XXV

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Eitan me miraba esperando su respuesta. Sentía sus ojos fríos y distantes sobre mí. Se levantó para dejarme pasar.

— ¿Qué es lo que quieres que te diga? —comencé a subir las escaleras para ir a mi habitación y bañarme.

—Todo, con lujo de detalle.

— ¿Todo? —me detuve y giré para verlo. Arqueé una ceja.

—Sabes a lo que me refiero.

Solté una carcajada.

—Sabes la respuesta, Eitan—lo miré fijamente, él me sostuvo la mirada — ¿Quieres saber los detalles?

Negó con la cabeza.

— ¿Encontraste algo?

Quería decirle que encontré esa puerta en el armario, pero no era momento para decirle.

—No encontré nada

—Demonios—maldijo — ¿segura?

—Sí—mentí —busqué en todos lados, pero no encontré nada fuera de lo ordinario, ni siquiera vi una caja fuerte.

—Las próximas veces que te lleve, mientras duerme busca en toda la casa, si es necesario, duérmelo, porque estoy seguro que ese infeliz esconde algo.

Estábamos de acuerdo, ambos sabíamos que Adam escondía algo.

Subí a mi recamara, no quería seguir hablando con Eitan, no quería que me enredara en su labia y me sacara más información de la que yo quería decirle.

Me di un baño para relajarme, quería quitarme el aroma que me dejo en la piel. Esa noche dormí profundamente, soñé con besos salvajes, caricias dulces y sensuales, ojos café claro y respiraciones agitadas.

Desperté temprano, me puse un vestido entallado, con un saco blanco y zapatillas del mismo color. Con una media cola, y ondas en el cabello suelto. Me maquillé dando énfasis a mis ojos color café avellana. Subí a desayunar, ahí estaba Eitan.

—Tomas tu papel muy serio— indicó al verme

— ¿Por qué lo dices?

—Mírate, te ves ardiente

Lo miré sin expresión. Arqueé una ceja

—Tengo que ir presentable, hoy va un posible inversionista. Si decide hacer negocios con nosotros, será muy bueno para la empresa y eso a ti, a él y a mí nos conviene ¿no lo crees?

Se quedó callado y siguió desayunando. Le gané, sabía que tenía razón por eso no dijo más.

Tomé un poco de jugo, una manzana y bajé a mi recámara para ir por mi bolsa para irme a la empresa.

— ¿Quieres que te lleve?

Asentí

—Te veo, abajo, en dos minutos.

Tomé la bolsa que tenía en la cama, bajé y me subí al Mustang de él. Todo el camino fue callado. Llegamos a la empresa. Me tomó de la muñeca cuando estuve a punto de bajarme

—Adam es muy afortunado en tenerte como su novia y asistente, porque también eres muy lista. No cualquiera habla tres idiomas y muy a pesar de nuestro plan, ese Jones es un tipo con suerte.

Sonreí

—Te quiero, aunque me hagas hacer esto

—Yo también te quiero. Sé que muchas veces suelo ser egoísta y te hago sentir como si sólo te utilizara para mis planes, pero no es necesario que te diga que siempre serás mi hermanita y pase lo pase con este plan siempre estaré contigo y te protegeré de todos y contra todos—me soltó

Le di un abrazo

—Anda bájate del coche, sino, Adam no tendrá listo su café.

Reí.

Me bajé del coche, él se fue y yo subí hasta el piso veinte, el cual me ataba a esta empresa, porque la razón que lo hacia se encontraba ahí.

Prendí la computadora, para checar si tenía algún correo. Fui a la cocina a hacerle su café a él. Regresé, chequé el correo, pero no había alguno. Le dejé su café en el escritorio.

Tenía, aproximadamente, cinco minutos para revisar la oficina. Comencé a revisar los gabinetes, cajones, detrás de cuadros, hasta que encontré algo. El librero había una pequeña puerta que pasaba desapercibida para todos, pero no para mí. Quise abrirla, pero tenía llave, como era de esperarse. Así que busque en los cajones, pero nada, no había ninguna llave que pudiera abrirla.

Entonces, recordé la llave que Adam se guardó en el saco, días atrás. Esa debía ser. Tendría que poner en práctica lo que me enseñaron como ladrona.

¿Cómo robar de los bolsillos de los demás sin que ellos sientan? Esa fue la primera lección que Michel me enseñó. Lo recuerdo bien, fueron días en los que trataba y trataba hasta que por fin conseguí hacerlo bien. Eso me ayudó mucho, porque las victimas nunca se imaginaron que yo lo haría.

Salí de la oficina. Fui por un café para mí, salía de la cocina, cuando Adam apareció detrás de las puertas del elevador.

—Buenos días—sonrió — ¿cómo amaneciste?

—Hola— dejé mi café en el escritorio —bien ¿y tú?

—De maravilla. Toda la noche estuve soñando contigo, reviviendo cada segundo— me tomó de la cintura, me acercó a él y me besó con pasión.

—Tuviste una noche interesante— sonreí pícaramente—ya tienes listo tu café en el escritorio y está todo listo para cuando llegue el licenciado Nicholas Miller, ¿quieres que prepare la sala de juntas?

—Si me hace el favor, señorita Harris.

Asentí

— ¿Algo más, licenciado?

—Sí

— ¿Qué más se te ofrece?

—Esto— me besó tiernamente en los labios —la verdad no creo que resista estar contigo todo el tiempo, sin sentir la necesidad de tenerte entre mis brazos.

—Tienes que poder. Recuerda que hoy viene Nicholas y nadie sabe nada sobre nosotros.

—Lo sé, pero es porque tú lo quieres así. Por mí, lo gritaría al mundo

Me quedé callada, decirle al mundo que él y yo éramos pareja no era bueno. Podrían sospechar y arruinarían el plan

—Sólo somos nosotros por ahora. Es lo que debe de importar— lo besé tiernamente. 

Estafado AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora