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Me encontraba en un bar, claramente bebiendo hasta olvidarme de todo. Sé que no debería hacerlo, pero ¿a quién le importa?
Nuevamente revisé mi celular y ahí estaban sus fotos, ella como siempre lucía tan preciosa, aún más con ese vestido azul que hace resaltar cada una de sus ardientes curvas. Maldita sea. Todo eso era mío y lo perdí, lo perdí por ser un maldito caliente que no sabe controlarse cuando bebe. Odiaba verla a su lado, odiaba verla al lado de Niall, sé que ella misma me dijo que su relación no iba más allá que amigos pero es que siempre están juntos, tengo celos, porque me encantaría estar en su lugar.
— ¡Otro más!— Le pido al chico que se encontraba preparando una bebida. Él asintió y acercó la botella de tequila para servirla a mi vaso.— ¿Sabes que? dámela toda.— Arrebaté la botella de sus manos para beber directamente de ella.
— Lo único que te traerá eso es una buena resaca, no arreglará tus problemas amigo.— Dice alguien a mi lado.
— Bueno, por el momento me hace olvidarme de ellos.— Levanto la botella. La chica niega con su cabeza.
— ¿Qué problemas puede tener Harry Styles? ¿No te han entregado el traje de Gucci?— Se burló.
— No puedo hablar con desconocidos así que. Claro, lo que tu digas.— Sonrió y hablo con ironía.
— Buen chico. Soy Tara, Tara Marley.— Estiró su mano.
— Ya me conoces.—La estreché.— ¿Qué hace una chica como tu sola en estos lugares?
— ¿Una chica como yo?— Cuestiona elevando una de sus cejas.
— Tu sabes, una chica decente, en un bar.
— No vengo sola, el chico de ahí.— Señaló al moreno que hablaba con el chico encargado de la música.— Es mi novio.
— Genial.— Levanté mi pulgar.
—Venimos con unos amigos, ¿te unes?
— No lo sé, no lo creo.
— Vamos, sirve que sacas a esa perra que rompió tu corazón.— Me guiñó un ojo, yo negué haciendo una mueca.
— No es una perra.
— Entonces, ¿el idiota eres tu?
— Eso creo, no quiero hablar de eso Tara.
— Esta bien vamos, hay un lugar acá en el que estamos todos, te gustará.— Toma mi brazo y me arrastra por el lugar sin esperar a que responda.
Este es el momento en el que me arrepiento de beber tanto y no estar en mis cinco sentidos como para saber por donde voy y así evitar ser secuestrado. Casi suelto un suspiro de alivio cuando llegamos a una terraza, ahí se encuentran unos chicos más o menos de mi edad.
