El sol se asomaba, discreto por las grandes montañas alejando de tajo el rastro siniestro de la neblina espesa. Dando color de apoco, al camino de la carretera por donde transitaba un auto gris platinado, rompiendo el silencio a toda velocidad maniobrando vueltas más curvas que el cuerpo de una serpiente enroscada a punto de atacar. Con precipicios tan profundos que el eco se perdería inocente entre sus fauces.
La mirada de aquel hombre estaba puesta en el camino, pero no se encontraba allí era ausente, perdida en un pensamiento remoto lejos de la carretera. Así anduvo hasta que las montañas se hicieron aún más cercanas y las curvas más sueltas y descendentes.se percato ingenuo de que ya había llegado a su destino, le echó un vistazo a la ciudad en la que estaba a punto de adentrarse y vio una gigantesca iglesia puesta bruscamente en medio de una población numerosa, con lindos tejados, casa grandes y edificios elegantes, aún conservaban un toque rustico y conservador.
El bosque la rodeaba como el mar profundo rodea una pequeña isla. Se adentró a la ciudad dejándose llevar por el gran flujo de carros y personas a pie.Se detuvo en un punto en donde eras casi imposible transcurrir sin chocar. Puso su frente en el volante señal de cansancio.
Cuando por fin recobro su voluntad se miró por el retrovisor y se observó por un par de minutos. Con el ceño fruncido, había conducido toda la noche y aún no había llegado a su destino.
Salió sin pensarlo, tomó sus maletas y se adentró en un tumulto de turistas que caminaban alegres con sus cámaras fotografiando todo lo que veían, sonriendo sin parar, pero él no combinaba con aquella multitud eufórica.Su carácter era fuerte, no era muy alto, estatura promedio, se hacía notar con su piel morena y sus atractivos ojos grises tan intensos que apartaban miradas, cuerpo atlético.Caminaba sereno a pesar de llevar prisa, no sonrió nunca ni saludo a ningún turista rebosante de felicidad, que tropezaban con él y su equipaje a cada paso que daba. Llego hasta la gran iglesia, que desde lo lejos le había parecido una construcción grotesca. Se quedó mirándola fijamente con fastidio. Tenía que entrar por ella si quería pasar al otro lado de la ciudad.Miro a todos lados, buscando un camino que lo salvara de entrar, pero no vio más que un puente atascado de automóviles, sin duda esa era la vía peatonal y aún no comprendía porque no quería pasar por allí, su automóvil lo había dejado a varias cuadras de ese lugar y no regresaría a buscarlo.
Sé quedo varios minutos intentando calmar sus ganas de gritarle a todo el que le tropezara, pero ya empezaba a perder la paciencia.
Una voz gentil le grito desde la distancia. -¿Oiga amigo, necesita ayuda? Era un señor de unos cincuenta años de edad, delgado, cabello canoso, se encontraba aun lado de la calle, muy cerca de la fachada de la iglesia, en un pequeño quiosco colorido, aquel señor, lo observo atento todo ese tiempo que estuvo el allí, parado aguantando los empujones de la gente y reusándose a entrar a la iglesia.
Él se acercó al quiosco como pudo arrastrando dos maletas y tropezando con todo el mundo, hasta llegar a él.
-Buenos días, mi nombre es Julio Malum y busco esta dirección.
Saco de su bolsillo un pequeño papel descolorido que parecía ser una factura de consignación y se la entregó al hombre, que la recibió amablemente.
Reviso rápidamente la dirección, de la factura y se quedó mirando aquel peculiar joven de unos veintisiete años de edad, muy atractivo vestía con ropa fina. Su mirada era intimidante.
Le dijo con un tono suave – ¿Por qué un joven como tu querría ir a este lugar? Digo es enmedio del bosque, ahí solo hay un refugió para huérfanos a cargo de unas monjas, no es un lugar turístico.
-Es mi asunto usted solo dígame cómo llegar. Dijo mirándolo a los ojos y dejando tres billetes de muy alto valor en el mostrador del quiosco.
-No llegara muy lejos si va solo._ le dijo después de echarle un vistazo aquellos billetes. -Se perderá, ese camino solo lo conocemos los originarios de la ciudad, vaya con mi hijo él lo llevara con gusto, de igual manera él también se disponía a ir, tiene que llevar algunas cosas que quiero donarle al refugio. Es algo despistado pero es un buen muchacho pierda cuidado.
Julio lo miro despreocupado y espero al hijo de aquel señor. Después de un breve tiempo apareció un joven humilde de unos veinte años, algo desaliñado y con una sonrisa radiante.
-Él es Samael mi hijo, señor julio es algo despistado habla sandeces pero no es una mala persona lo llevara hasta ese lugar. Lo dijo después de que su hijo lo abrasará y el respondiera el amoroso saludo.
- Gracias. Respondió después de darle la espalda al quiosco y seguir a Samael que ya le había tomado ventaja. Logro alcanzarlo cuando ya Samael había entrado en la iglesia, entro aquel lugar casi empujado por la gran multitud, entraban y salían sin parar. Antes de ser expulsado por la misma, pudo llevar su mirada hacia arriba y ver una impresionante estructura, parecía más bien un laberinto lleno de escaleras de cristal, aquello era todo un espectáculo a la vista.
Después de salir expulsado de aquel lugar, Vio a samael pasmado mirando como salía apretujado entre toda aquella gente. Samael espero aquel hombre elegante y apenas lo tuvo de cerca dijo con una sonrisa agrandada.
-No, no, no, Samael. No sé qué daría mucho tiempo ahí, Porque Samael sabe que es peligroso.
Julio lo miro sin parpadear sin un solo gesto, solo quería llegar por fin a su destino, así que siguió aquel singular muchacho.
Después de adentrarse al bosque comenzó a sentir la fatiga pero se sintió aliviado de no estar más en aquel tumulto, samael por su parte seguía con su gran sonrisa. Cantando canciones sin sentido que mencionaban a siete mujeres y recitaba sin parar una especia de poema o juramento, así anduvo por un largo rato. Hasta que dar en silencio por varios minutos y luego empezó a contar, algo que le había pasado. Pero Julio seguía sumergido en sus pensamientos, pero por un instante se percató de que aquella historia tenía algo que le interesaría.
-La la vi _tartamudeo Samael. Anoche la seguía, anoche me apunto con un arma me miro con sus grandes ojos. Sentí miedo, aunque samael sabe que no iba a lastimarlo, pero samael vio su hermosura y sintió miedo, po'po... pobre de samael.
Julio se detuvo bruscamente, agacho la cabeza y dijo soltando una sonrisa, tierna y llena de picardía.
-Venus...
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EL SILENCIO DE MIS MUERTOS.
Random1750 Quema de brujas, siete mujeres consumidas por las llamas sus cenizas solo son pesquisas de una verdad tan cruel y perversa articuladas y desechadas en verdades dicha a medias, una verdad envuelta en tradición y en cánticos con los que duerme a...