FIRST STRIKE

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Hace casi una semana, una imagen detonó la furia de millones de estadounidenses, como hasta entonces, pocas lo habían hecho. En ella, aparecía un hombre afroamericano esposado, boca abajo en el asfalto, y con la rodilla de un policía firmemente clavada en su cuello.

El ciudadano arrestado era George Floyd. Y la grabación de su detención, que ocurrió el 25 de mayo en Minneapolis, dio la vuelta al mundo.

Durante más de ocho minutos, el agente, identificado como Derek Chauvin, presionó con su pierna el cuello del afroamericano, que inmóvil, luchaba por inhalar bocanadas de aire.

Durante más de ocho minutos, el agente, identificado como Derek Chauvin, presionó con su pierna el cuello del afroamericano, que inmóvil, luchaba por inhalar bocanadas de aire

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"No puedo respirar

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"No puedo respirar. Por favor, dejen que me levante. ¡No puedo respirar!", rogó Floyd.

Las súplicas, en cambio, no sirvieron de nada. Y tampoco los reproches de los testigos, que intentaron ayudar al hombre arrestado. Los elementos del Departamento de Policía de Minneapolis llamaron a una ambulancia, y todo lo que se sabe es que cuando llegaron los paramédicos, la víctima ya había perdido el conocimiento. Floyd murió tras el arresto.

Desde que se publicó en redes sociales la grabación, la imagen de la rodilla apretando el cuello de George Floyd, y su último grito "No puedo respirar" despertaron la indignación de una marea de manifestantes, que todavía hoy se niega a abandonar las calles. Las protestas por el asesinato del hombre de 46 años se propagaron como un incendio por el país, y los disturbios parecen crecer cuanto más aumenta la represión.

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