Capítulo II
Natasha soltó una risita divertida y miró a su amiga con los ojos brillantes. Wanda no pudo más que estremecerse... ella conocía esa mirada; vaya que la conocía muy bien. Cada vez que Nat la miraba así, tenía una travesura planeada para ella. Por regla general los planes de su amiga no terminaban bien y ella no pudo evitar pensar en qué resultaría todo eso, lo que le ocasionó un escalofrío en la espalda.
– Es una cafetería, linda... pero, si pagas un poco más, puedes conseguir entretención por una hora o dos– Wanda casi dejó caer la mandíbula sobre la mesa e hizo el amago de levantarse, pero su amiga la detuvo por la muñeca– Anda, Wanda... necesitas relajarte. Además, ¿hace cuánto que no tienes algo de acción? – la chica se sonrojó y se dejó caer de nuevo en su silla, suspirando.
– Desde Vis, ya sabes– Natasha abrió la boca, escandalizada.
– ¡Eso fue hace más de seis meses! Hoy tendrás acción sí o sí. Vamos, elige... yo invito– Wanda suspiró, sonrojada hasta la base del cabello y dirigió sus ojos discretamente hacia el chico de la barra una vez más. Él parecía ajeno a lo que pasaba a su alrededor, concentrado en lo suyo.
Y, sin embargo, estaba muy pendiente de las recién llegadas. Sus ojos grises habían caído en la castaña desde el primer momento en que ella pisó el establecimiento. A diferencia de los demás, él no trabajaba atendiendo a las clientas, su trabajo consistía en atender la barra y nada más. Se lo habían pedido muchas veces, pero él siempre se había negado. No le interesaba el sexo sin compromiso, de eso había tenido bastante. Él quería ganar dinero para costear su carrera y ya, era todo lo que lo ataba a ese lugar. Ah, y su amistad con Steve, por supuesto. Había sido el rubio el que le había conseguido ese empleo cuando se enteró que no podía seguir costeando su educación.
Su única condición había sido esa: que no lo obligaran a dormir con las clientas. Descontando eso, la paga no era mala y había conocido a gente muy interesante. Le gustaba su empleo... y ahora que ella había aparecido en la escena, le gustaba aún más. Con el corazón latiendo a tope, siguió trabajando, pretendiendo no mirarla, como si ella no estuviera ahí. Vio a la pelirroja que la acompañaba (y que era cliente asidua de Steve) llamar al chico rubio y apuntarlo a él con una sonrisa. Bucky estuvo a punto de dejar caer la copa que estaba secando, pero logró recomponerse y fingió indiferencia mientras su amigo se le acercaba, con un gesto contrariado en el rostro.
– Hey, Buck...– llamó tentativamente, esperando recibir la misma respuesta de siempre.
– ¿Qué hay, punk? – preguntó, sonriéndole tranquilamente.
– Mh, eh... viste llegar a Natasha, ¿verdad? – los nervios de Steve lo divertían de sobremanera.
– Ah, claro que sí. ¿Subirás con ella? ¿Quieres que te cubra en la puerta?
– No, no es eso... ¿viste a su amiga? ¿La castaña? – Bucky la miró de reojo y la vio sonrojándose de un modo tan dulce cuando sus ojos se cruzaron que no pudo evitar sonreír.