II

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Perla sabe que tiene una fama, siendo una de las pocas brujas y piratas que ha llegado a ser temida en los siete mares.

Le gusta ser temida, y por esa razón le impresiona que el joven no tema por su vida.

Mientras la pareja poco común que acaba de conocerse toma una copa de ron a un lado del bar. Los hombres los miran asombrados, ninguno de los presentes jamás se había acercado a la mujer por el odio que botan sus ojos azules. Todos la ven como la mujer más hermosa, pero a la vez más inalcanzable y peligrosa. Además, que ese joven con aires de humildad no ha salido corriendo despavorido como el último.

Aunque al último que se le acerco a hablarle había terminado sin un par de dedos.

- te lo volveré a preguntar una última vez. ¿Qué quieres de mí? – pregunta la mujer, arreglándose el escote, donde los senos parece que se van a salir en cualquier momento –aprovechando de eso para que el príncipe mire en esa dirección - y acomodándose bien para no morir asfixiada por el corsé que le deja una cintura diminuta.

Christopher nota la indirecta.

- todo lo que pueda conseguir. – eso basta para que la mujer con toda una galaxia en sus ojos se levante y tienda su mano para que el joven la tome y salgan de ese bar de mala muerte.

Caminan a paso rápido hacia una pequeña casa, ¿acaso las brujas comunes viven en casas normales? Se pregunta Christopher. Pensaba que las brujas Vivian en pequeños cuartos con cabezas vudú en las paredes y todo de colores negros y grises, pero se da cuenta que no es así.

Por dentro es más lujosa de lo que parece por fuera, además que tiene un tamaño considerable para ser solo de una mujer. No quiere sonar machista, solo se refiere a que para estar sola tiene una casa muy grande.

- Tiene un hogar muy acogedor. – habla el joven.

Cuando vuelve a mirar a la mujer, esta está solo con su ropa interior, llegando el vestido de color blanco hasta sus tobillos y ve como ya no lleva el corsé, pero aun así tiene un cuerpo envidiable, con las curvas en los lugares correctos. Ni siquiera la Doncella de mejor posición en Singapur tenía un cuerpo tan envidiable como el de la mujer.

- no me gusta dar vueltas a una decisión, simplemente me gusta ir al grano. – habla la mujer.

Christopher se acerca para besarla, los labios de color rojo lo atrapan como un imán, como si estos fueran los únicos labios que lo han llamado en su corta vida.

Perla siente como su mundo gira en torno al muchacho, ahí está la conexión de la que su madre le hablaba, la que te dice que con los ojos puedes ver el alma, y con la boca puedes poseerla para que sean uno solo.

Torna el beso violento cuando el joven la toma de las caderas.

Christopher se detiene de golpe, dándose cuenta que está faltando el respeto a una mujer. Por más pirata o bruja que sea, es una dama.

- perdonadme por favor. – le dice, intentando arreglarse un poco el cabello y listo para salir.

Perla no lo deja, ahora que ha sentido un solo beso, quiere más. Como si esto fuera lo correcto.

Toma las solapas del traje del hombre, atrayéndolo a su boca de nuevo.

La pareja de amantes se besa como si no hubiera un mañana.

Las ropas finas son desgarradas por las uñas de la mujer, tirándolas de un lado al otro, las ropas interiores de ella igual son sacadas de su cuerpo, siendo tiradas a un costado de la habitación.

Las velas de la habitación son pocas y eso hace que todo se vuelva más íntimo.

Christopher recuerda la primera y última vez que estuvo con una mujer, todo por exigencia de su padre, y de regalo de 18 años, le había dado una mujer. Fue la primera vez que vio más que los tobillos de una dama.

Mientras que Perla había estado con un capitán español estúpido y con pocos honoríficos por capturar piratas, había terminado por matarlo, si no lo hacia ella, él la iba a matar al terminar el coito.

Christopher la recuesta en una cama grande, no tanto como la suya, pero si lo suficiente como para que ambos duerman de forma cómoda.

El príncipe se impresiona ante el pensamiento de "dormir".

La mujer deja de besarlo y pasa a su cuello, mordiendo de forma leve, excitándolo más.

Ambos, sin mucha experiencia, sienten los nervios a flor de piel.

Ella toma el pene en una de sus manos, sus largos dedos apretan un poco el miembro del príncipe, y mira su rostro, buscando algún rastro de dolor o incomodidad, en vez de eso, ve satisfacción y comodidad.

Él también decide tocar un poco el lado de su cuerpo que necesita atención.

Lleva su mano a la zona sur del cuerpo de piel tersa y siente como en su vagina hay líquidos viscosos y la zona está más caliente.

Quiere entrar ahí.

Deja que ella juegue un poco más y el también lo hace.

Christopher mete los dedos en la cavidad con calma, siente como lo apreta y comienza un vaivén lento con sus dedos, busca ese nervio que les hace perder el control a las mujeres y masajea un poco de él. Ella se apreta más alrededor de los dedos del príncipe y ya sabe que tocar cuando él este dentro de su agujero.

Perla se remueve encima de las sábanas blancas como si un demonio se le hubiera metido, nunca había sentido tanto placer en su vida.

Todo su cuerpo se tensa y luego se libera, no sabe que acaba de pasar, pero se ha quedado sin aliento y su corazón late muy rápido.

- eso fue muy intenso. - susurra la mujer en el oído del príncipe.

Christopher gruñe al sentir todavía como Perla mueve su muñeca mientras sigue apretando su pene.

- quiero sentirte. – pide la mujer.

Christopher se aleja de su mano, y se posa en medio de sus piernas, ve como la zona intima de la mujer tiene varios vellos en la zona, el líquido blanco que tiene está esparcido en los rizos morenos hace que la zona se vea...apetitosa.

Christopher se pone más atrás y se inclina.

- ¿Qué haces? – la pregunta sale de los labios rojos de la mujer y entonces siente como la lengua caliente del hombre lame en medio de sus piernas.

Christopher pone sus brazos debajo de los muslos de la mujer y entonces oculta su rostro en la zona intima.

No sabe ninguno de los dos que hace el otro, pero a ambos les gusta.

Perla siente como se tensa de nuevo, solo que esta vez la liberación es mucho mejor que la anterior.

Nunca se ha sentido tan débil e insaciable en su vida.

Christopher deja de lamer en cuanto ve que ya no hay ningún liquido blanco en el hueco de la mujer, solo su saliva que cubre la mayor parte de la intimidad de la mujer. Le gusta la vista de los labios morenos de la mujer.

Sube de nuevo por el cuerpo de Perla y se pone en el lugar correcto, mirando los ojos azules de la mujer se mete en el apretado agujero gruñendo.

- Con cuidado. – susurra la mujer en su oído mientras sus piernas envuelven las caderas del príncipe y sus brazos rodean el torso del hombre.


LA BRUJADonde viven las historias. Descúbrelo ahora