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— Ya a pasado más de tres semanas y padre no vuelve. ¿Por qué no avanza? — Parecía preocupado por su tono de voz, la mayor lo observo unos segundos y suspiro.

— Si tan solo él supiera... Me mataría, no lo dudo ni por un instante. — Dijo ella refiriéndose al español, se fijo en el columpio en donde se encontraban sus hijos jugando y no pudo evitar dejar salir una pequeña sonrisa.

El venezolano miró preocupado a su madre, ¿y si se enterara? ¿Qué le haría entonces? No soportaba siquiera imaginarlo, seria atroz, no solo para su madre sino que para todos, ya suficiente daño les ha hecho como para soportar otro.

— No quiero ni pensarlo.

Hubo un silencio sepulcral en el interior de la sala de estar, interrumpido únicamente por los pasos de quienes ayudaban en el cuidado del hogar que iban de un lugar a otro con cosas en sus manos. Unos interminables segundos después la mujer abrazo a su hijo.

— No lo hagas, tú haz como que ya no estoy... Solo intenta seguir sin mí y no llores delante de nadie, que no vean tus debilidades nunca. — Esas palabras le atravesaron el corazón como espadas desgarrando el tejido, ¿por qué le decía eso tan de repente? ¿No recordaba que es su madre? No entendía lo que pasaba, pero presentía que nada bueno, un nudo en su garganta apareció de repente, ¿queria llorar? Quien sabe, aun así decidió guardar silencio y apartar la mirada a la entrada de su hogar.

La mujer de hermoso cabellos negros ondulados salió al jardín a paso lento, con la mirada baja y con una expresión fría y triste, poco a poco, a medida que avanzaba hasta sus demás hijos y fue recuperando ese semblante dulce que le caracterizaba, se había vuelto una mentirosa a respetar y falsa; ¿quién diría que ser una de las esposas del español gastaba tanta estabilidad emocional? Si lo hubiese sabido jamás se hubiera casado con él

Río al ver como su hijo menor golpeaba con repetidamente con todas sus fuerzas a su hermano mayor con su pequeña espada de madera que le había dado su padre, fingiendo defender al colombiano que se encontraba detrás actuando como un joven e indefensa doncella.

— Oh, ¿pero que sucede aquí? — Dijo ella asiéndose la preocupada.

— Estoy defendiendo a la reina Granada de los malos. — Contestó el más pequeño abalanzándose sobre el ecuatoriano y pegándole en la cabeza con su espadita.

Ante esa graciosa y tierna escena todos rieron a carcajadas, y sin siquiera pensarlo la mayor abrazo a sus pequeños niños, acariciándolos con esa ternura que sólo un madre puede dar, el suave tacto de sus manos era suficiente para que el dolor que sentía el ecuatoriano por los golpes se esfumara de una forma casi inmediata, los calmaba su suave voz y les hacía sentir cálidos, amaban a su madre con toda alma.

El colombiano miro con cariño a su familia, era bueno cuando su padre no estaba en casa, todos eran felices y no se oigan gritos y golpes por todas partes, lo único que se podía aprecia era una linda familia alegre sin conflictos, en donde todo era mayormente armonía; es curioso como todo cambia de repente, ¿no es así?.  De un momento a otro esa alegría se esfumó cuando una criada llegó corriendo torpemente.

Jadeo intentando recuperar el aire y luego dijo: — Mi señora, Don España llegó. Y está muy bravo.

No lo habían notado pero aquella mujer llevaba el vestido y cabello desordenado, se notaba que alguien la había golpeado pues tenía el labio roto y se veía en sus ojos el terror de ver a su amo furioso.

Todos, a excepción del pequeño se miraron aterrorizados, ¡¿hoy?! ¡Él había dicho que llegaría mañana por la tarde! Se levantaron inmediatamente y corrieron hacia la mansión con pánico.

De repente el colombiano paro en seco, observó a sus hermanos y corrió tras ellos intentando limpiarlos un poco, porque sí, España odiaba la suciedad, ver a la gente sucia le asqueaba, por eso siempre va con un pañuelo y agua para limpiarse si tiene qué, y lo más probable es que si los veía así los castigase.

Al terminar, tomó a ambos de las manos y corrieron al salón principal encontrándose con un impaciente hombre acompañado de otro, además de un joven muchacho. 

El chico parecía apenas unos años más grande que el castaño, era rubio, sus ojos azules y parecía estar nervioso, su rostro era adornado con una bandera de franjas rojas y blancas, en la parte superior derecha izquierda poseía una copia exacta mas pequeña de la del mayor; por el contrario que el hombre, tenía una pequeña sonrisa amarga, sus ojos eran verdes y llevaba ropas de la realeza inglesa, y en su rostro se apreciaba una bandera azul con una cruz blanca y partes blancas.

Cuando al fin llegaron, su padre corrió tras ella le dio un fuerte abrazo, de esos que se dan cuando luego de mucho tiempo se ve a alguien a quien amas, le dio un tierno beso en la frente, acaricio sus mejillas y la miro con amor.

— Mi pequeña Granada, ¿cómo estáis? Espero que mi ausencia no haya sido tan mal recibida — El castaño agacho la mirada y negó con la cabeza — bueno, mi dulce princesita, te quiero presentar a un amigo.



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La verdad no se describir banderas, perdonen 👉👈

Espero que tengan un lindo día, tarde o noche, yo procedo a desaparecer nuevamente. Bye uu

Niña ❝🇨🇴❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora