Abro los ojos lentamente.
Parpadeo confundida por unos segundos, intentando recordar dónde estoy y como he llegado hasta aquí.
Un intenso dolor golpea mi cuerpo, repartiéndose en mis costillas, órganos internos y en mi cabeza. Cierro los ojos con fuerza y me relajo, intentando olvidar y disipar el dolor latente.
Paso mi mirada por las paredes de lo que parece una amplia tienda, pero no consigo adivinar si es de día o de noche. Todo parece estar sumido en una especie de claridad fantasmal, que me permite observar la tienda con detalle.
Intento incorporarme lentamente, apoyándome en mis brazos, sin poner mucho esfuerzo en mi abdomen; y me recuesto con esfuerzo sobre mi almohada. Descubro mi torso completamente vendado, y unas vendas similares alrededor de mi frente.
No escucho nada fuera, y aunque creo que lo más prudente es quedarse y descansar, mi curiosidad me apremia a responder todas las preguntas sin respuesta que bailan en mi cabeza.
Ignorando el dolor punzante, me levanto. Agarro mi chaqueta, que reposa en un intento de mesa, plegable y sobre la que descansan varios utensilios de material médico. Camino soportando el dolor hasta la entrada y salgo.
Observo atónita la noche, tan clara como si de día se tratase. Puedo verlo todo con una precisión y claridad impresionantes.
- "¿Me habré golpeado muy fuerte la cabeza?"
Me pongo la chaqueta sobre el hombro, disfrutando de la brisa nocturna.
- "Definitivamente me he vuelto loca" - sonrío.
La luz de la luna se cuela entre las nubes, saludandome, e invitándome a acompañarla por más tiempo.
Estoy mareada, y mis pensamientos revolotean como las mariposas, impidiéndome pensar con claridad; pero aun así, una idea se cuela entre todas.
- "El río..."
En el bosque, no muy lejos del campamento, hay un riachuelo caudaloso y de agua muy cristalina; y es justamente la idea de ese agua, la que me atrae como a una polilla la luz.
Camino hasta el lindero del bosque en completo silencio, sorteo los árboles y me dirijo al río. Me siento ligera, y mi única meta y deseo se convierte en llegar a la fuente de agua.
Me deslizo entre dos troncos y lo observo con fascinación. El agua cantarina me incita a bañarme, y cedo a sus insinuaciones.
Sin más preámbulos, me sumerjo en la parte más honda del riachuelo, disfrutando de la sensación de el agua sobre mi piel. Me sumerjo bajo el agua y noto como las vendas de mi cabeza se sueltan y flotan, y las veo ser arrastradas por el agua.
Por unos instantes, siento que estoy donde debía.
No sé cuánto tiempo paso sumergida, pero de repente unas manos me agarran de los brazos y tiran de mí con fuerza, sacandome a la superficie. Giro la cabeza bruscamente hacia el responsable, lista para defenderme, pero los ojos preocupados de Nil hacen que me de la risa.
- ¡Joder, Alexis! ¿Como coño has llegado hasta aquí con tres costillas rotas? - lo oigo decir, pero sorprendentemente, todo me resulta muy lejano y acelerado, por lo que no consigo entender del todo lo que dice. Repentinamente, abre sus ojos y me gira por los hombros, quedando de perfil. Lleva una de sus manos detrás de mi oreja - ¿Qué cojones...?
Yo me dejo hacer, sintiendo cada vez más ganas de llorar y añorando volver al agua. Las lágrimas me humedecen los ojos, y Nil comienza a disculparse rápidamente, con frases completamente inconexas e incoherentes para mí.
No entiendo qué está pasando, pero un foco de luz deslumbrante se cuela entre los árboles, y Nil se gira para decir algo.
- ¡Está aquí! - exclama, pero tengo que usar toda mi concentración para entenderlo.
- "¿Quién está aquí?" - pienso, y veo como las luces cegadoras se multiplican.
Cierro los ojos, y siento como Nil pone una chaqueta sobre mis hombros, y me sujeta, de manera que mi peso se reparta entre ambos.
Me sacudo con fuerza, intentando zafarme de él, mientras se apoderan de mí unas irrefrenables ganas de morder su mano.
- ¡Alexis! - oigo mi nombre, proveniente de las luces, y entrecierro los ojos, tratando de ver al responsable.
Añoro el agua... todo era más sencillo allí. Veo como Érica adelanta las luces, y corre hasta donde estamos, y la observo curiosa mientras me sujeta del otro lado las miradas cómplices y preocupadas que se dedican ambos.
- Uhhhh... Ya entiendo. - río, pero una punzada de dolor hace aparecer una mueca de dolor en mi rostro. Lo ignoro. - Que monos
Érica se cohíbe y sorprende, y él solo mira hacia otro lado, algo cohibido también. Ambos comienzan a andar hacia el campamento, cargando conmigo. Veo a más soldados mientras caminamos; resignados y cansados.
Llegamos a el lindero y me sorprendo al ver el sol saliendo, tan deslumbrante que me obliga a cerrar los ojos por su intensidad.
Me siento cada vez más cansada, y lo único que puedo pensar es en que todo esto no hubiera pasado si me hubiera quedado con los demás en el río.