Pequeniño

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 Gastón sale de su departamento de veinticuatro metros cuadrados en Parque Patricios*. Tiene una entrevista en un centro cultural municipal en Paternal*, no está seguro de cómo le vaya a ir, pero confía en su carisma. Además, su amigo Fabián, que es profesor de teatro, les había dicho a todos que era un extraordinario artista, todo un maestro.

Sube al colectivo*, paga y se coloca las dos manos en los bolsillos de sus jeans. Se asegura de siempre estar en contacto con su celular. No quiere volver a repetir esa escena en la que corría en una estación de subte y gritaba "¡Pará! Ese celular vale más que todos los muebles de mi casa juntos".

Baja en la parada y corre las cuatro cuadras que le faltan para llegar, al ver que el reloj del celular ya marca la hora.

Centro Cultural Pequeniño

— Hola, soy Gastón Fredes. Vine por una entrevista. —dice agitado apenas entra al lugar—.

— Es la primera puerta a la izquierda. —contesta la secretaria—.

Gastón ingresa a la sala. En ella hay una mesa y dos personas sentadas detrás, más o menos de unos cuarenta y pico de años.

— Hola Gastón, yo soy Carina, él es Juan Pablo. Te invito a que te sientes, por favor. 

— ¿Qué tal? Un gusto. —contesta mientras se sienta—.

— Bueno, contanos un poco sobre qué actividad querés proponer. Lo único que sabemos sobre vos es que terminaste la secundaria y que trabajás desde hace tres meses en un Mc Donalds. Pero te contactamos porque Fabián no para de insistir con que sos un capo* y tenés que estar acá. —habla Juan Pablo—.

— Me gustaría ser profesor de autoayuda. 

— Pero no sos psicólogo. —agrega ella—.

— Pero tengo conocimientos útiles. 

— ¿Y qué opinás sobre la teoría de Freud? 

— Tremenda boludez*, todo lo relaciona con el ano. Y nuestras vidas son horribles porque nos dieron mal la teta. —dice Gastón levantándose de la silla—.

Juan Pablo se pasa la palma de la mano por su cara. "Esto es terrible" piensa.

— ¿Y tenés experiencia en algo? —pregunta Carina—.

— He ayudado a varias personas por internet. Creo que ya me estoy convirtiendo en un experto en ayudar a gente que está en una ruptura y como con... depresión extrema. También sé cómo preparar una Big Mac, poner gaseosa, papas fritas, trapear el piso de los baños y que existe una ley que ya no permite vender sorbetes. 

— Bueno, supongo que... ¡genial! Y ya que hablaste de internet, ¿tenés Instagram? ¿Cuántas personas te siguen? 

— Dos mil. Y yo sigo a unas doscientas. Aclaro por las dudas. 

— ¿Y qué has hecho durante todos estos años además de trabajar por unos meses en un Mc Donalds? Digo porque acá dice que tenés veintisiete años y seguro cualquier pibe de dieciocho está más capacitado que vos. —dice Juan Pablo—.

— Les hice creer a mis padres por casi diez años que estaba estudiando abogacía e iba a seguir el camino de mi madre y mi abuelo. Así que me mandaban plata y vivía tranquilo en un departamento que tienen acá en Capital. Ellos viven en la Patagonia, así que fue bastante fácil hacerlo por tanto tiempo. Pero bueno, soy así de sincero porque luego de que me echaron y tuve que empezar a alquilar, reflexioné sobre mis acciones y ahora soy un nuevo yo, lleno de energía. 

— Con razón es un chanta*, ya viene de familia de garcas*. —susurra Juan Pablo—.

— Ok, bueno, bien. ¿Y hay algo que vos desees agregar? —pregunta Carina—.

Gastón comienza a caminar por todo el salón. Piensa algunos minutos, como si no estuviera en frente de otras dos personas, y luego vuelve a la realidad.

— Sí, lo que quería decirles es que ¡quiero cambiar el mundo! Y eso comienza haciéndoles sentir a las personas que pueden ser felices. Que se puede encontrar algo de paz a pesar de que el mundo cada vez sea peor. Y sobretodo, que no está mal demostrar tu disgusto, ni siquiera en el arte. ¡Y no me importa esa estupidez de que eso es subjetivo! ¡Miren! ¡Yo quiero mejorar el mundo! —saca su celular y se los muestra— Eliminé de mi teléfono un disco de Arjona. —hace una pausa— En realidad me hubiera gustado traer un disco de verdad y tirarlo al piso o a un tacho de basura, pero estoy muy ajustado con el presupuesto. 

— Ok Gastón, tu reflexión me ha dejado sin palabras. No sé muy bien qué decirte, pero en conclusión, sos un chanta. —dice Juan Pablo—.

— Sí, es un chanta, pero es genial. Tiene todo lo necesario  para hacerse famoso en las redes, ganar guita* y traerle publicidad al centro. Acá ganamos todos. —agrega Carina—.

— ¿En qué ganamos nosotros? —le habla en voz baja Juan Pablo—.

— La cuota de la camioneta me está morfando* el sueldo. —contesta con el mismo volumen Carina e intenta hacer un guiño—.

— Bueno Gastón, esto es lo que te proponemos.  Vos das tus charlas y todo eso, tres por semana, cuarenta y cinco minutos cada una. Nosotros te conseguimos certificados para mostrar que hiciste cursos y estás más o menos preparado y te vamos a ayudar a propulsar tu carrera en las redes. La única condición es que nos deposites la mitad de tus ganancias a mí y a Juan Pablo. Cuando termine de pagar las cuotas de mi Amarok podemos bajar el porcentaje. Vamos a hacerte pasar como que trabajás ocho horas por día, así que quedate tranquilo que te va a alcanzar para vivir. 

— Sí, me parece bien. Les agradezco muchísimo que me estén dando esta oportunidad. 

— No te hagas el boludo con los depósitos, mirá que no me fío de las familias de abogados. Y no creo que quieras volver a trapear pisos en un Mc Donalds, menos en este país. 

— Te aseguro que no, estoy conforme con la mitad del sueldo de un empleado promedio de la municipalidad. 

— Ok, venite mañana y ya comenzamos a trabajar en la publicidad para tus charlas y en todo lo que dijo Carina. 

— Ah, y Gastón. —dice ella cuando él ya se proponía salir de la habitación— Que no se te ocurra tener hijos ahora. 

— Bueno, ni siquiera pienso tenerlos. 


Glosario:

Parque Patricios: zona de Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Paternal: zona de Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Colectivo: bus

Cap@: hábil, con experiencia

Boludez: estupidez

Chanta: poco confiable, que presume tener habilidades que en realidad no posee

Garca: estafador

Guita: dinero

Morfar: comer

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