Capítulo Treinta y Dos: Nubes e Ilusiones

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Noah

—¿Estás lista?

Vi a Mara salir de la casa aún tratando de peinar aquel cabello alocado que le había quedado después de la ducha. No había dejado que lo peinara después de bañarse y eso la había molestado un poco, decía que yo provocaba que su cabello se esponjara y pareciera que llevaba una peluca mal peinada. Aunque yo lo veía muy bien.

—¿Te divierte?

—Un poquito —. Reí sin contenerme y me tuve que agachar para evitar reír más por su enojo

—Que gracioso —. Dijo molesta cuando la miré más tranquilo y peiné su cabello con mis manos.

—Tengo experiencia con cabello loco.

La tarde ya estaba siendo marcada por los colores en el cielo que comenzaban a volverse un poco más claros, sin embargo, era el momento perfecto para ir al lugar que Mara deseaba.

—¿Llevas la mochila? —. Preguntó amarrando su cabello en una coleta.

—Por supuesto, general —sonreí agitando la mochila en mi espalda—, llevo lo que tú me pediste. Comida, tu mapa y mi navaja.

—Bien, con eso debe ser suficiente para sobrevivir.

Tomé su mano y asentí.

—¿Ya sabes a dónde nos quieres llevar?

—Tengo la foto que me pediste.

Ella me entregó una fotografía del lugar al que quería ir y me quedé mirándola por un momento para fijar el recuerdo en mi mente. Así abriría el portal. Ya había abierto portales antes con los anillos del tiempo pero nunca había hecho uno en un lugar al que jamás había conocido, mucho menos a uno al que jamás había ido, así que lo fijé en mi mente y traté de ser lo más claro posible en cuanto al pensamiento del lugar.

Levanté mi mano derecha e hice un círculo frente a mí que al moverme se convirtió en un aro de oro que se quedó fijo, abriendo del otro lado la misma imagen que había visto en la fotografía.

—¿Es ahí? —. Pregunté mirando a Mara.

Ella me miró sorprendida y asintió.

—Es exactamente el lugar.

Mara se acercó despacio y antes de que levantara su mano para cruzar, yo negué y la tomé para alejarla.

—No hagas eso.

—Creí que era seguro.

—No, si no vas conmigo puedes caer y perderte. Se supone que solo los arcontes podemos hacerlos y utilizarlos, puedo llevarte pero debes tener cuidado si lo quieres hacer.

—Lo tendré.

—Bien —sonreí—, solo cruza conmigo y no te sueltes nunca. Si lo haces, no podré saber en dónde te dejó.

—Tranquilo, alfa —sonrió—, yo sé como volver a ti.

—Ésa es mi chica —. Negué besando su frente.

Ella asintió aferrándose más a mi mano y yo la tomé de la cintura para estar seguro de que no habría errores.
Ambos pisamos dentro del anillo y éste de inmediato nos jaló haciendo que cruzáramos por él viendo como el tubo de colores nos envolvía hasta que por fin nos soltó dejándonos del otro lado de él. Justo frente al acantilado que vi en la imagen.

—Dioses... —dije sujetando fuerte a Mara para evitar que diera un paso más y cayera del borde—, ¿Estás bien?

Ella me miró sorprendida, pero negó al ver que el aro había desaparecido y ambos quedamos frente a un nuevo lugar.

El Ascenso De Un Alfa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora