VI

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- Pásame la peluca

Estirándose a la parte de atrás, Jay revuelve un poco entre las cosas hasta dar con la mata de pelo rubio, pasándosela a Lís. Se vio en el espejo retrovisor, odiando cada cabello sintético que cubría el real.

Le hizo una mueca a su reflejo, mandando la peluca a la mierda.

- Olvídalo, luego me la pongo - tiró el objeto de nuevo a la parte de atrás.

Salió del vehículo y cerrando con fuerza la puerta. Se paró en seco, acariciando con suavidad la misma.

- Lo siento

El día anterior, cuando dejaron el auto en el que habían partido atrás, se subieron a la furgoneta donde que tenían ahora, que Jay había equipado cuando diseñaron el plan de fuga. Más de una vez Lís le había contado con ojos soñadores a Jay su sueño de tener una mini van hippie. Una vez más él cumplía sus deseos, nada era imposible cuando la recompensa era ver su sonrisa. Y cómo no, ella estaba encariñada con el vehículo.

- Espera aquí -informó Jay, encaminándose a la tienda de la gasolinera.

Lís asintió desinteresadamente mientras seguía pintándose los labios. Detuvo su acción, conteniendo la respiración cuando vio una patrulla de policía detenerse al lado de donde estaba la furgoneta, para llenar el tanque de gasolina. Trató de actuar lo más normal posible. Pensó en acostarse sobre el asiento hasta quedar cubierta para evitar que la vieran, pero si se acercaban y lo hacían hubiera sido aún más sospechoso, así que se puso los auriculares y los conectó a un MP3.

Jay salía del local satisfecho, con una sonrisa sencilla en el rostro. Sonrisa que se borró automáticamente al detectar lo que su compañera había visto unos segundos antes. Sin perder la tranquilidad, caminó a un paso relajado hasta la furgoneta.

- ¡Hey!

Uno de los policías se acercó caminando rápido hasta donde estaban los jóvenes con cara de pocos amigos. Es todo, se acabó. El corazón de Lís latía frenético, la respiración de Jay se agitó, tenía un arma, no tenía miedo de disparar a diestra y siniestra para salvar su libertad y la del amor de su vida.

Él mismo policía apenas estuvo a unos pasos de él, que aún seguía fuera del auto, cambiando su cara seria por una sonrisa amable al instante.

- Disculpe joven, ¿Tiene un encendedor? No sé dónde está el mío

Jay retuvo el suspiro de alivio que luchaba por escapar de sus pulmones, devolviéndole al oficial la sonrisa.

- Claro - musitó, palpando sus bolsillos hasta dar con el objeto y se lo extendió.

El policía sacó un cigarro para prenderlo y le devolvió el encendedor a Jay, dándole las gracias para alejarse luego. El mismo no perdió el tiempo para entrar al vehículo y partir.

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