V. ¡Una inesperada invitación!

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El frío y dulce claro de luna cubría la singular ciudad de Shibahama, el silencio era interrumpido por los ecos lejanos provenientes de los pasos de una silueta alta, la cual se desplazaba tranquilamente por las calles laberínticas. Se trataba de una joven de lindas pecas que adornaban su afilado rostro, un cabello tan liso como el cristal y tan oscuro como la noche misma, cuyos ojos de pupilas teñidas de azul se miraban agotados.

La chica se detuvo frente a su propia casa, sacó de los bolsillos de su falda una llave sencilla y carente de llaveros para introducirla en la cerradura de la puerta y entró a través de ésta sin muchas ganas.

—Has estado llegando a casa más tarde de lo habitual, Saya-chan. —La recibió una chica parecida a Kanamori, sólo que con un aspecto más maduro que ésta. —¿Ya tan pronto están trabajando en otro proyecto?

—Sí, éste es más importante que los otros. —Contestó a secas mientras se quitaba los zapatos escolares en la entrada.

"Y nos pagarán mucho por ello", pensó ambiciosamente.

Kanamori, quien estaba algo adormilada porque ya estaba cerca de su hora de dormir, optó por encerrarse en su cuarto tan pronto como llegó a su casa.

—¿No cenarás algo?

—No, hermana. Hoy no tengo hambre. —Le dijo por detrás de la puerta mientras se desabotonaba su falda larga para luego desvestirse completamente y buscar en su clóset una de sus tantas playeras de talla extra grande que a ella tanto le gustaba usar como pijama.

Agarró el control del aire acondicionado y lo encendió. Esa noche quería dormir lo más cómoda posible. Últimamente había estado durmiendo muy poco por varias razones: como se acercaban las fechas de exámenes, los maestros encargaban demasiada tarea para compensar lo que no alcanzaban a enseñar, así como también sus llegadas tardías a casa por querer acompañar a Kubo hasta la de ella, quitándole un poco más del tiempo libre que ella solía controlar muy bien para no estar sufriendo por el sueño al día siguiente. Pero desde que Kubo había llegado a su vida, incluso su horario había cambiado, teniendo menos tiempo para hacer tareas, estudiar y, sobre todo, dormir.

Su gran y esbelto cuerpo cayó sobre la suavidad de su colchón como si de un tronco recién talado se tratase. Ni siquiera se molestó en acomodarse o meterse entre las cobijas, simplemente cayó rendida boca abajo.

"Debo darles orden a mis prioridades o terminaré pagándolo caro en mi productividad", pensó Sayaka antes de cerrar los ojos y ceder ante los laureles de Morfeo.

Estaba muy contenta con la llegada de Kubo, tanto así que incluso sus antiguas camaradas habían empezado a notar cambios en ella, la sentían más relajada y feliz de lo usual. Aunque eso sí, su desempeño académico podría empeorar si no administraba bien su tiempo, cosa que arreglaría una vez que el sol saliera.

A la mañana siguiente, Kubo se hallaba entretenida haciendo garabatos en las últimas hojas de uno de sus cuadernos de apuntes. En eso, la tradicional melodía del timbre resonó por los parlantes de las instalaciones escolares, indicando que ya era hora del receso.

Esa mañana, Kubo decidió dormir un poco más y no prepararse un bento, pues los exámenes estaban cerca y prefería aprovechar bien sus horas de sueño para que su rendimiento no se viera afectado.

Por lo que, sacó unas cuantas monedas del bolsillo delantero de su desgastada pero funcional mochila y se dirigió hacia las máquinas expendedoras de la planta baja.

"¿Leche de fresa o café?", se preguntaba a ella misma mientras jugaba con dos monedas de 100 yenes que sostenía en su mano derecha.

"Será leche de fresa, hoy dormí bien", dicho esto, insertó las monedas por la ranura de la máquina y se agachó ligeramente para recoger su producto junto con el cambio.

Más que camaradas (Eizouken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora