“Au... Au... ¡QUE DUELE, COÑO!” Quiso quitar la mano, pero con la fuerza que Luzu aplicaba sobre él para que no se moviera fue imposible. Mangel, ajeno a los chillidos exagerados de su compañero, le quitó la jeringa con toda la paz del mundo para luego poner la muestra en un tubo de ensayo y cerrarlo correctamente.
“Mañana lo llevaremos a analizar. No es normal que haya adquirido ese tono, tendrías que habernos avisado antes, Rubiuh.” Reprochó Mangel, aplicando un ungüento natural, que Luzu había hecho, sobre la muñeca de su mejor amigo.
“Tendrías que habernos dicho cuando comenzó a oscurecerse, o al menos cuando te empezó a arder.” Lo reprimió también Luzu, acariciando su cabello suavemente en el proceso. “Podriamos haber hecho algo más, ahora toca esperar y que la crema ayude a mantener la enfermedad a raya...”
“Que no estoy enfermo joder. Debe ser una infección por clavarme una astilla o algo. Empezó a tocar los cojones en cuanto terminé mí casa.” Rubius rueda los ojos, agotado por tanto padre con el dedito acusador.
“Mira, las astillas pueden durar años en la piel. Ve tú a saber desde hace cuánto empezó a tomar ese color tan feo y gris.” Rubius le sacó la lengua, y Mangel lo imitó. Luzu rió con ganas.
Pese a lo que muchos podrían pensar, Karmaland no cambió mucho en esos años.
Si, años.
De hecho, las cosas ocurrieron más parejas de lo que se hubiera esperado. Y los chicos cada día estaban más convencidos de que, tal vez, su infancia y adolescencia no fue más que una mala jugada de un pobre anciano cuya mente fue consumida por tanta magia y libros antiguos.Afuera, se podía escuchar como Fargan y Willy corrían con Manolo, probablemente jugando y haciendo que el chanchito realizara más ejercicio que en toda su vida. Más tarde Luzu les haría un vídeo, sin duda un lindo recuerdo.
Y hablando de los reyes de Roma... El dúo explosivo irrumpió en el hogar, siendo perseguidos por la amada mascota de Luzu, quién llevaba una ramita en la boca a modo de espada. Los otros dos corrían en círculos huyendole al animal, pero solo lo justo para mantenerlo motivado y que siguiera jugando. Vaya, y eso que Fargan era el mayor de todos allí.
“A ver, a ver, a ver...” Se mete el castaño, alzando en brazos a Manolo, colocándolo boca arriba en sus brazos para poder rascar su pancita. “¿Qué te están haciendo estos cabrones, eh, Manolito?¿Te cansan mucho, no?”
“¡Venga ya, Luzu!” La queja de Fargan no tarda en escucharse, y el resto del grupo no puede evitar reír.
“No nos quites el entretenimiento Luzu, que no tenemos nada más para hacer.” Trata de negociar Willy, acercándose a su amigo y pasando una mano por la pancita de Manolo
“Claro, a costa del sudor de mi hijo.” Luzu le da la espalda queriendo parecer enojado, pero riendo. El dúo no se rendiría tan rápido.
“Bueno... Los dejo, chicos. Debo estar en la iglesia en una hora y tanto, y me gusta estar más o menos presentable.” Rubius se levanta de su silla, estirándose una vez de pie.
“Nunca entenderé por qué insistes tanto con eso. No creo que a los dioses realmente les importe, y cada vez menos gente asiste, Rabis.” Luzu siempre fue comprensivo con su amigo respecto a su gran devoción, pero era momento de que alguien tratara de explicarle.
“Lo sé, pero mí misión es otra.” Acomodó su hoodie bajando las mangas y colocándose la capucha. Desde que Mangel le había cocido esas orejitas color café en la capucha, procuraba tenerla siempre limpia y ponérsela para presumir el gran trabajo del menor. “Ademas, independientemente de qué tan seguido vengan, cuando sienten culpa siempre acuden al cura para que los libere de pecado.” Dice con cierto tono de reproche, recordándoles al grupo de tontos que ya sería hora de que se confiesen. Vaya uno a saber qué habían estado haciendo el último tiempo que no estuvo casi disponible.
“Que si, que si. Vete antes de que te secuestremos y te obliguemos a quedarte jugando videojuegos con nosotros.” Contraataca Mangel, quién se paró junto al chico para revolverle el pelo. “En menos de una semana tendremos resultados de la muestra. Procura cuidarte mientras tanto.”
“Que si, macho, que si.” Ríe tranquilo, caminando hacia la puerta. “¡Nos vemos!”
Ni bien recibió un '¡Adios!' general del grupo, salió de la casa de su amigo rumbo a la propia. Al entrar, Coringa se puso a saltarle al rededor en busca de la atención de su dueño, la cual, como siempre, recibió al instante. Aspiró profundo mientras acariciaba el cuello de su mascota, el aroma a madera que desprendía su hogar no terminaba de convencerlo, pero joder que se sentía cómodo allí. Le dió una palmadita en el lomo y Coringa siguió con su vida, subiéndose al sillón para continuar con su siesta. De tal dueño, tal perro dicen muchos. Decidió quitarse la sudadera y dejársela a un lado, el lobo siempre disfrutaba tener alguna prenda con su olor característico cerca. Podía entenderlo, su instinto lo hacía sentirse protegido.
Se colocó la sotana, acomodó un poco su cabello castaño y se quedó mirando en el espejo un rato.
Hoy estaba más decente que otro días a decir verdad, aunque solo fuera a estar en el confesionario sin ser visto. Da igual, los dioses verían el esfuerzo y con eso le bastaba.Salió de su hogar acompañado de su leal compañero, tal vez debió considerar traer más abrigo, pero no tenía ganas de volver a casa. Se las arreglaría. Además, la iglesia siempre parecía estar cálida y bien iluminada.
Serían cinco horas sentado, en su mayoría jugando con el celular salvo algún que otro "fiel" que viniera exclusivamente a confesarse y el domingo en misa no se le viera ni la sombra. Costumbre ya, pero no le quitaba lo molesto. De todas formas, ese era su trabajo, cumpliría con él.
•
Y de horas hablábamos, que se terminó quedando dormido en la silla, con Coringa a su lado hecho una bolita junto a su mochila. Se veía tan... Pacífico. La iglesia estaba en total silencio, la noche ya había caído y en todo ese tiempo nadie se atrevió a pasar por allí.
La figura sombría cerró la puerta del confesionario, confirmó que sus habilidades mejoraron mucho con los años cuando el lobo ni siquiera se movió en sueños.
Caminó hasta el altar con cierto aire a melancolía. Recordaba en su infancia que esta iglesia estaba destruida, con las paredes mohosas y el techo hundido por las lluvias. Aún así, en aquella época solía estar con gente siempre, independientemente de la hora del día. Ahora, pese a lo bonita y moderna que había quedado, estaba vacía.
Llegó hasta la ara, donde descansaba un libro con su título inscripto en letras doradas en la tapa. Se paró frente a los asientos, la sensación en el pecho no se iba. Tal vez... Era decepción. Esperaba llegar al pueblo ver qué había avanzado enormemente, que habían roto un poco todo ese mundo de reglas y límites. Hizo una pose extraña, inclinándose sobre el altar con la espalda doblada, los codos apoyados y la barbilla sobre una mano.
Decidió sentarse sobre el mármol, dándole la espalda a la puerta principal. Sonrío al ver el color de los cristales, no sabía que fue con intensión, pero mucha casualidad sería justo el verde y morado juntos.
Suspiró, sacando su celular y enviándole una foto a su compañero. El último tiempo estuvo más empeñado que nunca en que visitara Karmaland aunque fuera para revisar qué tal todo. Y principalmente, que viera como sus amigos habían crecido. Se bajó y decidió que era momento de salir, de volver. Fue una visita corta, y personalmente le gustaría quedarse unos días solo por curiosidad, pero Wakanda Oasis no podía quedarse tanto tiempo sola, y sabía que aún no era momento de volver. Los muros apenas se estaban alzando y sus noobs cada día aprendían más, por mucho que lo negara, ellos también lo salvaron de alguna forma cuando lo aceptaron en el campamento pese a la desconfianza.
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Nacidos para encontrarse ; Karmaland4
Fantasia//Un poco de SoulmatesAu mezclado con drama y romanticismo. Centrado principalmente en Vegetta y Rubius pero dando lugar a todas las historias secundarias que se desarrollarán con los demás miembros. Si encuentro tiempo e inspiración haré más libros...