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—¡De lo que te perdiste! —chilla Ema con emoción. Aún no prueba su hamburguesa; sigue repasando las fotos que obtuvo anoche de los Millers, pero sobre todo de Joel—. ¡Estaba guapísimo! ¡Hermosísimo!
Mientras la escucho, le doy un mordisco a mi hamburguesa. Ya tenía bastante hambre.
—Aunque la cena fue incomodísima, todo resultó muy bien —agrega.
—¿Incomoda?
—Cierto que aún eres nueva en el trabajo y algo desinteresada por los Millers —dijo, dejando de ver su móvil pero sin soltarlo aún—. Bueno, igual sabes que la familia no se lleva tan bien, ¿no?
Asentí.
—¿Pero, todos?
Hizo una mueca, pensativa.
—Joel parece llevarse bien con sus padres, pero al revés no es tan así. Ya descubriste un poco cómo es él... Algo energético y rebelde —menciono con una pequeña sonrisa tímida, como si recordara algo por dentro. Frunzo el ceño y doy otro mordisco a mi hamburguesa, que ya casi termino—. Eso, por supuesto, lleva a tener conflictos. Y después está Eiden...
Tan pronto dijo ese nombre, su imagen anoche vino a mi mente: cómo su figura se fundía con la nieve y su belleza me recordaba a los príncipes de sensualidad oscura de las novelas de romance y fantasía.
Pero también en cómo, a la vez, irradiaba algo no tan humano. ¿Oh solo fue un pequeño delirio por el cansancio que tenía?
—No se lleva con su madre. Algunos dicen que la razón es que lo abandonó de pequeño en el extranjero para venir a vivir con Pablo —puso una mirada analítica—. Y por lo que vi anoche… puede ser verdad. No cruzó una sola palabra con ella ni con él. El único que intentó que la cena no fuera tan incómoda fue Joel, con su encanto —volvió a sonreír tímidamente.
Bebí un poco de mí jugo y miré por la ventana. Afuera hace frío, y la nieve que cayó por la noche se derritió está mañana, por lo que afuera está todo mojado como si hubiera llovido toda la mañana.
Entonces una vez más el rostro del gemelo de cabello negro regresa a mí menté, como camina... Su expresión. Parpadeo para quitarme esa imagen de la cabeza y me concentró en la cara de espanto que acaba de poner Ema.
—¿Que sucede?
—¡Las fotos! ¡No puede seeeeer! —se levanta de la silla y se tapa la boca con la mano.
La miro más confundida.
—¿De qué hablas? ¿Que fotos?
Se acerca a mi lado y me muestra la pantalla. En todas las fotos que le había sacado a Eiden, y en las que le habían pasado, apareció una mancha blanca en su rostro. Pero solo en las imágenes donde él estaba, y en algunas en las que aparecía cerca de Joel también.