☣CAPÍTULO 17☣

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         Arriba del auto el espacio es tan reducido que me veo apretada en medio de Dale y Mila, por un lado, y de la mujer rubia que vista de cerca es más bien pelirroja, que carga en brazos a un pequeño de ojos verdes, grandes y despiertos, por el otro. Adelante, Glenn se inclina sobre la ventana, ausente, mientras el otro hombre maneja. Hemos dejado a los zombies atrás y ahora reina una calma abrumadora.

         —Entonces, ¿de dónde han salido? —rompe el silencio nuestro conductor.

         Al ver que Glenn no tiene interés en entablar una conversación, me apresuro a contestar.

         —Estábamos buscando provisiones. Igual que ustedes, supongo —inquiero.

         —Sí. Bueno, eso intentábamos, pero con la locura no conseguimos gran cosa. Si no hubiesen aparecido ustedes —sonríe con ironía—. Menos mal que hemos tenido suerte con esta chatarra.

         —¿Cómo terminaron con una horda detrás? —pregunto.

         —Mala suerte. —Se encoge de hombros, girando hacia una zona de edificios—. Tratábamos de conseguir piezas para auto, pero no advertimos el peligro. En realidad, estamos refugiados muy cerca de aquí. Es algo temporal, tratamos de hacer funcionar una furgoneta. Hasta el momento no ha habido suerte. También buscábamos acceder a ese supermercado, pero era demasiado peligroso... Aunque, creo entender que ustedes lograron entrar, ¿cierto?

         Me quedo en silencio, sin saber qué decir a eso, pero Glenn interviene por fin.

         —Sí. Ahora ustedes también podrán hacerlo, si tienen el coraje para volver allí, claro. Aunque con todos esos andantes rondando, no les aseguro que lo encuentren tan tranquilo como lo dejamos.

         El hombre suelta una risa jocosa.

         —No entiendo cómo lo consiguieron. Llevamos semanas planeando el atraco, y ustedes llegan de un día para otro y consiguen entrar tan campantes. Nada mal para un grupo de chicos, ¿no crees, Lottie?

         La mujer a mi lado se encoje mientras aprieta al pequeño en sus brazos. Advierto una mirada intensa posada sobre ella desde el espejo retrovisor. Los ojos felinos de Glenn refulgen curiosidad e interés en ella.

         —Disculpen a Lottie, no es muy habladora —comenta—. Su nombre es Charlotte. Yo soy Bernard. Y él es nuestro hijo, Elliot. —Miro al niño, que dormita en los brazos de Charlotte—. Hemos llegado —anuncia mientras estaciona el auto frente a varios edificios.

         Bajamos y nos adentramos a un departamento del primer piso. Noto que el espacio es reducido y está repleto de chatarra por doquier.

         —Lamento el desorden —comenta el hombre, adelantándose al pasillo—, pero no esperábamos visitas. Por cierto, veo que te gustan las armas —se dirige a Glenn, que trata de mantenerse al margen, cruzado de brazos desde el umbral de la puerta, pero su maleta repleta de armas no pasa desapercibida—. Yo también tengo una pequeña colección. Ven, pasa —lo llama con entusiasmo.

HOSPEDANTES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora