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Hoy por fin daban el alta a Annie. Todos estábamos ansiosos de que este momento llegase así que, en cuanto mis hijos estuvieron listos, fuimos hasta el hospital en busca. Obviamente no saldría a primera hora, necesitaban hacer unas últimas pruebas para ver que todo estaba bien. Pero lo que si que era seguro es que volvería a casa con nosotros.

- Papi, papi - dijo Miguel mientras lo sentaba en la silla del coche - ¿mamá va a poder jugar ya con nosotros?
- Bueno. Poco a poco cariño - le sonreí tiernamente - primero tiene que hacer reposo - noté como se entristeció - pero seguro que encontramos algo a lo que pueda jugar contigo hoy mismo, cuando volvamos a casa le preguntamos qué quiere hacer.

Miguel volvió a sonreír de nuevo y yo cerré su puerta para poder montarme y conducir hasta el hospital. Cuando llegamos vi a Sabrina, la saludé con la mano, pero ella giró su cara como avergonzada pero yo no le di importancia. Entramos a la habitación de Annie y la vi tumbada de lado, mirando fijamente a un punto, pero sin prestar atención. Tenía la mirada perdida.

- Buenos días mi amor - dije, haciendo que saliese de su ensoñación.
- Oh, buenos días a mis tres amores - sonrió ampliamente y estiro los brazos - ¿cómo habéis dormido?
- Quiero dormir contigo - dijo Miguel abrazándola.
- A lo mejor hoy es posible... - le dijo pensativa.
- Bieeeeeeeen - gritó él emocionado mientras los demás reíamos.
- ¿Ya te hicieron las pruebas? - ella asintió.
- En una hora o así volvían.
- Genial - sonreí feliz - por fin volverás a casa - ella asintió tranquila y volvió a recostarse.
- Me han dicho que tendré que seguir con la rehabilitación.

Desde el día que despertó tuvo que hacer rehabilitación. Llevar tantos meses sin moverse acostumbra a los músculos a no hacer esfuerzo y estos se relajan. Por eso había estado otro mes en el hospital, tenía que volver a caminar y moverse ágilmente.

- Pero será más ligera - continuó ella - y no será semanal, sino que dos veces por semana.
- Es un gran avance - sonreí orgulloso.
- Supongo - se encogió de hombros - tengo ganas de ir a casa.
- En cuanto podamos - sonreí feliz.

Cuando por fin nos pudimos ir a casa Annie entró al baño a cambiarse mientras que nosotros recogíamos las cosas de la habitación. Nos montamos en el coche y noté que ella no decía nada, estaba rara. Seguramente estaba cansada por el hospital, así que no le dije nada. Cuando llegamos a casa Miguel estaba emocionado, llevaba desde que se bajó dando la mano a su madre.

- Me voy a acostar - dijo Annie nada más entrar en casa - no me molestéis, por favor - y se fue hasta la habitación.
- Papá - me miraron ambos tristes.
- ¿Mamá ya no nos quiere? - dijo Miguel a punto de llorar.
- No mi amor. Os ama vuestra madre - me puse a su altura - ¿te acuerdas lo que hablamos antes del reposo? - él asintió - hoy mamá ha hecho muchas cosas y está muy cansada, solo es eso... Mañana ya verás como todo es mejor.
- ¿Me lo prometes? - no estaba muy seguro de como estaría Annie mañana, pero no podía fallarle ahora.
- Seguro que si, ya verás - sonreí y me levanté - voy a hacer la comida ¿quien tiene hambre?
- Yo, yo, yo, yo - empezaron los dos a la vez haciéndome reír.
- ¡Pues vamos a cocinar! - dije subiendo a los dos en brazos y llevándolos a la cocina entre risas.

*Narra Annie*

Por fin estaba de vuelta en casa. Nadie podía imaginar las ganas que tenía de volver, necesitaba silencio. En el hospital todo hace ruido, las máquinas, los enfermeros, los pacientes, el aire acondicionado... Todo, todo suena. Eso hacía que me doliese la cabeza constantemente y no pudiese descansar bien. En cuanto llegué a casa es lo que hice, encerrarme en la habitación y descansar. Salí de nuevo justo a la hora de comer. Los niños se acababan de sentar y Poncho llegaba a la mesa con el agua.

Siempre a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora