— Bueno, esto hay que celebrarlo — dijo mi padre abrazándome y dando me un beso en la mejilla.
— Tienes razón querido — dijo mi madre en tono jovial — nuestra única hija y nuestro orgullo más querido ¡fue aceptada en varias universidades! y no en una cualquiera. Ah no, sino que en las más referentes de este país.
Quería compartir la alegría que mis padres tenían. Quería tener una enorme sonrisa como la de ellos estampadas en la boca, pero no me sentía capaz de eso y de muchas otras cosas que estuvieran relacionadas con felicidad y diversión. De hecho no estaba para nada de sentimientos fuertes a parte de dolor, no en este momento oscuro de mi vida.
— Lo siento no estoy de humor para celebrar — dije agachando la cabeza. Y sintiéndome culpable por sentir lo que siento.
— Hija sabemos cuánto amabas... amas a ese imbécil y entiendo que no es fácil olvidar a alguien que conoces hace muchos años. Mucho menos del que creías que era el hombre de tu vida — dijo mi padre sentándose junto a mi para abrazárme, mi madre hizo lo mismo… eso lograba reconfortarme — Emma, tienes que saber que eres muy joven y que en el momento indicado conocerás al hombre indicado.
— Gracias papá por esas hermosas palabras — dije con una media sonrisa, no queriendo decirle lo que me decía mi subconsciente porque yo sabía que no iba a amar a ningún hombre como lo hice con Liam o al menos eso sentía. Asi que tratando de darles un descanso de verme sufrir haría un esfuerzo por ellos. — Está bien ¿a donde vamos?
— Que les parece ir al Palmer — dijo madre mirándome, obviamente tomando la oportunidad — tu restaurante favorito.
Lastima que no haya sabido lo que eso causaría en mi. El dolor agudo que creí que había disminuido volvió con todo. Senti mis hijos escoser, pero me negué a llorar de nuevo siendo que solo hacia unas horas lo habia hecho.
— No. Mejor vamos a otro restaurante.
En el Palmer tengo muchos recuerdos de Liam, las veces que nos íbamos con nuestros amigos o cuando nos íbamos solos. En definitiva no iba a volver a entrar en ese restaurante en mucho tiempo. Y mis padres debieron entenderlo porque me miraron como si fueran ellos los que tuvieran roto el corazón.
— Está bien Emm pero en algún momento debes dejar de evitarlo — dijo mi padre con tono inflexible, luego se levanto. Mi mama y yo hicimos lo mismo y como la unida familia que eramos nos dirigimos hacia la puerta para salir
Media hora después ya estábamos en un restaurante. Era muy bonito y acogedor, a mi madre le gustaba por la sencillez que tenía. Aunque mis padres provienen de familias con mucho dinero ellos siempre fueron muy sencillos no le gustaban creerse mejor que otras personas, y eso ere una de las cosas que hacía que yo los admirada a ambos ellos son mi ejemplo a seguir.
— Que tal, mucho gusto. Soy Alan y seré su mesero — dijo un hombre de unos veintitantos años que me miraba fijamente. Habíamos elegido sentarmos en una de las mesas cercanas a las enormes ventanas de cristales…
— Mucho gusto — Saludamos en conjunto.
— Que desean ordenar — dijo el mesero ya con una libreta en manos.
— A mí me gustaría, un zumo de frutas y una hamburguesa especial — dijo mi madre con una sonrisa, como ya dije ella no era como esas mujeres que se hacen por ser de una clase social alta, mi madre no es muy exigente. Ella es dulce, educada, buena e inteligente. Como diría mi padre el combo perfecto.
— Yo quisiera, una soda y también una hamburguesa — dijo mi padre mirando a mi madre con amor. Una sonrisa se hace camino a través de todo el dolor y por primera vez en mucho tiempo es una de verdad y todo gracias al amor que vi en esa mirada. Recuerdo que mi padre de niña me contaba cada vez que yo quisiera oírlo de como había sido su primera cita y se que lo que acaban de pedir ellos, era lo que pidieron la primera vez que salieron. A mi padre le había encantado lo sencilla que era mi madre, lo diferente que era en comparación a las otras mujeres de su misma clase social y por ello ambos se enamoraron perdidamente.
