10.

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Slash comenzó a preocuparse por su mejor amigo cuando notó que pasaron veinticuatro horas y Axl no ha regresado del «doctor». Estaba por tomar su carro y manejar hasta el hospital que habitualmente Axl hace sus chequeos.

Pero cuando se acercó a la manija de la puerta y la jaló hacia dentro, se encontró con Axl. Tiene el cabello grasoso, los ojos algo enrojecidos y su vestuario apestoso. ¿Dónde estuvo?

—Hola —dijo con la voz grave—. Vengo al ensayo.

Slash lo había olvidado, estaba tan preocupado por Axl que no recordó que habían coincidido en tener ensayo dentro de unos minutos.

—Claro, vienes sólo al ensayo, como si no vivieras aquí ¿No? —preguntó Slash algo enojado—. ¿Dónde estabas?

Axl estaba por responder, pero luego cerró sus labios y achinó sus ojos. Torció su rostro desafiándolo y respondió:

—¿Ahora eres mi padre? ¿Qué te importa dónde estaba?

—Claro que me importa dónde estabas, Axl. Un mes atrás me pediste que te proteja, que sea como una especie de «guardián», y tomé el papel en serio.

—Bueno, no deberías.

—¿«No debería»? —sonrió con ironía— Si no fuese por mí, Duff te habría quemado con su café y...

—Y te agradezco por haber hecho lo que cualquier persona normal haría si le hacen bullying a otra —interrumpe Axl, levantando su tono.

Intentó dar un paso adelante para ingresar al penthouse, pero Slash le colocó una mano en el pecho haciéndolo retroceder y respondió:

—Nadie aquí te quiere —escupió—. Y me juego mi relación con mis amigos por defenderte a ti, no puedes venir a...

—Me insultan, me burlan, me avergüenzan frente a otros, me tiran café caliente y quieren golpearme... Y la víctima eres tú porque pierdes tu amistad con ellos por defenderme a mí —largó una carcajada irónica—. ¡Eres una broma, Slash!

—Muy bien, si sientes que lo que hago es mínimo, entonces dejaré de hacerlo —levantó sus hombros y cejas al mismo tiempo—. Dejaré de defenderte y ser tu «guardián».

—Perfecto, porque no te necesito —se cruzó de brazos—. Yo no necesito a nadie.

—Bien.

—Bien.

Axl por fin hizo un paso adelante, y Slash retrocedió a un costado dejándolo pasar. Con respiraciones duras y miradas feas, Axl terminó subiendo hasta su habitación para darse una ducha antes de bajar al subsuelo donde suelen ensayar.

Slash terminó tomando un jarrón y soltarlo con dureza hasta el suelo, haciéndolo explotar.

—Gracias —dijo Matt bajando de las escaleras—. Ahí descansaban las cenizas de mi abuela.

—Lo lamento...

—No, ni que lo digas, odiaba a mi abuela. ¡Ahora las puedo barrer sin sentir culpa!

 ¡Ahora las puedo barrer sin sentir culpa!

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Mi guardián. (Slaxl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora