Capítulo 1

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-Debes ser más rápido Perséfone. Debemos cruzar el umbral antes de que tu madre se dé cuenta de que no estás- instruyó Hermes mientras tiraba de la mano de su amigo para que corriera más rápido- Si Deméter se entera de que te ayudé a escapar, es capaz de enviarme con los titánes en el Tártaro.

-Tengo miedo, Hermes- chilló Perséfone con angustia- Ya no estoy tan seguro de que esta sea una buena idea.

-Ya no hay vuelta atrás, amigo- Hermes sonrió al sentir como su cuerpo cambiaba y se volvía más pesado, lo que indicaba que estaba en su forma humana- Bienvenido al mundo de los humanos.

Perséfone miró a su alrededor, extasiado por todo lo que sus ojos veían. Grandes construcciones rectangulares que no tenían ninguna similitud con los ostentosos palacios del Olimpo, ni con los panteones que había vislumbrado en Grecia la única vez que su madre le había permitido alejarse de su hogar. Luces brillantes de múltiples colores se presentaban ante sus ojos. Extrañas cosas que se movían con gente dentro, y la gente misma, era distinta a la que había visto abajo del Olimpo.

-Esto no se parece en nada a Eleusis, ni a Atenas, ni a ninguna de las ciudades que he visto antes, Hermes- habló Perséfone, mirando con fascinación todas las cosas desconocidas que se presentaban ante él.

Hermes rió al ver los ojos de su amigo brillar con curiosidad todo a su al rededor.- Eso es porque no estamos en Grecia, mi querido amigo.

Perséfone se sobresaltó al escuchar una voz que no reconocía, y, dándose la vuelta para encarar a su amigo, se dio cuenta que quien estaba a su lado era alguien a quien no conocía en absoluto.

-¿Quien eres tú?

El enigmático chico curvó sus labios en una sonrisa felina. Sus ojos eran pequeños y rasgados. No era muy alto, pero sí delgado. No como los héroes que se paseaban por el Olimpo, con cuerpos grandes y musculosos. Su cabello era corto y con flequillo, y sus ropas eran extrañas a ojos de Perséfone.

-¿No me reconoces?- preguntó el muchacho con simpatía, acercándose a Perséfone para tomar sus manos- Soy yo, Hermes.

-¿Hermes?- gritó el joven dios, causando que varios rostros se voltearan en su dirección.

-Shhhh- instó Hermes, llevando uno de sus dedos sobre sus labios- No grites.

Perséfone se encogió de hombros, como cada vez que su madre lo regañaba, y miró al muchacho con ojos apenados- Lo siento.

-No importa- le restó importancia el muchacho- Es comprensible, nunca me había visto con esta apariencia.

-¿Por qué luces tan diferente, Hermes? ¿Por qué todo a nuestro al rededor luce tan diferente?- preguntó Perséfone, parándose frente a una de esas extrañas construcciones que reflejaban los destellos brillantes- Incluso yo luzco diferente.

Hermes se acercó a su amigo e hizo que lo mirara a los ojos- Es porque este mundo es diferente. Aquí el culto a lo divino no es lo primordial.- haciendo que caminaran entre la multitud de gente, siguió con su discurso- No estamos en Grecia, sino en Corea del sur. Específicamente en una ciudad llamada Seúl. El mundo humano es más grande de lo que tú crees, Perséfone.

-¿Y por qué estamos aquí? ¿Quienes son los dioses de estas personas?

-Estamos aquí porque necesitas crecer y explorar el mundo- contestó Hermes con dulzura- Eres un dios muy joven, y tu madre se aprovecha de tu inocencia para mantenerte oculto de cualquier peligro. Excepto del que ella representa para ti.

Perséfone sintió como las lágrimas quemaban en sus ojos, recordando lo furiosa que había estado su madre cuando le había pedido un poco de independencia para recorrer los límites fuera del Olimpo, como los otros dioses lo hacían. El sentimiento de asfixia y pesadez en su pecho debido a la excesiva sobreprotección de su madre lo tenían llorando por todas las esquinas de su hogar.

Inmarcesible  [Chanbaek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora