(Capitulo 2)

3.6K 295 8
                                    

Miro nuevamente el reloj de pared y bostezo, arrepentida de haber aceptado hacer horas extras durante estas semanas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Miro nuevamente el reloj de pared y bostezo, arrepentida de haber aceptado hacer horas extras durante estas semanas. Sin embargo, mi situación económica no me dejó muchas alternativas.

La aguja marca las nueve en punto y me quejo por dentro, porque todavía falta una hora y media para que termine mi turno.

—¿Vas a estar toda la noche ahí, sin hacer nada?

Esa voz molesta.

Al darme la vuelta, me encuentro con la cara de fastidio de Hann, la barman y encargada del sector de bebidas.

—Estoy en mi descanso —le aclaré.

Pero eso a ella no parece importarle ni lo más mínimo.

—¿Y te parece un buen momento para tomarlo? —me señala la entrada.

Apretó los labios y miro hacia allí.

La gente sigue amontonándose en una fila que va desde la puerta y dobla por la vereda, completando casi una cuadra y media. En cualquier momento, las mesas ya estarán completas.

—Hoy es un día complicado, así que si puedes no perder el tiempo y ayudar a tus compañeros, te lo agradecería —agrega antes de irse.

¿Pero quién se cree?

Me levanto del asiento y saco mi libreta. No tengo otra opción que obedecer a la favorita para evitar problemas después. Aunque, a estas alturas, mis pies suplican piedad por caminar desde hace horas con estos zapatos.

Tome la orden de varias mesas y luego caminé hasta la ventanilla, donde me recibió Jhosua con una sonrisa.

—Pareces cansada.

—Lo estoy —exclamé, mientras le entrego una copia de la nota de pedidos.

—¿Seguirás haciendo horas extras?

Negué.

—Hoy es el último día —sonreí como si fuera lo mejor que me hubiera pasado.

Su sonrisa ante la noticia pareció debilitarse un poco, y antes de que pudiéramos seguir charlando sobre el tema, Ema nos interrumpió, y, agarrándome del brazo, me llevó hasta el vestuario.

Una vez allí me soltó, saco su celular y la vi escribir algo.

—¿Pero que sucede? —le preguntó con preocupación.

—A que no adivinas quien vendrá a cenar en un rato...

Arrugue el entrecejo.

—¿Pablo y Nix?

Ella dejo de mirar su celular, y concentrándose en mi, lo volvió a guardar.

—¡Casiiii!

Acortó un poco la distancia y antes de decírmelo, observo que no hubiera nadie cerca.

Intenciones © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora