Era una de las pocas veces en la vida de Kanamori que ella se ponía tan nerviosa frente a alguien, claro, sin contar las veces que estaba con Kubo a solas.
Y ahí yacía ella, parada justo en frente del departamento de la chica de medias verdes, quien, de hecho, estaba justo a su lado.
Frente a ambas, se hallaba la madre de Kubo, la cual miraba divertida la tensión de la amiga de su hija.
—¿Me la vas a cuidar bien?
—Sí —carraspeó Sayaka, acomodándose la corbata—. No se preocupe.
La señora estaba lejos de estar preocupada, realmente confiaba en Kanamori, pues a pesar de su aspecto de matona, se veía que le importaba Kubo; y el que su hija tuviera amigas finalmente, la hacía muy feliz. Aunque no podía negar que se le hacía raro que fuera directamente con ella para pedir permiso de que su Kubo asistiera a la pijamada, le resultaba algo inusual.
—Entonces está bien —. Se hizo a un lado de la puerta, sonriente—. Pásenle, Kubo prepara una mochila con lo que sea que te vayas a llevar.
—Sí, mamá.
Las dos chicas se quitaron sus zapatos escolares en el recibidor, la señora se dirigió a la sala y se sentó mientras checaba su celular.
Kanamori le dio un vistazo al departamento, el cual pudo apreciar que se encontraba impecablemente limpio. Reconoció que era pequeño, pero tomando en cuenta que sólo ellas dos, Kubo y su madre, vivían ahí, supuso que era perfecto para ellas.
No tuvo mucho tiempo para satisfacer su curiosidad, pues sintió un pequeño jalón en su manga, igual que en el receso de ese día.
—Vamos, por aquí está mi cuarto—. Señaló Kubo, un tanto tímida, ya que no esperaba estar en esa situación con Kanamori tan pronto.
Sus pasos sonaron sobre la lisa madera, haciendo fricción con los calcetines. Las dos cruzaron la sala para entrar al cuarto.
Kanamori, al entrar, percibió un gentil aroma a lavanda que se deslizaba por sus vías respiratorias. El cuarto, igual pequeño, estaba bien acomodado. Justo como el de Kanamori, no tenía mucho que enseñar, a excepción de una vieja computadora que yacía sobre el escritorio, y unas cuantas pinturas de bellos paisajes colgadas en la pared.
—Reconozco esos colores, los hiciste tú —preguntó mientras Kubo sacaba una pequeña mochila de su clóset, junto con unas prendas—. ¿Verdad?
Kubo, sorprendida por el buen ojo de la productora del club, asintió suavemente.
—Son muy buenos, me alegra que te hayas unido al club de animación.
—Gra-gracias —Kubo sentía que se ruborizaba, así que se limitó a seguir guardando sus cosas.
La chica tomó un bulto de ropa y volteó hacia su camarada.
—Iré a cambiarme, no tardo —y así como salió, asomó su cabeza por el borde de la puerta—. Siéntate en la cama por mientras —dicho eso, cerró la puerta.
Kanamori podía llegar a ser muy valiente -o muy loca- cuando se trataba de alcanzar sus objetivos, así como la vez que ella misma rompió una de las paredes del edificio de Eizouken para "rescatar" a Midori y a Mizusaki, o como aquel día en el que se fue por toda una tarde para convencer al club de computación de que le vendieran una computadora potente por un módico precio.
Ella solía llegar lejos, todo sea con tal de poder cumplir sus metas.
Sin embargo, se hallaba tiesa e inquieta. La esencia de Kubo estaba impregnada por toda la habitación, y ella luchaba fuertemente contra su deseo por querer acostarse y perderse entre las sábanas de la cama de su camarada.
ESTÁS LEYENDO
Más que camaradas (Eizouken)
FanficKubo, la ahora ex-integrante del club de arte, al ver el potencial de Eizouken, decide probar suerte uniéndose al club. Lo que no se imagina es que podría llegar a entablar algo más que una coexistencia con una de ellas.