Capítulo 1

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MONSSERAT

—Ya no te amo ―escucharlo decir esas palabras me duelen en lo más profundo del alma ―Estoy enamorado de una verdadera mujer ―pero estas me la rompen en mil pedazos... ―Una mujer que si es hermosa, una que si me da lo que tú ya no. Una mujer que si sabe como complacerme, que es hermosa en todo el sentido de la palabra, ¡Por Dios mírate!, ¡ERES FEA!, y además, estás vieja, fodonga, acabada y sin gracia. Tienes los senos caídos, ya no despierta en mí ni siquiera un mal pensamiento. Hazle un favor al mundo y mírate en un espejo, está llena de arrugas y estrías por todo el cuerpo. Son tan feas que da asco tocarte... Y no intentes culparme por todo lo que está pasando, porque todo esto es tu maldita culpa, tú te volviste una ama de casa que solo sabía cocinar y limpiar baños, solo tenías tiempo para pensar en los niños y tu maldita academia ¿Y yo dónde quedaba?, a mí me abandonaste, me hiciste aún lado para pasar todo el maldito día limpiando, cocinando, con los niños y en tu maldita academia, así que yo tuve que buscar en la calle lo que tú ya no me daba, ¡Por Dios! Mírate, Monsserat ni siquiera te da tiempo para arreglar un poco tu apariencia física, pareces una anciana de noventa años y no una mujer de treinta y cinco, tienes tantas arrugas que das asco —¿Por qué la vida tiene que ser tan cruel conmigo? ¿Por qué una de las personas que más amo tiene que golpearme donde más me duele? ¿Por qué se ensañan así conmigo, si yo lo he dado todo de mí para que este matrimonio funcione? ¿Por qué tenía que doler tanto?... Llevo veinte años de mi vida enamorada de este hombre, le di lo mejor de mí, le di mis mejores y peores años y todo para ¿Qué? Para que ahora de buenas a primera venga y me diga que me deja por una más joven, una que según él le da lo que yo ya no, y me pregunto ¿Qué puede darle ella que yo no le haya dado ya?, si le di dos hijos maravillosos, los mejores quince años de mi vida (desde que nos casamos) y así me paga dejándome sin nada (y no me refiero a lo material) porque según él ya estoy vieja y acaba ¡Vieja y acabada!, a mis treinta y cinco años, ¡No lo puedo creer!, después de haberme entregado a él, en cuerpo y alma estoy vieja y acabada... ¡Maldita sea mi suerte! Me enamoré de este hombre a mis quince años y veinte años después me dice que estoy vieja y acabada para estar con él...

—¿Por qué eres tan cuál e hiriente conmigo? ¿Por qué me tratas así? ¡Por Dios Camilo!, yo te di todo de mí, te he amado desde mis quince años, ¿Por qué me tratas así? —pregunto sintiéndome desfallecer, y es que a pesar de sus duras palabras, de su forma tan hiriente de tratarme ¡Yo lo amo!... Y si, lo sé, soy una masoquista, pero él fue mi primer amor y desde entonces no he tenido ojos para nadie más.

—Decir la verdad no es crueldad, así como tampoco lo es, decir que ya no te amo —hay verdades que no se deben decir, hay verdades que matar por dentro.

—¿No te das cuenta de que me estoy muriendo de dolor? ¿Acaso no te das cuenta de que me estás matando? ¿De que tus palabras son como dagas ardientes que atraviesan mi corazón? —siento un dolor tan fuerte y tan profundo en el pecho que me impide respirar.

—No me importa —y justo cuando creí que ya no me podía doler más, esas palabras salen de su boca —Ya no me importa nada que tenga que ver contigo, he decido ser feliz y Canela es mi felicidad —pobre mujer, no sabe en lo que se ha metido, la compadezco enormemente, no sabe en el infierno en el que se está metiendo... No la odio, ni mucho menos le tengo rencor, porque su único delito fue enamorarse (tal como yo lo hice) del hombre equivocado. Su único pecado fue enamorarse de un hombre casado y de eso no puedo culparla. En el corazón no se manda, él decide solo con quien si y con quien no y el de ella decidió que él sí. Yo contrario a lo que muchas mujeres piensen, no creo que la amante sea la culpable, al contrario, el único culpable aquí es él, porque quien me debía un respeto era él, quien tenía que darme mi lugar era él, ella no es nada mío para respetarme y mucho menos para darme mi lugar, por esa razón no la odio ni le deseo el mal, porque ya suficiente sufrirá cuando él le haga lo mismo que a mí, por qué como dice el dicho, «El perro no cambia de maña, sino que cambia de dueña» y él es y siempre será «Un perro mañoso»... —Es lo mejor Monsserat, yo ya no te amo, a ella si, ella es mejor amante en la cama que tú —y se atreve a decirlo así como si nada —Los papeles del divorcio te llegarán mañana, por favor firmarlos, no te humille más, te daré la mitad de todo...

Mi Señora Mía (En Físico En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora