𝟎𝟐

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Todos los días, en la casa de los Makimura, Nozomi se levantaba temprano antes de que el sol asomara en el horizonte

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Todos los días, en la casa de los Makimura, Nozomi se levantaba temprano antes de que el sol asomara en el horizonte. Había adquirido esta costumbre al aprender a cocinar, y ahora era la encargada del desayuno. Con una gran sonrisa, observaba la mesa meticulosamente preparada, sintiéndose satisfecha con su labor.

-Ya es hora de levantarlos -dijo para sí misma, con un tono suave pero decidido.

Se encaminó a cada una de las habitaciones, tocando suavemente las puertas y recibiendo respuestas adormiladas. Con Akira, sin embargo, la situación era distinta. Siempre había sido difícil despertarlo, pero a Nozomi no le importaba. Desde niño, Akira necesitaba ser despertado directamente y aunque al principio resultaba fastidioso, con el tiempo había comenzado a divertirse con la tarea.

En silencio y con sumo cuidado, entró en la habitación de Akira. Con unos cuantos pasos llegó a la orilla de la cama y tomando impulso, se lanzó sobre él.

-¡Vamos, Akira! Es hora de levantarse. No quiero que llegues tarde.

Intentó abrazar el cuerpo envuelto entre las sábanas, pero algo no cuadraba. El bulto bajo las mantas era más grande de lo normal. Un quejido sordo se escuchó cuando retiró las sábanas de un tirón.

-¿¡Quién eres y qué hiciste con Akira!? -gritó, llena de miedo, tomando lo primero que encontró, que resultó ser la lámpara de la mesa de noche-. ¡Tengo una lámpara y no tengo miedo de usarla! -amenazó, blandiendo la improvisada arma.

Aún adormilado, el chico intentó enfocar su vista borrosa hasta distinguir la figura de la chica frente a él, quien sostenía una lámpara en alto, ¿amenazándolo?

-Nozomi -pronunció con voz grave, hasta que un fuerte golpe en la cabeza lo hizo tambalear-. ¿¡Qué diablos te pasa!?

Mientras se sobaba la cabeza con las manos, la chica lo analizaba con detenimiento, hasta que vio finas lágrimas brotar de sus ojos. Su corazón se oprimió al no reconocerlo de inmediato, aunque se preguntaba cómo era posible que fuera él; acaso la pubertad había llegado.

-Lo siento, Akira. No te reconocí -dijo con delicadeza, acunando su rostro y secando aquellas lágrimas- Lo lamento -susurró, besando sus mejillas.

Aquel pequeño momento era íntimo. Akira sintió cómo su cuerpo palpitaba, lo cual le pareció extraño. Sus mejillas se tornaron de un suave color rosa. Nozomi tenía esa costumbre cada vez que él lloraba o estaba mal; siempre lograba animarlo. Sin embargo, el momento fue abruptamente interrumpido por un grito.

-¡Nozomi Onee-san! -Ambos jóvenes voltearon a ver a Taro-. Deberían estar abajo, no aquí -dijo con una sonrisa pícara. Un zapato volador golpeó la pared junto a él- Ya me voy.

Don't Cry (Devilman) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora