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Después de dos horas aburridas en el club, teniendo que aguantar de vez en cuando algún acercamiento un poco empalagoso por parte de Fai, llegó a casa con ganas de tumbarse en la cama y jamás levantarse. Había sido demasiado para su cabeza: deberes, exposiciones, la banda y lo de Zen... el último era sin dudas el que más peso psicológico tenía sobre él. Tampoco había podido ver a Zon así que estaba algo triste; como el mejor futuro novio que quería ser tendría que estarle dando todo el apoyo que necesitara, pero tampoco quería que este viera el estado de su ojo.

—¡Por dios, Sai! ¿Qué te pasó? — Lástima que tampoco hubiera forma de no preocupar a su madre. Quería evitar a toda costa cruzarse con ella, pero le fue imposible cuando descubrió que iba saliendo hacia el jardín a sacar al conejo de la jaula, fue ahí cuando lo vio.

—N-nada mamá. — Se puso nervioso; en su cabeza tenía que hallar una mentira de lo más creíble. — No te preocupes, estaba... jugando con unos amigos y a uno se le escapó fuerza de más.

—A veces los chicos pueden ser tan salvajes. Pero ya no tienen cinco años, deja de jugar de esa manera, ¿quieres cariño? — Suspiró llevando una mano hacia el rostro de su hijo para acariciarlo suavemente.

—Sí mamá, no lo haré otra vez. — Sonrió.

—Más bien yo diría que a ese amigo tuyo no le caes muy bien. — Rió su hermano que al parecer estaba detrás de su madre.

Saifah solo atinó a hacerle muecas para que cerrara la boca y así su madre no descubriese que había tenido una pequeña pelea. Sabía que su hermano no iba a ser tan ingenuo como para tragarse una mentir como esa; ambos habían heredado la astucia de su padre.

—Me voy a mi cuarto. — Fue lo último que dijo antes de dejar a su madre y hermano en la entrada de la casa.

Se quejó y acurrucó junto a un peluche que medía por lo menos la mitad de lo que él lo hacía. Colocó los audífonos en sus oídos y cómo no, puso la canción que lo relajaba en todo momento, la mejor de todas, la que servía como canción de cuna, la que no podía dejar de tocar en su guitarra cada que podía.

—Una noche más, eterna se va en el tiempo... y el amanecer suspira por nuestro encuentro... — Cantó susurrante y somnoliento. Había logrado su cometido: quedarse dormido. Pero no le duró demasiado, de hecho tan solo durmió una hora porque su hermano tuvo que ir a despertarlo para ir a cenar.

Cuando terminó de comer se despidió de sus padres, se lavó los dientes y tomó una ducha; estaba en perfectas condiciones para hacer su trabajo para la clase de física. Antes de tomar un lápiz y escribir su nombre sobre el taller de ejercicios, su teléfono vibró sobre la cama y tuvo que levantarse para contestar.

—¡Zon! — Respondió entusiasmado. — ¿Qué ocurre?

—Pues... tengo que contarte algo muy importante que me ocurrió después del trabajo. — Explicó feliz. — Cuando hablé con Natee al terminar mi clase, este se fue sin darme ninguna respuesta. Pensé que ese sería el final de todo, pero apareció en la cafetería justo cuando estábamos cerrando y me llevó a casa de Zen. Todo se sentía de película — rió — porque al llegar, Tee tocó a la puerta varias veces y cuando Zen por fin abrió, Tee me empujó adentro, él me siguió y cerró la puerta de un solo golpe y ¡baam! Todo era silencio. Zen se veía muy molesto con Tee.

—¿En... entonces? Joder. — Dejó escapar la última palabra. Había quedado pasmado y sin ceer nada de lo que Zon le estaba contando. Pero si Zon sonaba tranquilo, más bien entusiasmado, solo podía significar una cosa.

—Fui capaz de decirle cómo esque se dio toda nuestra situación. — Lo escuchó decir feliz. — Y al final... nos perdonó.

—¿Nos? ¿A mí también? — Preguntó para nada convencido.

Lovely Reality [Mii2/SaifahZon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora