El efecto mariposa cap. 3/5

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—Tú piensas que viviré por siempre, pero si te adopté fue porque necesito un sucesor.

—No. Lo hiciste porque te obligué al ganarte en una partida de ajedrez —le contradijo el joven castaño—. Pero es por eso que necesito que le des una oportunidad a mis proyectos.

—Seto, estoy hablando enserio. Esos proyectos tuyos son tan infantiles, tecnología para juegos de niños. Si te hubiera criado como decidí desde un principio, serías más maduro y más inteligente —lo regañó el hombre viejo—. Tienes veintiocho años, ¡madura!

—Tú no ves el potencial de mis ideas, porque te niegas a apartarte de la industria armamentista. Yo no quiero dirigir una empresa así, me niego. Y no vivirás por siempre. Cuando no estés cambiaré todo.

—No es la primera vez que lo dices, pero la junta directiva no está  de acuerdo contigo. Te estas ganando enemigos y eres un chico débil.

Mokuba no dijo nada, solo se mantuvo junto a su hermano pensando en cómo ayudarlo.

Ya habían pasado por una estúpida reunión con la junta, el día anterior después de volver del hospital.
Esos hombres atacaron a ambos, con miles de críticas sin fundamento sobre el proyecto, que implicaba asociarse con Pegasus J. Crawford.
Seto se sintió mal y abandonó la reunión antes, luego lo siguió Mokuba.

—Nada puede ser perfecto —dijo el pelinegro en un susurro, mientras se daba la vuelta para seguir a su hermano hasta afuera de la mansión.

Una vez a solas, Seto sonrió levemente y abrazó al más joven con fuerza.

—No van a frenarnos. —dijo y luego rompió el abrazo para contarle algo importante—. Me reuní con Pegasus hace una semana. Le gustó el proyecto y va a apoyarnos.

Nada más terminó de contar su buena noticia se desplomó entre sus brazos.

Mokuba sostuvo el cuerpo de su hermano con fuerza, sintiendo la viscosa humedad en su espalda, sin ser capaz de entender del todo qué fue lo que pasó. No se oyó nada, miró  a su alrededor y no había nada. Solo el cuerpo aún tibio y con los ojos abiertos que parecía mirarle.

No había pulso, no respiraba, no quedaba nada y los gritos desgarradores de Mokuba inundaron los alrededores de la enorme mansión.

—Seto, nos vengaremos —dijo mientras lo acomodaba en el suelo y depositaba un beso en la castaña cabellera, suave y bien cuidada—. Le diremos adiós a esa junta directiva.

Luego de un traumático proceso de interrogatorios, y con la policía técnica aún trabajando en su jardín, Mokuba entró por su diario.
Se vengaría de esos hombres.

Leyó lo último que había escrito; era de la reunión de ayer.

"Qué día horrible, esa reunión con Gozaburo y los cinco grandes fue frustrante. Ellos no quieren darle una oportunidad a nuestro proyecto.
Encima llegué tarde por unos problemas en el departamento de misiles y explosivos"

Las letras se movían mareándolo.
Y ya estaba en los laboratorios revisando los planos de una granada de mayor alcance y más demorada en explotar.

Tenía unos prototipos que debían ser entregados con sumo cuidado para las pruebas requeridas. Lo haría más tarde con escoltas y la seguridad necesaria.
Pero hubo un cambio de planes; él mismo las probaría.

Robó el prototipo guardándolo en su maletín y abandonó el edificio, subiendo a su auto para llegar a la reunión.

—Mokuba, llegas tarde —dijo su padrastro

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—Mokuba, llegas tarde —dijo su padrastro.

Los cinco grandes estaban en sus respectivos sitios y le miraban de forma acusadora. Seto estaba de pie esperando a su hermano para presentar su trabajo.

Él no era tonto, sabía que fueron esos cinco hombres los que mandaron matar a su hermano mayor. Y Gozaburo no dejaba de ser una piedra en el camino.

Colocó su maletín en el suelo y lo abrió solo un poco para meter su mano y activar el nuevo juguete.

Ya que amaban tanto esa industria de la muerte, ellos la probarían.

Tomó la mano de Seto y de un tirón con fuerza lo sacó del salón.

—¡Tú  solo corre! —gritó mientras el mayor obedecía, confundido por todo lo ocurrido.

El impacto de la detonación los hizo caer al suelo. Mokuba se puso de pie lo más rápido que pudo a pesar de su cojera e intentó levantar al mayor quien se lo impidió apartándole la mano de un golpe.

—¿Estas loco? ¿Qué fue lo que hiciste?

Seto estaba molesto y Mokuba sabía que si los atrapaban pensarían que los dos estaban involucrados e irían presos. Así que se aseguraría que se supiera que el único culpable era él mismo.

—Vamos al auto, obedece Seto —dijo sacando un arma y apuntando al castaño.

Isono apareció en escena, apuntó al peli negro pidiéndole que bajara el arma. Este no obedeció y tomó a su hermano de rehén para poder llegar hasta su auto.

Luego de pensarlo bien solo lo soltó y subió al auto para huir. Sabía que Isono protegería a Seto y la policía solo iría tras él.

Eso no demoró en pasar. Se detuvo al quedar rodeado por los patrulleros en la entrada del puente Dominó.

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𝙴𝚕 𝚎𝚏𝚎𝚌𝚝𝚘 𝚖𝚊𝚛𝚒𝚙𝚘𝚜𝚊 (𝚈𝚞𝚐𝚒𝚘𝚑 𝚏𝚒𝚌)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora