five

4.6K 266 9
                                    

Me sorprendía el cómo me había regresado hacia abajo. Antes me hallaba la persona más increíble, con un ego que subía a medida que las mujeres se le insinuaban desesperadamente. Pero ahora, soy un novato en un grupo de jóvenes que visitaban El café de Brinley a brindar miradas divertidas e impactar los puños de sus manos contra los de gente desconocida. Y me encontraba rotundamente atraído por una chica que le agradaba la idea de conservar a un novio que abandonó la rasuradora desde que fue consciente de ella. No quería olvidarme del mero hecho que sus compañeros resultaban ser humanos grandiosamente leales, que aquel chico que poseía actitud de algún extraño hippie moderno era capaz de alcanzar el objetivo de una sonrisa plasmada en el rostro; y que Vanessa, podía jugar contigo o romper el hielo que se forma durante las charlas incómodas prolongando amistades. Y a pesar de mi creciente disgusto hacia Scott, él era un individuo voluble y asiduo a los locales de cómics o beber alcohol los viernes, que mantenía una personalidad afable. Luego, venía Mer, quien no hacía más que exigirle a su novio ser más encantador y caballeroso, y comentaba lo que le habías dicho que no confesara pero te ayudaba en los instantes debido a su anómala manera de que desechaba el lado severo de la coyuntura. Después Walter, el cual dominaba el poder de cómo aconsejarte acerca de las muchachas solamente porque la mayoría de la Universidad Grinfield deseaba estar en su regazo o siendo amada del modo en el que él lo hacía con Vanessa. Y por último Cora, a la que le parecía inevitable ayudar a ignorados o reír a carcajadas con cualquier cháchara que sus amigos originaran; Un ser inquietantemente dulce, en dirección a la línea fija de los estudios y el futuro continuar con su profesionalidad. Adoraba el método en el que Cora me observaba los ojos, como si estuviera ansiando analizar más allá de ellos con la única finalidad de crear una charla importante entre los dos y aumentar sólidamente nuestra creciente amistad; quizás era sólo mi imaginación, pero se manifestaba grato suponer que los fuertes sentimientos pertenecientes a ella no estaban en mi contra.

Mis brazos se establecían en el apoyabrazos del sofá color vino que yacía en uno de los medios del sitio que desprendía el aroma a café. A mi lado se localizaba Cora, quien conducía el vaso de plástico que contenía té a sus labios, sorbiendo ligeramente de vez en cuando con la mirada en un sujeto determinado que sostenía el micrófono en el escenario mientras leía su poema escrito en una noche de insomnio. Los ojos vigorosamente cerúleos de Cora revoloteaban a través del joven que interpretaba sus atrayentes palabras a los espectadores de El café de Brinley.

Hoy era noche de poesía, que se refería donde todos nos uníamos en El café de Brinley que se asentaba en la universidad y escuchábamos cómo personas dominaban al arte de la poesía y lo compartían con nosotros, los oyentes de su más preciada propiedad; Estaba citando las palabras de Robbin. Un hombre con barba rubia en la quijada empezó su poema romántico sobre las noches en las que concordaba con su amante en algún antiguo local en el que te vertían té orgánico en la taza y él le confesaba firme y finalmente el amor que ha llegado a sentir hacia ella dentro del tiempo en el que estuvo engañando a su esposa. Pero, lamentablemente, ella no siente lo mismo; es como el karma por haberse fundido en relación a otra mujer que no era con la que se ató legalmente y en un principio, la amó como correspondía.

—Es bueno. —Cora se inclinó a mi oído, susurrando su oración llena de gratitud hacia la persona postrada en escena—. ¿No has sido correspondido alguna vez? Digo, tal vez aquella pregunta te moleste, pero no lo sé, quiero conversar contigo; has estado callado en demasía.

Carraspeé, advirtiéndome de su voz cálida calentándome el oído que próximamente estaría rojizo de la vergüenza que me causaba el estar en aquella posición y no ser apto de acercarme más y presionar duramente mis labios contra los de ella, y saborear aquel sentimiento que nos rodeaba. La impotencia se apoderó de mí como su más trágico juguete.

taxi || n.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora