Los días nublados se habían vuelto algo habitual desde hacía un mes, pero el frío seguía siendo casi inexistente. A Willow siempre le había gustado el frío, la sensación de la brisa helada contra su piel y cómo los días grises parecían envolver el mundo en un manto de calma. Sin embargo, aquel septiembre se negaba a despedir el calor, como si el verano estuviera empeñado en quedarse. Aunque las hojas comenzaban a teñirse de tonos ocres y amarillos, el aire aún era tibio, casi sofocante para ella.
Willow estaba en el comedor, rodeada de papeles esparcidos por la mesa, intentando concentrarse en su tarea. Apuntes mal organizados, una libreta con dibujos al margen y un par de lápices mordisqueados formaban parte del caos que la rodeaba. Mientras buscaba un apunte entre el desorden, arrugó la nariz con frustración. "¿Por qué siempre tengo que dejarlo todo para el último momento?", pensó con cierto fastidio, aunque sabía bien la respuesta: simplemente no tenía energía.
La casa estaba en penumbra, y la lámpara sobre la mesa proyectaba una luz amarillenta que apenas alcanzaba a iluminar los rincones del comedor. Desde la ventana, el cielo nublado parecía reflejar su estado de ánimo. Afuera, las ramas de los árboles se mecían lentamente con el viento, pero no se escuchaba más que el débil crujir de las hojas contra los cristales. El silencio reinaba en la casa, roto solo por el rasgueo de su lápiz sobre el papel y el ocasional movimiento de su silla.
Willow hizo una pausa, apoyando el codo en la mesa y dejando caer la barbilla sobre la palma de su mano. Observó el reloj colgado en la pared: las agujas marcaban casi las diez de la noche. Era una hora tardía para seguir con la tarea, pero no había prisa; nadie la esperaba. Israel debía estar por llegar, y su madre, como siempre, trabajaba hasta altas horas en el hospital.
Un leve suspiro escapó de sus labios, acompañado de una fugaz sonrisa al recordar algo. En la esquina de la mesa, junto a sus notas, descansaba un ramo de flores secas que había recogido días atrás. Le gustaban las flores, no tanto por su belleza, sino por su simbolismo. El crisantemo en particular tenía un lugar especial en su mente. Había leído que en algunas culturas representaba la muerte y la inmortalidad. Ese pensamiento la inquietaba y la reconfortaba al mismo tiempo.
De repente, el ruido de la cerradura girando en la puerta principal rompió la monotonía del ambiente. Willow no levantó la mirada de inmediato, pero escuchó los pasos pesados y familiares de Israel acercándose por el pasillo. Su hermano siempre llegaba tarde, agotado, con el peso del trabajo y las responsabilidades sobre los hombros. Ella sabía qué hacía todo lo posible por estar presente, pero algo en su interior no le permitía sentirse completamente conectada con él.
— ¿Cómo vas con la tarea? ¿Te ayudo con algo? — preguntó Israel desde el marco de la puerta, su voz cansada pero tranquila.
Willow levantó la vista por un momento, evaluándolo con una mezcla de cariño y resignación. Su cabello estaba algo desordenado, y llevaba una mochila al hombro que parecía demasiado pesada.
— Si buscas llamar mi atención, no tengo tiempo. Hay algo de comer en el refrigerador, si quieres — respondió con un tono desinteresado, moviendo la mano en un gesto que indicaba que podía marcharse.
Israel suspiró, acostumbrado a esa frialdad. Sin embargo, en lugar de marcharse, se acercó y dejó la mochila sobre una silla — Está bien, seguro está bueno lo que sea que hayas preparado — Sonrió, tratando de aliviar la tensión — ¿Cómo estuvo tu día?
Willow dejó caer el lápiz sobre la mesa y se giró hacia él con un suspiro pesado — Estuvo bien. Tengo mucha tarea, así que toma tu comida y déjame trabajar, ¿sí? — respondió con cierta dureza, aunque su mirada traicionaba un leve destello de cansancio.
Israel asintió sin insistir más, caminando hacia la cocina. Mientras lo hacía, Willow volvió a concentrarse en sus papeles, aunque algo dentro de ella la impulsaba a levantarse y hablarle, pero no lo hizo. Afuera, el viento sopló con algo más de fuerza, y por un instante, el sonido de las hojas arrastrándose por la acera llenó el silencio que había dejado su hermano al salir del comedor.
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Crisantemo
Short StoryWillow es una chica bastante sencilla y poco expresiva que hace el mínimo esfuerzo por comunicarse luego de la muerte de su padre, su madre es enfermera, por lo que casi no está en casa; por otro lado, está Israel su hermano mayor quien además de as...