I. ¡La nueva camarada!

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Era una tarde agradable, a pesar de que el sol iluminaba las peculiares e improvisadas construcciones de Shibahama, el calor era mínimo gracias a las fuertes oleadas de viento que se dispersaban por cada rincón.

Una estudiante menuda caminaba hacia el edificio de Eizouken, sus pasos eran dudosos y lentos. A decir verdad, estaba emocionada por la decisión que había tomado: unirse al club de animación.

En cuanto había llegado a esa escuela, estaba ansiosa por poder unirse a un club de creación de anime, pero para su mala suerte, el único club dedicado a eso, tan sólo era de investigación; no hacían anime como tal. Por lo que se conformó tristemente con el club de arte, que, si bien no era lo que quería, le era suficiente con dibujar los más bellos paisajes que en algún momento le gustaría ver plasmados en algún animación.

Pero toda su vida cambió cuando a su club llegaron dos chicas bastante únicas en busca de trabajar en equipo. La presidenta del club de arte ya había declinado la solicitud de ayuda de parte de estas, porque eso sumaría más trabajo del que ya tenían en ese entonces. Aún sin contar con el apoyo del club de arte, aquel grupo de animación se las había apañado lo suficiente como para crear un cortometraje animado que dejó boquiabiertos tanto a la escuela entera como al consejo estudiantil.

Debido a este logro fue que la presidenta aceptó echarles una mano. Un momento que ella aún recordaba a detalle:

—¿Y estos agujeros? —preguntó su compañero, curioso, al ver los hoyos que yacían en las hojas.

En ese instante, su corazón dio un brinco, pues reconoció en seguida de qué se trataba todo esto. No obstante, trató de guardar la calma y permaneció en silencio.

—Son para las clavijas. —Contestó la más pequeña de las dos, quien portaba en su cabeza un sombrero con camuflaje militar que lucía gracioso y a la vez tierno en su portadora.

—¿Clavijas? —Su compañero Nakamura realmente desconocía este mundo que tanto le gustaba a ella.

—Bueno, verán, esté...

Al ver que la chica de nombre Asakusa -cosa que sabía ya que su alta compañera la había llamado así hace unos instantes- no podía explicar con precisión lo que tenía en mente, Kubo optó por interrumpir.

—Sostienen el papel para animación cuando se hacen los dibujos. —Señaló con su índice dichos agujeros, animándose un poco más de la calmada actitud que siempre emanaba. —También se usan para ver si los fondos y la animación están alineados.

La conversación entre Asakusa y los miembros del club de arte estaba teniendo un buen camino, a pesar de que Kubo no hablaba a menos que fuera necesario.

—Bueno, al menos debería rondar un vigilante, ¿no? —La presidenta y Asakusa chocaban un poco con ese tipo de opiniones que, si se tomaban en cuenta, podrían dificultar la elaboración del cortometraje.

Fue en ese momento que, la más alta de las dos invitadas y que además tenía puestos sus lentes encima de su frente, puso su fría mirada sobre Kubo.

Kubo la sintió al instante, esos ojos serios y sin pizca de alegría pesaban sobre su pequeño cuerpo. No podía hacer nada más que mantener su propia mirada sobre la mesa, pues el aspecto de esa chica le parecía algo intimidante; ni siquiera se había presentado. A lo que, para disminuir la tensión, decidió voltear a ver los papeles que la más pequeña señalaba y explicaba a sus compañeros.

Ese fue el día en el que comenzó a tener sentimientos encontrados. Ya tenía algo de tiempo trabajando junto a sus compañeros del club de arte, le caían muy bien. Pero no contaba con que de la nada se crearía otro club dedicado completamente a lo que ella tanto aspiraba: la creación de anime. Esto hacía querer dejar de inmediato su club, aunque eso le calaba un poco al cambiarlos repentinamente.

Más que camaradas (Eizouken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora