Nueve

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Las gotas de lluvia caen una a una sobre la ventana, haciendo que esta poco a poco se llenara totalmente

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Las gotas de lluvia caen una a una sobre la ventana, haciendo que esta poco a poco se llenara totalmente.

Inconscientemente Samantha empezó una carrera con ellas para ver cual de todas caía primero de la ventana, algo sumamente entretenido para alguien que no tenía nada mejor que hacer.

  —Y gana la pequeña gota de la izquierda, ¡Yupi! —celebró en alzando sin ganas los brazos. Tomó su teléfono y después se tiró en la cama, tenía la intención de mandarle un mensaje a su amiga y no aburrirse como ostra.

  —Ay los jóvenes de hoy en día —suspiró la mujer apenas llegando al cuarto de Samy—, con esos aparatos tecnológicos todos los días las 24 horas del día.

Ella dirigió la mirada a su abuela haciendo una mueca de indignación, lo había agarrado apenas hace 0.0001 segundos.

   —Estoy aburrida. —Se excusó para después regresar la vista a su celular.

  —Hay mejores formas de entretenimiento, en mis tiempos no había esa clase de aparatos y hasta la fecha no he necesitado de ellos. —Comenzó a adular la abuela.

  —Pero sí dinosaurios —susurró entre risas y con algo de burla mirando la reacción de su abuela.

  —Te voy a desviar del mal camino enseñándote como me las ingeniaba a tú edad —comentó con total orgullo.

Cla-ro... —contestó la puberta sin prestarle atención a la mayor mientras tecleaba el número de su amiga—. ¡Ey! —Se quejó Samy al sentir como le arrebataron su querido celular.

  —Sólo será un día sin el bendijo aparato —aclaró la mujer llevándose consigo el celular y de paso jalando a su nieta consigo.

No muy convencida ella decidió seguirla de todas formas.

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   —...Y así Samy, es como conocí a tu abuelo. —Terminó de contar la historia de la familia.

No fue tan malo dejar el celular y demás aparatos todo un día, ahora que lo pensaba con detenimiento apreciaba bastante el tiempo con su abuela.

   —Tenía tiempo que no pasabamos el día así —dijo Samy a la abuela—. Gracias.

Con una sonrisa la abuela ofreció a Samy pasar tiempo juntas cada día lluvioso, así podía conocer de nuevo a su nieta, pues su pequeña niña ya empezaba a andar por su cuenta, ya no la buscaba tanto como cuando tenía cinco años.

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Golosinas para SamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora