☣CAPÍTULO 14☣

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         Me levanto de un salto, pero no soy capaz de mover mis piernas. Por largos minutos me quedo sentada, pensando si tal vez sigo soñando. Pero no. Otro estruendo, esta vez de un golpe. Un grito y una risa seca.

         Avanzo hasta la puerta y cuando la abro el aire gélido termina de despertarme.

         Al llegar al corredor las voces se hacen más fuertes. Una puerta semi abierta irradia luz en medio de las penumbras. Al asomarme, diviso la figura de Dale. Está atado a una silla, con el pijama puesto. Un grupo de hombres lo rodean, con armas en las manos.

         —¿Creíste que te saldrías con la tuya, mocoso? —Uno de ellos le escupe en la cara.

         —Ya no eres tan valiente, idiota. —Otro se ríe.

         —Te lo advertimos. Con el jefe nadie se mete. —El tercero avanza y le da una patada en el estómago, haciendo que Dale escupa sangre.

         Estoy horrorizada detrás de la puerta. Sé que no puedo hacer nada, pero tengo el impulso de adentrarme a la habitación y detenerlos. Sin embargo, una mano cubre mi boca y me atrae hacia atrás. Mi corazón se acelera con pánico hasta que diviso, entre sombras, el rostro impasible de Glenn. Sin soltarme, coloca su índice sobre sus labios, ordenándome guardar silencio. Luego señala hacia la izquierda, al balcón interno de la casa. Con temor, me acerco para contemplar al enorme grupo de hombres que se esparcen por el primer piso.

         —¿Qué está pasando? —susurro a su lado.

         —Un lío en el que se habrá metido —responde con el mismo tono.

         Un par de hombres suben por las escaleras. Glenn toma mi mano y me arrastra hacia el otro extremo. Avanzamos tratando de no hacer ruido, hasta llegar a un desván al fondo para bajar por las escaleras de servicio.

         Nos escabullimos hasta el salón principal, donde Dale esconde las armas. Veo a Glenn extraer todas las que puede y su maleta. Finalmente se gira para encararme.

         —Tenemos que salir de aquí —sentencia.

         —¿Qué? —respondo alarmada—. No. No podemos dejar a Dale.

         —Lo tienen rodeado, Meryl. Ni siquiera yo puedo con tantos.

         —¡Lo matarán! —alzo ligeramente la voz.

         —Nos matarán a nosotros si vamos por él —su voz es casi un gruñido.

         —No pienso abandonarlo —reclamo, apretando los puños.

         Lo veo exasperarse, intentar alegar algo, pero finalmente suelta una maldición y se rinde.

         —Ve por la puerta de atrás. Ocúltate en el jardín y no salgas hasta que aparezca. —Me mira de nuevo—. A menos que no lo haga. Entonces huye sola.

HOSPEDANTES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora