CAPÍTULO 4

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NICOLETTE:
LA VIDA QUE NUNCA QUISE TENER

CAPÍTULO 4

Aún estaba entre el sueño de la madrugada cuando llegó una chica y nos invitó a salir, era la primera vez que nos levantaban tan de madrugada, aún no había amanecido, nos dirigían para subirnos en una camioneta cuando escuché a dos chicas hablar entré sí mismas acerca de otra chica, la cual al parecer había muerto.
Les pregunté en dos ocasiones de quién se trataba pero ambas me ignoraron. Aún con el cuerpo herido y adolorido fui caminando como pude, de repente empecé a sentir un frío en todo el cuerpo pero no podía parar, todas debíamos seguir y la que no pudiese seguir nadie la ayudaba, simplemente allí quedaba, allí moría.

Supuestamente nos moveríamos de lugar, a partir de ahí dormiríamos en otro cuarto, pero seguiríamos yendo al mismo bar.
Cuando logré subirme a la camioneta que nos estaban indicando me sentí cansada, deshidratada, en ese momento quise cerrar los ojos y no abrirlos más, estar en esas
condiciones en las que estaba yo y todas aquellas chicas sólo te hacía desear una cosa: morir. De repente sentí que alguien tomo mi mano, era Eimy, dónde has estado, le pregunté un poco molesta, había pensando que me ayudaría en el recorrido pero no lo hizo. Cálmate, estuve haciendo cosas para ayudarte a ti y a todas las demás a escapar.
-Y qué averiguaste?
-aún nada.
Entonces me sentí decepcionada, abrigué la esperanza de que Eimy me dijera, ya pronto saldremos de aquí, todo va a estar bien, y todas esas palabras de aliento que estando en ese hueco desearías escuchar, pero no, Eimy aún no me daba esperanzas de nada. Lo que si noté fue que ya no estaba tan nerviosa, ya sus manos no sudaban ni temblaban todo el tiempo. Estando en aquel nuevo cuartucho, Eimy me dijo algo, me dijo que no desayunara, pero aceptó que era imposible no hacerlo cuando nos tenían vigiladas las 24 horas del día, entonces me dijo que antes de asar 15 o 20 minutos después del desayuno fuera al baño y vomitara todo lo que nos obligaban a comer, según ella ahí en esa única comida que nos daban al día era con que nos drogaban, y no sólo eso, también íbamos perdiendo la memoria, con el tiempo ya no recordaríamos, nada más que un día nos despertamos en el piso durmiendo con un montón de ratas mordiéndonos  los tobillos, y que después de las 10 de la mañana éramos esclavas s3×uales hasta que ya el cuero no nos sirviera, entonces nos matarían al igual que ya habían hecho antes con otras mujeres que tristemente habían tenido la misma  suerte que yo.

Al día siguiente nos despertamos en un nuevo cuartucho, más frío, en condiciones más paupérrimas y con menos luz que en el que habíamos estado antes.
Fuimos al comedor aquella mañana, a mi me ardían las 127 cortadas que aún tenía abiertas en la piel y que de vez en cuando aún sangraban si las lastimaba accidentalmente, pero en el comedor ya no habían 20 sillas ni 20 platos, sólo había 15. Ese día Eimy y yo nos sentamos más distanciadas que otras veces, estábamos de extremo a extremo en la mesa, pero deduje que aquella mirada de Eimy centrada completamente en mi era para calmarme, yo también empecé a ponerme nerviosa y ansiosa, mis manos también comenzaron a sudar pero lo que realmente me preocupaba era el color amarillento de la piel de Eimy, si luego de comer vomitaba con qué se estaba alimentando, pronto moriría si seguía así.
Aquel día hubo mucha más verdura en los platos que en los días anteriores, mientras comía no podía dejar de quejarme por el ardor que sentía en mi cuerpo y tampoco dejaba de pensar en lo que nos pasaría a Eimy y a mi si descubrían que vomitábamos después del desayuno.
Al terminar, tal y como lo habíamos planeado, fuimos a los baños, Eimy fue la primera en vomitar, luego seguía yo pero me detuve, no estaba segura de hacerlo, pero Eimy me dijo que valía la pena arriesgarse, que con los días poco a poco iba a recuperar la memoria, y de qué vale, si de todas formas moriremos, a poco crees que saldremos con vida de aquí? -cuestioné- entonces Eimy, empezó a contarme su historia, ella recordaba en absoluto su vida antes de que la secuestraran.

-como has de imaginar no me llamo Eimy, mi verdadero nombre es Anastasia, y no tengo 20 años, tengo 15. Y recuerdo perfectamente aquel día, venía saliendo del cine con unas amigas, generalmente por las tardes solíamos ir a la plaza más cercana que teníamos pero aquel día el chico que me gustaba me había invitado al cine y para obtener el permiso sólo debía decir un par de mentirillas a mis padres y así fue. Llegamos al cine y luego de ver la película compramos nieves, me encanta la nieve, pero cuando miré mi reloj me di cuenta que era muy tarde, así que debí despedirme del chico que me gustaba y de mis amigas, estaba a dos cuadras de la casa, él se ofreció a acompañarme pero no acepté, quería evitar un posible regaño de mis padres, así que crucé la avenida sola y cuando me despedía de mis amigos se detuvo un auto frente a mi, y ya no vi ni escuché nada, al despertarme estaba en aquel mismo cuarto en el que una noche te desertaste tú, me hice las mismas preguntas que te has hecho tú, ahora sólo quiero salir de aquí y ver a mi familia. Soy hija única, mi madre ha de haber muerto de dolor.

Eimy terminó su historia y levantó su blusa, tenía cicatrices en todo su cuerpo al igual que yo, ella ya había sufrido lo que yo estaba sufriendo. Entonces no lo dude más y me produje el vómito. Mis lágrimas salieron, mi cuerpo empezó a temblar, pero pronto debimos salir de ahí y unirnos a las demás chicas. Pronto recuperarás la memoria, te lo prometo -dijo Eimy- y yo le creí.

CONTINUARÁ...

Lagajas
22-05-2020
Cartagena/Colombia
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NICOLETTE: LA VIDA QUE NUNCA QUISE TENERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora