontrar algún moretón o marca roja en su delicada piel lechosa. Al crecer, al castaño ya ni siquiera le importaba dañarse a sí mismo. Se rasguñaba, golpeaba y cortaba cualquier parte de su cuerpo, en especial lugares como brazos, muslos o abdomen, así nadie podría notarlo. Me gustaría poder entrar mucho más en detalles, pero eso sería muy apresurado.
Mejor dejen que la historia se cuente por si sola mientras se toma el tiempo debido.
El nombre de aquél bello ángel es Jeon JeonGguk, y a continuación les contaré la historia de como cayó enamorado de otro joven humano hermoso pero también incomprendido.