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-Las flores son preciosas, ¿no es así cariño? - le comentó uno de los clientes más fieles de Samuel a la chica que se encontraba a su lado, por supuesto que esta estuvo de acuerdo dado que asistían a tal florería todos los días. Cualquier persona cercana a ese puesto era encantada por tal lugar; los precios, los tratos y la dedicación tan detallada que le ponían a cada uno de los arreglos era lo que más llamaba la atención de cualquier persona.

El día de hoy era un bellísimo viernes para el encargado del establecimiento, Samuel de Luque estaba algo emocionado ya que vería de nuevo a ese misterioso chico el cual todos los viernes en la noche iba a sentarse frente su establecimiento con su característica lata de Coca-cola. Decidido y emocionado esperaba con ansias que estuviera ahí ya que el día de hoy le hablaría, sus pasos apresurados se escuchaban dentro de su trabajo alarmando a uno de sus amigos y mano derecha: William el cual se acercó con una sonrisa - ¿hoy le vas a hablar? - se dirigió a Samuel con esas palabras, sabía que su amigo estaba enamorado de vista puesto que él le propuso hablarle. Borja terminó de atender un chico que por cierto le pareció interesante aunque tuviera pinta de chico malo pero en fin, al escuchar que hablaban de aquel chico obviamente reparó como la buena madre de sus amigos a empezar a dar consejos a su pequeño retoño. - entonces, el gran día, ¿eh? -
de Luque miró con nerviosismo su celular solamente para checar la hora e ir guardando cuidadosamente todos los arreglos, Sacudió su mandil morado dándose cuenta que en realidad tenía tierra en demasía. Una vez arreglado todo se acercó a su gran jardín donde cuidaba a todas sus flores con amor junto con todo el cariño que tendía a entregarles, es que joder, que amaba su trabajo. Se agachó frente a una hermosa rosa color blanco, ¿qué mejor manera de comunicarse que con una flor blanca? Dejando este tema de lado, se colocó de pie volteando sólo para ver de reojo al chico que se veía a través de las puertas de cristal, por Dios es que era una lindura, sus ojos color esmeralda, su complexión tan delicada, su piel de porcelana y su insistencia de sentarse allí por horas. Le traía loco, Joder.

Sus dos amigos se acercaron a este para despedirse no sin antes desearle buena suerte, con una rosa en la mano izquierda al igual que un paro en su corazón salió a cerrar aquel sitio, sus nervios se volvieron más pronunciados sintiendo cierta mirada en su espalda así que antes de avanzar se dio un momento para respirar recordándose que era una fiera en todos los sentidos, que podía con esto, hasta más. Cada paso que daba hacia el chico de cabello castaño era más nerviosismo para él pero lo ignoró teniendo que fingir su confianza, llegó con aquel pálido que estaba centrado en su celular notando como escribía con rapidez moviendo sus dos dedos pulgares en toda la extensión del teclado - Es para tí - le extendió aquella rosa la cual cierto menor tomó con una muy buena actitud, los ojos almendrados se centraron en el sonrojo de Rubén así que dejó salir una carcajada al aire combinada con nervios fue lo mejor que le pudo haber pasado ya que aligeró bastante la situación logrando sacar también una risa de su amado Doblas. Desde ese viernes Samuel cerraba más temprano solamente para acompañar su lindura y con lo consiguiente romper su tan restringida dieta.

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