Primera llamada

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Preludio

Temari era la clase de adolescente que todos los chicos deseaban y que (por mucho) estaba fuera del alcance general. Para ser justos, no es que ese colegio estuviera en escasez de jóvenes atractivos, en realidad había personas bellas de sobra y para todos los gustos: estaban los deportistas, los músicos, los inteligentes sarcásticos, los sarcásticos odiosos, los fumadores y desinteresados, los hermosos pero estúpidos, los hermosos y precoces. Temari pertenecía a este último grupo.

Esta narración no tendría sentido sin admitir que tengo una razón para conocer tal clasificación, fui uno de ellos. Me encontraba situado entre los inteligentes sarcásticos y los fumadores desinteresados. Que fastidio.

Cuando conocí a la rubia tenía casi la mayoría de edad cumplida. Mientras me terminaba otra cajetilla de cigarros, escondido entre las gradas del campo de entrenamiento, la vi aparecer, otra alma en pena llegando a una nueva escuela y justo en el año de graduación. Estaba seguro de que venía a mi curso, lo supe cuando vi su semblante triste, no hay nada más miserable que un adolescente obligado a dejar la seguridad de su viejo círculo social en un momento tan crucial como el fin de la preparatoria.

Sí, definitivamente estaba emocionalmente hecha trizas y eso solo podía significar una cosa: emocionalmente manipulable para coger.

No, no para mi, tengo dignidad para ello. Pero casi podía oler la manada de estupidos en celo tras ella, como una presa a la cual había que destrozar. Por una razón que no logre entender me prometí evitar un escenario así, no la conocía pero algo en ella era especial, yo quería descubrir que.

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Cuando llegó al salón de clases se topó con varias miradas curiosas: algunas cargadas de celos (claro, de mis compañeras pero principalmente la que venía de la rara de los ojos aperlados) y otras con curiosidad lasciva. Uzumaki y compañía eran demasiado básicos y patéticos en cuestión de tratar mujeres, estoy seguro que fui el único hombre en ese lugar que no la vio como un trozo de carne. Ella lo noto, solo asi me explico que tomara asiento junto a mi y me sostuviera la mirada más de 3 segundos en algo que pareció ser un agradecimiento silencioso.

No era ciego, por supuesto que pude ver lo hermosa y atractiva que era. Sin embargo, aunque sus largas piernas y piel rosácea me tenían en una especie de viaje, mi semblante permaneció tranquilo.

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Pasaron las semanas y note que finalmente fue aceptada entre las chicas( las cuales parecieron aceptar a regañadientes la belleza exótica que ofrecia la rubia de ojos verdes al grupo), por otra parte, comencé a notar su particular habilidad para seducir a los muchachos. Nadie tenía una segunda cita con ella, los incitaba a llegar lejos justo para detenerse en el momento que parecía que la tendrían a su merced. Los rumores indicaban que le gustaba dejarte con la entrepierna adolorida despues de una emocionante y caliente sesión de besos en el auto. Muchos pensarían que eso le haría material indeseable pero al contrario, ese hecho parecía despertar el morbo de los que aún soñaban con abrirle las piernas.

Por mi parte ignore aquel hilo de deseo, no tenía intenciones de calentarme y terminar masturbadome en la ducha.

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Epitome

Una ceremonia en el gimnasio escolar: la cereza del pastel en la mediocridad del sistema educativo. Me hubiera quejado de ello si no fuera porque la mayor parte de la generación esperaba esa noche para emborracharse (como si no hubieran hecho aquello cada maldito fin de semana), pero hacerlo vestidos de gala era una ocasión especial, ¿verdad?

No todo era despreciable, la verdad era que mis compañeras lucían realmente lindas entre tonos pastel y adornos en su cabello. Me gustaba pensar que así las recordaría de ahora en adelante.

-¿Así imaginaste cerrar esta etapa? Vaya festejo de mierda...- dijo acercándose con un vaso de ponche barato en la mano.

-Siempre se puede estar peor Temari, siempre- me aleje sacando de mi bolsillo el paquete de cigarros y un viejo encendedor plateado.

Noté que me seguía el paso, agradecia que lo hiciera aunque no la hubiera invitado a acompañarme. Me senté en uno de los campos de entrenamiento que ahora parecían desiertos. Le ofrecí la mano para ayudarle a sentarse junto a mi y le ofrecí un cigarro que aceptó gustosa en silencio... más silencio, que fastidio.

-¿Por qué no hicimos esto antes? ¿Porque tu fuiste el único que no se acercó a mi?-

-Yo quería, en verdad, pero no hubiera soportado el hecho de desearte tanto y no poder tenerte, no me lo tomes a mal, me encanta tu libertad, pero no tuve el valor de exponerme Temari-

-Eres tan distinto a los demás, no te hubiera detenido, a ti no.-

Sintiéndome el hombre mas imbecil del mundo por aquella declaración, me acerque a ella lo suficiente para sentir su respiración en mi rostro mientras que una de mis manos acunaba su rostro.

- Te noté en el instante que apareciste, cuando comencé a conocerte me di cuenta que tu instintiva agresividad me parecía encantadora, supongo que eso tiene un trasfondo freudiano que no deberíamos explorar, ¿cierto?- ambos reímos por la estupidez que acababa de decir, por supuesto había escuchado su risa antes, pero jamás tan cerca. Me sentí enloquecer por su calidez y autenticidad, me tomo de la mano y experimente un nivel de intimidad nuevo para mí, me sentía desnudo ante su presencia.

Entonces la sentí sobre mi, ligera y felina como sólo podía serlo una mujer como ella, frágil y sensual a mi tacto. Me di permiso de acariciarla sobre su vestido satinado casi tan suave como su propia piel y ella tomó todo de mí, en ese momento yo era una versión distinta, mejorada e intensa: por ella y para ella.

Me perdí en sus besos aterciopelados, en su intensidad. Me separe por un instante para verla detenidamente una vez más, inconscientemente quería asegurarme de que aquello estaba sucediendo y no era una jugada de mi cerebro.

-Llevame a tu casa Nara, ahora.-

Eso fue todo lo que necesite para convencerme, subimos a mi auto y nos fuimos lejos esa noche. 

Memorias (one shots & drabble's)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora