Capítulo 4

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No puedo sacar eso de mi mente, sus palabras han quedado clavas en mí. Creo que tanto golpe afectó mi juicio. Lo he evitado todo lo posible pero hoy ya no puedo. Una semana después de ese día emprendo un viaje con el y su familia. Se suponía que al inicio solo seríamos él , sus dos hijas su esposa, mi hijo y yo pero me encuentro con la sorpresa de que él estúpido de mi ex vendrá con nosotros. Me pone nerviosa un viaje de 6 horas en coche a su lado. No soporto su presencia. Intenté de mil y un maneras quedarme pero la familia nos esperaba. Aquí estoy sentada esperando a que ellos terminen de prepararse para subirnos al auto y salir de aquí. Espero un milagro divino o lo que sea para no ir al lado de Joey todo el camino.

Llegó la hora de subirnos al auto, eran las 4 de la madrugada, seríamos temprano antes del amanecer para llegar lo más antes posible. Seguía aún nerviosa por el viaje y el asunto de los asientos. Estaba a punto de subirme en los asientos traseros cuando mi suegro me detiene y los ojos de todos. En especial los de Elena.

— Tu irás en el asiento delantero conmigo, el niño irá en tus brazos – dijo mientras me abría la puerta del copiloto. – Elena – le dijo a su esposa – tú irás con las muchachas y Joey atrás.

Ella no parecía muy contenta la decisión de su esposo pero aún así no dijo nada y yo no lo haría tampoco por qué no quería estar cerca de su hijo. A dos horas del viaje todos en la parte trasera y mi hijo estaban dormidos. Solo estábamos despiertos el y yo. El amanecer dibujado en la carretera era precioso. Disfrutaba tanto la vista hasta que sentí su mano en mi rodilla y di un pequeño brinco. Cómo era posible que hiciera ésto? Mire hacia atrás verificando que nadie estuviera despierto y nos fuéramos a meter en algún problema por su acto.

— Te gusta el amanecer? – preguntó y sonreí.

— Si, es una vista hermosa.

— A mí también me gusta lo que veo – respondió y me dió un ligero apretón dónde estaba su mano y me hizo sonrojar.

Apartó la vista de mi y siguió en el camino. La sensación en mi pecho seguía ahí después de una hora más de viaje. Los demás despertaron y él siguió como si no hubiese dicho nada. Tal vez yo estaba dándole demasiada importancia a las cosas y León solo hablaba del amanecer.

Terminamos el resto del camino y llegamos a nuestro destino. Maldita sea. No había señal por ningún lado y no había manera de que le avisara a mi madre de que había llegado. Sería un fin de semana largo. Nos reunimos con la familia a comer y por la noche la cena se hizo en grande. Había música por todos lados. Los niños corriendo con los animales que ahí había en el corral. Yo me encontraba con las primas y la mamá de Joey. Me habían recibido de maravilla a pesar que sabían ya de mi separación. León no apartaba su vista de mi y cuidó que Joey no se acercara a mi en ningún momento y estaba profundamente agradecida. Desde nuestra separación no se había acercado a nuestro hijo en ni un solo momento y no es que yo se lo hubiese impedido, a él sencillamente no le importaba.

Llevé a Demian a la habitación que nos habían dado. Ya era tarde y él estaba agotado de tanto jugar. Lo dejé sobre la cama y me percaté que sus cosas seguían en el auto así que fui con Elena.

— Disculpe, el auto sigue abierto? Dejé la pijama del niño en el auto.

— Aún sigue abierto. León está sacando las maletas – me explicó, ve antes de que cierre el coche.

Así que salí al estacionamiento y ví al señor León ahí en la cajuela del auto. Mis cosas estaban en una pequeña mochila en la parte delantera del auto.

— Señor León. Necesito sacar la mochila de Demian. – expliqué – aún está abierto lo demás? La dejé en la parte delantera.

— Si aún está abierto hija. Toma lo que necesitas.

Caminé a la puerta y al abrir me di cuenta que todo estaba tirado en el suelo del coche. Estába demaciado oscuro aquí afuera y sería difícil tomar todo. Mi teléfono lo había dejado en la habíatacion así que no podía alumbrar aquí.

— Me lleva la ...– no terminé la frase por qué me dispuse a tomar todo muy rápido cuando la luz se hizo donde yo estába.

— No hay prisa niña – dijo León a mi espalda.

— Gracias – le respondí.

Levanté todo lo que tenía que sacar del coche. Lo puse todo dentro de la mochila. Quería ponerme de pie rápido ya que me daba un poco de miedo, era un espacio abierto con piso de tierra  y piedra y algún animal podría salir. Tal vez una víbora o algún alacrán. Tomé rápido mis cosas y me puse de pie cuando pise una piedra y por poco y voy a dar al suelo si no es que los brazos de León me sostienen contra él, cerca muy cerca de él. Y su teléfono fue a dar al suelo por sostenerme así que quedamos a oscuras de nuevo.

— Deberías tener más cuidado – dijo en voz baja – tanta belleza no debería de lastimarse.

— Cree que soy bella? – pregunté en voz tan baja como la de él.

— Eres preciosa – dijo mientras una de sus manos iba desde mi muslo a mi cadera.

Yo estába tan alterada, emocionada y a la vez confundida y mal conmigo misma por ésto que sucedía. No estaba bien, nada bien, pero se sentía todo lo contrario. Sus manos me producían un escalofrío por dónde pasaban, sentir el bello de sus brazos por mis palmas me gustaba. Se acercó más a mi hasta que una voz nos sacó de nuestra burbuja.

— León ! – gritó Elena desde la puerta – las chicas necesitan sus cosas.

— Ya voy ! – respondió él algo agitado y yo me separé tan rápido y corrí de vuelta a la habitación.

Por mera suerte no caí de nuevo. No miraba a ningún lado ni había luz pero necesitaba escapar de ahí lo antes posible. Llegué a la habitación, dejé caer la mochila al suelo y apreté mis manos contra mi pecho tratando de calmar al fuego en mi interior.

— Pareces estúpida que te sucede – a qué hora había entrado éste imbécil que no lo había notado?

— Nada, solo entre corriendo por qué – comencé a explicar – sabes que, no me interesa explicarte, que haces tú aquí? Pregunté.

— Por que aquí quiero dormir, eres mi mujer y aquí es donde debo dormir – dijo mientras se ponía de pie de la cama y se acercaba a mi – y más te vale no hacer un escándalo con mi familia aquí. Quieres quedar en vergüenza?

— Tu familia ya sabe que tú y yo estamos separados así que no tenemos por qué aparentar algo – dije mientras comenzaba a abrir la puerta para salir de ahí – así que puedes dormir con el niño yo iré a la sala.

Y cuando estaba punto de salir se lanzó hacia adelante y cerró la puerta haciendo ruido y yo quedando entre la puerta y su pecho. Estaba asustada, no quería demostrarlo pero el era como un animal que olía el miedo en su presa. Respiraba contra mi nuca y sus manos comenzaban a tocarme por todos lados y yo sentía náuseas y el estómago me dolía de tanto esfuerzo por no vomitar.

Comenzaron a tocar la puerta con tanta fuerza que sentía la vibración y estába agradecida de quien quiera que fuera estuviera ahí.

— Arlette todo está bien ? – dijo León.

— Joey ésta aquí dentro – me atreví a decir – no me deja salir.

— Joey abre la maldita puerta ! – grito su padre.

— No te metas, éste asunto es entre mi mujer y yo.

— Ella ya no es tu mujer hijo así que abre la puta puerta de una maldita vez antes de que olvide que eres mi hijo.

Eso hizo enfadar a Joey y puso el cerrojo en la puerta y me tomó contra el mueble. Al parecer no iba a desaprovechar un momento así el maldito cerdo. Con la cara contra la madera luchaba para que no me tomara de nuevo. El miedo de nuevo se alzó dentro de mi y grité. Grité asustada cuando los golpes en la puerta se hicieron más fuertes y se abrió. Se escuchó el sonido de piezas de metal chocando en el piso, el llanto de mi hijo y Joey siendo sacado de la habitación por dos de sus primos. Acomodé mi ropa de nuevo en su lugar tratando de evitar la vergüenza y el miedo hasta que el aroma del perfume de León me envolvió y me dejé proteger por sus brazos mientras todos los ojos habían dejado a Joey y estaban sobre nosotros. En especial los de Elena.

El padre de mi esposo [Terminada✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora