II

126 10 0
                                    

Estaba en mi recamara arreglándome para irnos a festejar. Esta noche, decidí usar mi vestido favorito y el de muchas víctimas. Era color coral, ajustado y un escote que dejaba al descubierto mi espalda, usaba unas zapatillas color beige. Mi cabello lo llevaba suelto con unas ondas en las puntas.

Se sentía bien no tener que llevar peluca, ni pupilentes de color, ni tener que hablar con un acento extranjero, sólo era yo. Terminaba de maquillarme cuando tocaron a mi puerta —pase— dije

—Hola hermanita—era Eitan— ¿ya terminaste? —preguntó desde la puerta

—Sí—respondí —estoy en eso.

Vi por el espejo como arqueó una ceja cuando me miró

— ¿Vas de fiesta o de casería?

Reí

Tomé un cojín de mi cama y se lo aventé justo en la cara.

—Sólo era un chiste, te ves preciosa— se acercó y me dio un abrazo

—Ya no sigas que me vas a hacer llorar y serás el responsable de arruinar mi maquillaje—le dije en modo de broma

Él sonrió

— ¿A qué has venido?

Él no suele meterse a mi recamara, al menos que tenga que decirme o darme algo importante

—Viene a traerte esto— me dio una pequeña caja dorada — ábrela— habló entusiasmado.

La tomé, abrí la pequeña caja y al ver su contenido, mi reacción cambio por completo. Era una cadena con la inicial de mi nombre envuelta en una enredadera de espinas. Hecha de oro blanco — ¿Por qué me das esto?— le pregunté

—No había tenido la oportunidad de dártelo, sé que eres una chica fuerte Nina y quise darte algo que lo representara.

—Gracias, Eitan. Sé que muy pocas veces te lo digo, pero en verdad gracias por todo. Por cuidarme y protegerme

Era un gran hermano, me había protegido de todo y era algo por lo que siempre iba a estar agradecida.

—Sabes que no te protegí de todo— su voz sonó triste —ese día, llegue demasiado tarde, él te hizo daño. Pero lo hicimos pagar a ese ingrato que...—

Lo interrumpí, no quería que siguiera, Habían pasado años y aun no se perdonaba lo de ese incidente.

—No sigas, sólo te haces daño al recordarlo. Yo ya lo olvidé—mentí —y tú deberías de hacer lo mismo— sonreí. En realidad nunca lo olvidaría, era algo que viviría conmigo el resto de mi vida. Siempre estaré marcada, gracias a ese hombre.

—Lo siento, hermanita—me abrazó

—Mira el lado positivo de las cosas, Eitan, si eso no hubiera pasado tal vez nunca hubiéramos conocido a Annie y Michel y hoy estuviéramos durmiendo bajo un puente o tal vez muertos; fue parte de nuestro destino.

—Eso nunca hubiera pasado, si no hubieran matado a mamá y papá— cada vez que hablaba de la muerte de nuestros padres su voz se llenaba de odio y rencor.

—Olvida tu odio por esta noche. Por favor, hazlo por mí— le sonreí

Michel se recargó en el umbral de mi puerta

— ¿Listos?— preguntó

—Si— conteste al verme se quedó sorprendido.

—Cierra la boca o te entraran moscas— le dijo Annie al pasar —Te ves hermosa Nina—

—Gracias y tú te ves sexi—le guiñé un ojo

—Eso es exactamente lo que quería.

—Esperen un minuto— dijo Michel— hay algo que no me cuadra

— ¿Qué es?— le pregunto Annie

— ¿Van a divertirse o van a conseguir una nueva presa?— preguntó Michel en tono de broma. Annie lo golpeó en el brazo

—A divertirnos, pero no está de más ir bien vestida. Nunca sabes a quien te puedes encontrar— respondió Annie al arquear una ceja y besar apasionadamente a Michel. Al parecer tampoco dormiría, escuchado sus gemidos.

—Muy bien, vámonos— intervino Annie, muy entusiasmada

****

Llegamos al lugar en el Mustang que Eitan se compró hace tres semanas. Nos sentamos en una mesa que nos dio el mesero, al cual Michel le dio una muy buena propina

—Gracias— sonreí, él se puso nervioso —de.. de.. nada señorita, es...toy para serviles— tartamudeó

—Eres irremediable— comentó Annie—pusiste nervioso a nuestro mesero

—No es culpa mía. Yo sólo le agradecí por darnos una muy buena mesa.

El joven de unos veinticuatro años regresó con la carta para ver que ordenaríamos,

—Nos traes una botella de champagne bien fría y cuatro copas—le dijo Michel sin ver la carta

—Enseguida, señor

Él se fue

— ¿Champagne?— arqueé una ceja. Ya que solamente bebíamos eso cuando celebrábamos algo.

—Sí, estamos celebrando tu cumpleaños, recuérdalo. Y que mejor forma de celebrar que con una botella de Champagne

A los minutos llegó el mesero con nuestra botella y las cuatro copas, sirvió a todos y se fue —por un futuro lleno de riqueza— Michel al levantar su copa.

—Y por seguir como hasta ahora; sin ser atrapados— continúe

—Salud— los cuatro chocamos nuestras copas.

Estafado AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora