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No sabía si era de día o de noche, pero sus párpados pesaban como si fuese madrugada. Fugo lo había obligado a comerse su pene asado hace unas horas, hubo llanto, vómito y mucho dolor, no se desangró por el simple hecho de que el albino supo contener la hemorragia, ahora había un agujero en donde debía ir su miembro. La depresión lo estaba ahogando, se sentía muerto en vida, como si estuviese en cuerpo pero no en alma. ¿Por qué le estaba pasando todo eso? ¿Por qué Fugo aún no le había dicho el error que cometió para provocar en él tanto repudio hacia su persona? Extrañaba a Buccellati, extrañaba su cálido abrazo, sus dulces palabras, su tierna personalidad, pero el verle de nuevo parecía un sueño lejano, su nueva vida era esa, una vida plagada de dolor, de sufrimiento, su nueva vida era peor que el infierno.

Fugo lo había desamarrado de la mesa antes de irse, sabía que su debilidad no le permitiría siquiera intentar escapar, por lo que ahora sólo estaba sentado en una esquina recargado en la pared. La herida de su estómago se había infectado, la piel alrededor se había vuelto negra, y del corte brotaba abundante pus, había matado a los gusanos uno a uno hasta desaparecer, sin embargo, la sensación de retorcerse dentro suyo no se esfumaba.

Había excretado y orinado, por lo que un fuerte olor llenaba la habitación.

Un crujido le hizo saber que su calvario continuaría, pero ya no sentía tanto miedo como antes, en su inocente mente Fugo ya lo había dañado todo lo posible, no habían más métodos de tortura según su cabecita.

-Narancia, es tu día de suerte. Al parecer ya me descubrieron. – mencionó sin borrar su sonrisa. – Por lo que esta noche me aseguraré de arrebatarte lo último que te queda. –

Observó como el albino se acercó lentamente hacia él, y arrodillándose, bajó su cremallera, exponiendo así el último método de tortura que lo seguiría por el resto de su vida. Los ojos de Narancia se abrieron como platos, sabía lo que pasaría ahora, había oído hablar de lo que los hombres acostumbraban a hacer, por lo que comenzó a temblar.

-¡No, no! ¡Fugo, no, no! ... -

Antes de poder gritar, las manos del contrario lo tomaron por el cabello y lo jalaron a su entrepierna, obligando a su miembro a entrar a su boca. De forma violenta su cadera lo introducía y lo sacaba repetidas veces, chocando con su garganta y provocando una sensación continua de nauseas, cada vez era más brusco, más duro, la saliva y la baba bajaban por el cuello del muchacho hasta encontrarse con el suelo.

-¡Siempre quise que me trataran como te trataban a ti, Narancia! – gritó entre carcajadas. - ¿Acaso yo no merecía cariño? ¿Por qué Buccellati sólo te abrazaba a ti? ¿Por qué sólo palmeaba tu cabeza? ¿Eh? ¡Dímelo, dímelo, dímelo! –

Narancia comenzó a asfixiarse, no podía respirar.

-¡Yo era menor que tú y aún así jamás me llamó por mi nombre! ¡Jamás me dijo te quiero! ¡Yo también quería su amor! –

La agonía era insoportable, sentía que se dislocaría el cuello.

-¡Yo quería ser *su* chico! ¡Yo también fui un buen niño! –

El miembro de su agresor de agrandó repentinamente y podían sentirse punzadas.

-¡Yo también merecía amor! ¡Y-Yo... yo...! –

Un líquido caliente inundó el estómago de Narancia, quien ya estaba inconsciente. El albino lo soltó y este cayó al suelo, llevó sus manos a su rostro cubierto de lágrimas y sollozó, ahora lo único que se podía escuchar por la habitación era el llanto repleto de dolor de Fugo.

[ ... ]

Pasos se hicieron escuchar por el pasillo, después de una gran búsqueda finalmente habían dado con el escondite del secuestrador. Apresurados corrían por la choza en donde les habían informado se escuchaban alaridos, hasta que entre todos los pasos escucharon un llanto, esto sólo hizo que Buccellati se agitara y sobrepasara a los demás. Se encontró con una puerta y, con el corazón a punto de salirse de su pecho, la abrió.

Jamás olvidará esa horrible escena.

Su niño, su pequeño Narancia estaba boca arriba en el suelo, de su boca corría un líquido espeso, su estómago estaba abierto y los nuevos gusanos habían reclamado su territorio. No tenía pantalones que le cubriesen su ausencia de miembro, y su cuerpo tenía varios agujeros. Todo esto por encima de un charco marrón de excrementos, orina, sangre y semen, el olor por poco lo hace vomitar, tuvo que recargarse en una pared cubriendo su boca para aguantar. En el rabillo del ojo pudo observar aquel que generaba los sollozos en una esquina, en posición fetal y cubriendo su rostro.

Estuvo a punto de perder la consciencia, pero debía ser fuerte, debía sacar a Narancia de ese agujero y llevarlo al mejor hospital de Italia.

Pronto llegaron Mista y Giorno al cuarto, y mientras Mista vomitaba, Giorno corrió sin dudarlo al cuerpo de Narancia, quien apenas respiraba.

Buccellati se dirigió a Fugo, quien murmuraba palabras como "no me veas" y "por favor sáquenme de aquí", sin embargo no se tentó el corazón ante su antiguo amigo, y tomándolo por el cuello de la camisa, lo miró directo a los ojos.

Fugo observó los orbes azules que tanto amaba, a pesar de la expresión de odio y sufrimiento que Buccellati tenía, Fugo sintió tranquilidad en aquel azul cielo que, sabía, jamás volvería a ver.

-Eres un maldito desgraciado, ¡ese niño era la persona más pura en este mundo y tu lo has profanado! Dame una sola razón para no acabar con tu vida ahora mismo. –

Su voz era la de un ángel, tan firme pero tan suave, tan dulce. Se preguntó si su venganza valió el no volver a tener a esa voz ni a esos ojos en su vida nunca más, se preguntó si, tal vez, aproximándose a él de otra forma pudo haber obtenido el cariño que tanto anheló por tantos años. Pero en el fondo sabía que no era así, Buccellati jamás lo hubiese amado, él sólo tenía ojos para Narancia, no hubiera importado lo que hiciera, Buccellati jamás hubiera sido suyo.

-Mátame, será un honor morir a tus manos. –

Dijo esto con una sonrisa cínica, pero había sinceridad en sus palabras, él de verdad sería feliz si es él quien acaba con su vida, esto sólo enfureció al contrario, que jamás comprendería los motivos ante tales atroces actos.

No dudó ni un segundo, un puño aterrizó en el rostro del albino, seguido por otro, y otro más en total fueron quince puñetazos antes de que los hombres que lo acompañaban le brindaran una navaja, la cual sin remordimiento alguno enterró en su estómago, formando lentamente una herida similar a la de Narancia, sólo que esta fue tan profunda que sus órganos se escaparon de su sitio, cayendo al suelo.

Durante este inhumano acto Fugo no emitió ni un solo grito, sólo gemidos ahogados, conforme con su destino. La muerte no tardó en llegarse, se convulsionó unos segundos antes de que su corazón se parara, una vez dejó de moverse, Buccellati, cubierto de sangre, se levantó y fue al hospital a donde minutos antes Giorno había partido con Narancia.

Where is Narancia? -FUGONARA- (EROGURO)Where stories live. Discover now