XIV • ⟨Pensamientos⟩

1K 211 11
                                    

El invierno se pasó peor de lo que el grupo hubiera esperado.

Vegetta, siendo más astuto y manipulador de lo que sus compañeros hubieran esperado, convenció a Rubius de mantener su forma animal gran parte de esos tres meses, accediendo a acariciarlo mientras descansaban y miraban televisión en el sillón; o dándole de comer cuánto quisiera. Eso llevó a que anduviera somnoliento y perdido por estar despertando cada tanto en lugar de hibernando, no siendo consciente de los saltos de las comida que se daba el joven, o la poca cantidad de horas que dormía por día. Ni hablar de que la puerta, por mucho que fuera golpeada con insistencia por parte de sus amigos, no se abría casi nunca.

La única forma de saber que seguían con vida era cuando Rubius se paseaba por el pueblo haciendo la compra con una lista escrita a puño y letra por Samuel; o cuando Alex iba a dormir a casa de Luzu o Willy y les contaba como iban las cosas por allá. Eso, y las pocas veces que Willy lograba colarse en la casa para encontrar a su mejor amigo sentado en el suelo de la habitación que alguna vez perteneció a Merlon, tratando de leer libros de magia antigua o simplemente mirando a la ventana con melancolía. Vegetta no reaccionaba que había alguien más en la casa hasta que lo tomaba en brazos y lo sacaba obligadamente de ese trance. Desgraciadamente, era uno de esos días.

Las preguntas no fueron respondidas, y aunque Guillermo quisiera agarrar a Vegetta y reventarle la cabeza contra el suelo por hacerlo preocupar tanto y después no abrir la puta boca para explicar, supo que si llegaba a ponerle una mano encima Rubius lo mataría. Ya no por un tema de amistad, sino lealtad. Pese a que era obvia la preferencia de Vegetta por Willy sobre cualquier otro, Rubius no le dejaría hacer a su gusto. Menos ahora que el de cabello negro se encontraba más débil que nunca.
Sabía que si salía de ésta, no volvería a verlo tan roto. Incluso si el propio Willy muriera en sus brazos, jamás tendría los ojos tan opacos y vacíos nuevamente.

De alguna forma, pese a lo tétrico del pensamiento, fue reconfortante saber que ahora que había tocado fondo, no quedaba otra que ayudarlo a subir.

Vegetta fue arrastrado al baño y obligado a ducharse, aceptando hacerlo solo de mala gana con tal de que Willy no estuviera parado a su lado viéndolo tal cual llegó al mundo.

Mientras tanto, Rubius se acercó a la despensa a ver qué tenían como para poder cocinar. Latas de tomate, estaba seguro de que había carne, algunos morrones, cebolla... Una vieja receta se le vino a la cabeza. En ese tiempo había aprendido algunos de los gustos de Vegetta, y sabía que todo aquello con gusto casero típico de abuela le gustaba muchísimo. Si hacía una buena salsa de tomate sabrosa y Willy lo ayudaba con las albóndigas, podrían levantarle el humor por medio del estómago. Además, estaba seguro de que estaría hambriento.

Y allí, la punzada de culpa lo invadió. La última vez que lo vio comer decentemente había sido varios días atrás. En el medio lo vió picotear frutas y algunas galletas, pero nada más. No podía creer lo desatento que fue.

Mientras tanto, en la otra habitación, Alex comenzaba a cansarse. Sabía que era una jugarreta de su mente, pero no le sacaba lo hartante. Sabía de sobra que no era el momento, pero no podía parar de culpar a Vegetta. En el fondo de su ser, estaba casi seguro que lo estaba viendo allí parado tan tranquilo viendo a Luzu jugar sentado en el suelo de su propia habitación. Lo culpaba por no dejarlo ir, aunque el viejo no parecía estar sufriendo, sino solo... Observando. Tenía que ser una ilusión; eso o era un jodido medium capaz de ver putos espíritus. Ve tú a hacerle creer eso al rey del escepticismo.
Sentía que en cualquier momento le daría un ataque de histeria.

Agotado mentalmente, decide levantarse, darse un respiro y avisar que irá a buscar algo de beber y comer. Luzu pausa el juego para ir a ayudarlo, al fin y al cabo es el dueño de casa, pero rechaza con amabilidad bajando sin darle más vueltas. Siente pasos detrás suya, pasos livianos, y sabe que es imposible que sea su amigo. Decide ignorarlo, demasiado acostumbrado a los ruidos extraños estaba ya.

Nacidos para encontrarse ; Karmaland4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora