Era jodidamente irónico.
Rin, que tanta molestia llegó a mostrar alguna vez por ir a la heladería, ahora estaba fielmente cada tarde, con una sonrisa de lado a lado, sin queja alguna. A Len le gustaba verla tan feliz, pero no cuando en sus adentros sabía perfectamente que él no era la causa, sino el fastidioso nuevo peliverde.
Gumo se había integrado perfectamente al ambiente de Rin. Pronto se matricularía en la misma escuela, y ya cada tarde se encontraban en la heladería. Yukari también simpatizó rápido con él.
—Bien dicen que hierba mala nunca muere —comentó para sí mismo—. Y hasta el pelo de él parece hierba —dijo esto último en un susurro.
—Pareces una vieja murmurando refranes —bromeó Rin—. ¿Qué pasa, Len?
Rin no había olvidado aquella tarde con una escena terriblemente sospechosa. Recordaba a la perfección el doloroso rubor que atisbó en las mejillas de Len y Yukari. Sentía una incomodidad insoportable en su interior, pero también sabía que últimamente Len era víctima de toda la inestabilidad emocional que llevaba sufriendo, y no pensaba hacerlo más. También creyó que con la ineptitud social de su amigo, quizás este la necesitaría para ayudarle con su ligue; lo cual sería una tortura, pero menos mal que ella era otra inepta.
Y por esa razón, hizo su mejor esfuerzo y construyó su intachable fachada.
—¿Qui pisi, Lin? —imitó el rubio, con el codo sobre la mesa y su barbilla descansando en la palma de su mano. Rodó los ojos, acto que la rubia también imitó. Eran insufriblemente idénticos.
Eran iguales, hasta en su manía de no sincerarse en los asuntos más importantes. Len evadió la pregunta, y Rin, viendo su mala actitud, no quiso insistir más.
—¿Estos dos siempre son así? —preguntó Gumo a Yukari, con cierta incomodidad expuesta en su sonrisa. La tensión podía respirarse en el ambiente; Len llevaba cerca de media hora refunfuñando y haciendo muecas de enfado. Cada vez parecía alcanzar más su límite, y cada vez parecía más cerca de estallar.
—La verdad, Len se ha vuelto más insoportable estos días —confesó Rin.
—¿Más insoportable? O sea que siempre lo fue —concluyó Yukari entre risas. Rin sonrió levemente y asintió con su cabeza.
—No tienes que soportarme si no quieres —musitó, y ya con eso Rin tuvo suficiente.
El sonido brusco del repentino movimiento de Rin asustó a Len y captó su mirada que, hasta el momento, se encontraba clavada en la ventana. Al mirarla, la encontró levantada de su asiento, con las manos hecha puños y el rostro tenuemente enrojecido. Estaba molesta; Len supo que había cavado su tumba en ese instante.
Comenzó a balbucear intentando decir cualquier cosa que aligerara la situación, pero ya era muy tarde. Su boca producía incoherencias y Rin estaba realmente cabreada.
La rubia comenzó a rebuscar algo en su mochila. Lo hizo en gesto apresurado y tras encontrarlo, lo dejó con fuerza sobre la mesa.
—Así de enchilada me tienes —dijo haciendo referencia al chile que había colocado—. Roja y picantísima de rabia, no lo soporto más.
Y se fue, a paso firme, con Gumo yéndoselo detrás por si fuera poco. Le dolió saber que su compañía, en estos momentos le haría mejor que él. La había cagado, había sido tremendamente inmaduro y había decepcionado a su amiga más preciada, ¿ahora cómo podía resolverlo?
Comenzó a juguetear con sus manos, sintiéndose chiquito y con una vergüenza asfixiante. Sentía la mirada fija y preocupada de Yukari, más no tenía valor suficiente de mirarle.
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¡Déjate Querer!
Fanfiction«Nada es tan simple como parece» Un romance entre dos amigos, ¿qué podría salir mal? Nada, a excepción que hables de estos dos seres, tan terribles como tiernos. El color de cabello no es lo único que tendrán en común: su inexperiencia e inmadurez e...