Capítulo 4º

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Despierto de nuevo con un dolor de cabeza muy intenso, gimo por el dolor e intento incorporarme y abrir los ojos.

Una intensa luz me hace cerrarlos de nuevo, haciéndome llorar; mientras que al tratar de levantarme, una punzada en las costillas me tumba de nuevo. Me siento como si me hubieran dado una paliza.

- ¿Ya estás despierta? - pregunta una voz masculina, que no se me hace familiar - Voy a avisar a tus amigos, espera aquí.

- "Como si pudiera ir a alguna parte." - pienso - ¡Espera! ¿Quién eres? - pregunto, y mi voz suena seca y pastosa.

Pasan unos dubitativos segundos, antes de que conteste indiferente.

- No importa. - y diciendo esto, oigo sus pasos alejarse cada vez más.

- "¿Y a ese que le pasa?"

Me relajo en lo que parecen ser unas suaves sábanas, mientras que mi cabeza descansa en una mullida almohada.

- "Podría acostumbrarme a esto..."

- ¡Alexis! - oigo chillar a Érica, quien llega y se detiene a mi lado. - ¿Estás bien? ¿Te duele algo? - exclama preocupada.

- Se ha roto tres costillas ... Está de puta madre - dice el cabo sarcásticamente.

- Estoy bien, pero... ¿podéis apagar la luz brillante? No puedo abrir los ojos... - digo molesta - Y un vaso de agua no estaría mal.

Un silencio inunda el espacio unos instantes.

- ¿Que? - pregunto confundida. - ¿No hay agua? - digo retóricamente.

- Alexis... no hay ninguna luz encendida. - dice el chico desconfiado.

- Seguro que le molesta la claridad, después de todo, lleva 3 días inconsciente. - intenta Érica.

Nos quedamos en silencio y, frustrada, trato de abrir mis ojos de nuevo, viendo nada más que sombras difusas entre parpadeos, lágrimas, y demasiada luz. Resoplo, cada vez más molesta y los cierro.

- Antes de intentarlo de nuevo - dice el chico con tono molesto - ¿No hay nada que quieras contarnos?

Un pesado silencio inunda la sala, y me sorprendo del tono amenazante que ha usado conmigo; casi como tuviera que confesar un delito.

- ¿Hay algo que quiera escuchar de mí? - respondo con el mismo tono amenazante, y el aire se carga con una tensión que casi es palpable.

- Chicos... creo que deberíamos-

- Érica,... - la corto yo. - ¿podrías ser tan amable de ir a buscarme un vaso de agua? - digo, tratando de sonar amable. Escucho los tímidos pasos de Érica mientras se aleja, y unos más pesados acercándose a mi lado.

Intento incorporarme de nuevo, pero otra punzada de dolor me impide hacerlo y me obliga a recostarme. No me doy por vencida, y lo intento otra vez, mordiéndome el labio inferior para no causar ni un solo sonido que pueda advertir el dolor que siento.

Cuando estoy prácticamente sentada, me veo incapaz de sostenerme lo suficiente como para colocar la almohada recta y poder apoyarme en ella, además de no poder mantenerme erguida por mi misma; por lo que termino acostándome de nuevo, frustrada, tensa y muy adolorida.

- Lo he visto. - dice con un tono completamente serio.

- ¿Que? - digo con desagrado. - "Ya estoy lo suficientemente molesta por no poder moverme, como para que venga a hacerme adivinanzas."

- Te he visto - dice enfatizando las palabras. - no necesitas seguir escondiéndolo.- hace una pausa, como pensando qué o cómo decir lo siguiente. - Pero no voy a permitir que te expongas de esa manera... y menos si eso nos pone en peligro a Erica y a mí.

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