Durmiendo

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Entrar al cuarto de Gon y Killua sin permiso era peligroso. 

Leorio en más de una ocasión los había atrapado en medio de una cama rechinante o un blow job, a veces simplemente una sesión de besos calientes contra la pared, y aun así no aprendía a tocar la puerta. 

Y ni siquiera era necesario entrar a su habitación para ser testigo alguna vez de sus juegos; cualquier parte de la casa o incluso un lugar público lo suficientemente estrecho era un perfecto parque para ellos. 

Al principio todo eran gritos afeminados y saltos para todos lados con la vergüenza hacia donde sea que vieras. Los niños apenas exploraban su sexualidad a eso de los 15 y naturalmente terminaban abochornados tanto entre ellos, que el que los atraparan era igual a ahogarse en su propio libido que no salía por la pena. 

Y ahora… Literalmente parecía motivarlos a ir más duro o algo así, o ya sea que ni cuenta se daban o a veces le aventaban algo para que se fuera y los dejara solos. Nunca podrá olvidar el rostro de Kurapika cuando vio al par de adolescentes de 17 años revolcarse sobre el sofá de LA PROPIA CASA DEL RUBIO, estaban tan ensimismados que el Kuruta tuvo que lanzarlos bruscamente para que se percataran de que no estaban solos. Fue vergonzoso para todos el sermón que terminó soltando el andrógino y el hacer que le compraran otro mueble. 

Es por eso, que tras unos 7 años de relación sumamente activa sexualmente, y saberse hasta los tiempos donde tenían más acción, Leorio no podía creer que a la media noche ese par de conejos sólo se encontrasen durmiendo tranquilamente y otorgándole una de las vistas más tiernas al hacer cucharita, que, jamás pensaría que a sus 21 años tendrían más vida sexual que él a los 28.

Cómodamente abrazados y las frazadas cubriéndoles hasta el cuello ante esa época tan friolenta del año. Parecían tan calmados que una especie de satisfacción paternal comenzaba a inundarlo. Lo único que se escuchaba en la habitación eran respiraciones pausadas y suaves, sorprendentemente no un montón de gemidos o resortes quejándose. 

Una sonrisa cariñosa se alojó en su rostro, buscando su celular en el interior de su bolsillo con la intención de tomar una fotografía e inmortalizar tan adorable momento. Lo desbloqueó y dedeó la app, finalmente dando en el ícono en la parte inferior y tomar la fotografía. 

Ouh… Shit, olvidó quitar el flash

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Ouh… Shit, olvidó quitar el flash. 

Se quedó congelado cuando vio a ambos removerse ligeramente. Miró hacia todas partes buscando huir pero sin atreverse a moverse, sólo entrando en pánico por dentro cuando Gon comenzó a levantarse lentamente. 

—¿Leo…? —La vocecita adormilada de Gon hizo que mirara hacia él nuevamente. Sólo levantó un poco su torso y pudo darse cuenta de que estaba desnudo. Lo notó detenerse repentinamente con una ligera exaltación y un pequeño rubor que se asentó en sus mejillas—. Uh… ¿podrías salir?

Ante esto parpadeó unos momentos, para después reaccionar y ponerse recto, sonriendo nerviosamente y rascando su nuca avergonzado. 

—¡A-ah sí! L-lo siento, yo ya…

—¡Oh! No te lo decía a ti —poco a poco su voz recuperaba su tono natural—. Hablaba de Killua…

—… ¿Eh?

¿Por qué quería que Killua saliera? ¿De qué estaba hablando? 

—¡Killua! 

Aquel quejido lo volvió a la realidad, haciéndole mirar a un Gon sorpresivamente muy sonrojado. ¿Qué--

—¡Killua te dije que sali-- Aah! ¡No seas grosero! 

Pudo escuchar la risa divertida en el albino, desconcertándose cada vez más.

—¡Killuaaah a-ahí nooommhn~! ♡

Y ahí Leorio comprendió, que era hora de irse. 

 

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