"Tú, Yo & Nuestra Historia"

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Juliana llevó sus brazos alrededor del cuello de Valentina quien colocó sus manos en su espalda acercándola más a ella y profundizando aquel beso que poco a poco parecía quedar pequeño para saciar las emociones y sensaciones que las colmaban. Cuando sus pulmones clamaron por oxígeno separaron lentamente sus bocas y sus labios hinchados y hormigueantes eran la prueba viva de sus ganas, del deseo que se apoderaba de sus cuerpos. Permanecieron con sus frentes unidas y los ojos cerrados intentando normalizar sus respiraciones, controlar los latidos de sus corazones.

- ¿Siempre besa así a todas sus citas señorita Carvajal? - preguntó Juliana con una sonrisa mientras rozaba su nariz contra la de la castaña.

- Nunca hago estas cosas, pero usted me nubla el juicio señorita Juliana - contestó con voz entre cortada.

- Tomaré eso como cumplido...

- Lo es, usted me descontrola señorita... - Juliana soltó una carcajada que desconcertó a Valentina que parecía no entender el motivo.

- Me parece increíble que después de este beso sigas tratándome de usted - fijo sus ojos en los de la castaña- Quiero que esta noche me pierdas el respeto, que nos entreguemos a lo que estamos sintiendo justo aquí y ahora.

Valentina atacó sus labios nuevamente en un beso voluptuoso y casi ilegal, apoderándose de toda su boca y recorriendo con su lengua toda la cavidad ajena, saboreando aquella dulce mezcla de saliva que parecía ser un manjar de dioses. Empezaron a caminar hacía dentro de la habitación de la pelinegra quien marcaba con sus pasos una franca invitación que Valentina aceptaba regocijada, abrazándola con autoridad mientras la pelinegra enredaba sus dedos entre sus mechones castaños.

Las manos de Valentina no podían permanecer quietas, despacio y pieza por pieza se deshizo del cinturón, la chaqueta y vestido de Juliana para recorrer con sus manos su espalda y apoderarse de sus nalgas con propiedad, con ganas, con afán de poseerlas. Migró con sus besos hasta su cuello y con su lengua lo recorría, regalándole succiones y arrancando jadeos de deseos y respiraciones agitadas. Retiró el brasier de la pelinegra y en un movimiento la subió hasta sus caderas para crear un camino de besos y caricias con sus labios que recorrió desde su cuello hasta sus pechos, atrapando uno de sus senos en su boca. Jugó con su pezón y luego succionó con una lentitud casi agonizante para Juliana cuya excitación aumentaba cada segundo, atendió ambos con la misma devoción como si quisiera montar un altar de plegarias en aquella zona.

Caminó despacio y colocó a la pelinegra sobre el lecho de aquella habitación que se convertiría en testigo fiel de esa primera entrega, retiró sus bragas con delicadeza sin dejar, ni un segundo, de quemar cada centímetro de su cuerpo con su mirada convertida en fuego. Sus pupilas se dilataban cada segundo más mientras la contemplaba completamente desnuda, era más perfecta de lo que había imaginado y eso solo aumentó en la castaña su deseo de poseerla.

Se deshizo de toda su vestimenta, solo conservando su ropa interior, y se recostó sobre ella volviendo a besarla con hambre y sin pudor. Sus lenguas no cesaban y sus corazones empezaron a latir mucho más rápido a medida que sus ganas aumentaban.

Valentina deslizo una de sus manos hasta llegar al centro de la pelinegra para sentir toda su humedad y dejar ligeros masajes en su clítoris que le dieron como premio algunos gemidos que resultaron música para sus oídos. Comenzó un lento recorrido de besos y succiones en su cuello, pasando por sus senos, su abdomen y la parte interior de sus muslos. Llegando hasta su intimidad, pasó su lengua despacio primero en sus labios mayores y luego entre sus pliegues tomando y disfrutando las primeras savias que le ofrecía la pelinegra. Besó su monte de venus con suavidad y cierta ternura, colocó sus manos sobre sus muslos y empezó a acariciar su clítoris con ligeros lengüetazos que provocaban gemidos ahogados de parte de Juliana que sujetaba la almohada con ambas manos mientras se retorcía de placer. Movía su lengua de arriba hacia abajo intercalando los ritmos, succionaba con intensidad y recibía sus líquidos que eran muestra viva del placer que estaba experimentando. Minutos después Juliana se movía de manera involuntaria y arqueaba su espalda lanzando un grito alto que liberaba un brutal orgasmo que la castaña bebió por completo y lo saboreo como si se tratara de una delicia.

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