Segundo día

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   Era muy posible que los días en Boston y en culaquier otro pueblo cerca, transcurrieran normal, con luz y color. A diferencia de Helltown, que conservaba bruma y tieniebla durante todo el transcurso del día. Tras una rapida rutina de aseo  que hacía cada mañana, Heather aprovechó las primeras horas de para ir a la plaza, tenía la necesidad de hacer la compra en el mercado. Salió de su casa a paso lento e indeciso. Pero de una cosa sí estaba segura; HellTown le era malditamente terrorífico. No llevaba ni un día entero en aquel lugar y ya le aterraba pensar en que otra cosa desagradable terminaría por enterarse.

Acompañada del frío y desconsuelo, enprendió camino por las calles del pueblo, vizualizaba cada detalle a su alredor y, todo le paresía ser lugúbre y triste. Disminuyó el paso cuando se acercó a la casa de su vecina Everly. Un escalofrió le recorrió el cuerpo al fijarse en la casa, las puertas y las ventanas seguían cerradas, parecía no haber nadie y, era como todas las demás, diabólicas y enfermas. Cada una de ellas parecía tener un letrero grande en el que decía: No Conviene Ser Habitada. Aquel pensamiento le erizó el vello de la nuca.

Sus manos se aferraron al abrigo de lana que llevaba puesto, nerviosa pasó saliva, se abrazó así misma y siguió paso por la calle, cada vez se acercaba más a la plaza, y a medida que se centraba, se encontraba con más gente, sin embargo prefirió no haber visto a nadie. Qué personas tan extrañas, todas ellas parecían un repelente para moscos y, Heather parecia ser uno. A causa de esa mala energía que se percibía, se apuró a hacer las compras que necesitaba. Se acercó al puesto de frutas, en quien era atendido por una mujer morena. Mientras hacía una rápida selección de frutas, fijó la mirada al otro lado de la calle. Es ahí donde su mirada ingenua se cruzó con la de una mujer vestida de negro, usaba velo y su aire era bastante tenebroso. Sus ojos estaban fijos en los de Heather. Tenía ese tipo de miradas perturbadoras e inquietantes, imposibles de sostener. 

  -¿Quién es esa mujer? ¿Por qué me mira de esa manera? – le preguntó Heather a la mujer morena del estante, tenía miedo de que esta se mostrara como las de más, recelosa. Pero no fue así, ella le respondió (al menos se veía un tanto amable). 

  -Es la bruja de este pueblo. Una mujer muy misteriosa, todo el tiempo está sola. Y, rara vez se pasa por aquí –dijo la mujer, como si no fuera consciente  de que todo a su alrededor evocaba misterio. 

  Era lo que faltaba, que hubieran brujas en el pueblo. Qué aterrador, pensó Heather. Luego recordó aquello que había leído en un libro, quizá en uno de terror, de esos a los que tanto recurría; yo no creo en las brujas, pero haberlas haylas.

   -¿Cuál es su nombre? –inquirió 

Sin vacilo, la mujer le respondió:

   -Agatha es su nombre real. Sin embargo, se hace llamar Murder. Por eso aquí todos las llamamos así. 

   La morena continuó ordenando hábilmente las frutas. Separaba rápidamente las manzanas verdes de las rojas. Mientras lo hacía, Heather le miró las manos, las tenía rusticas y sucias. Algunos de los dedos izquierdos, no tenían uñas.  Aunque eso no le importó, tampoco le preocupaba. Pero una bruja que se hacía llamar con un nombre tan terrible y del que daba mucho de qué hablar, sí. Eso sí que le aterraba. Volvió a mirar a la mujer de negro, quien todavía la seguía mirando, lo hacía tan intensa y curiosamente como si quisiera escudriñarle cada uno de sus pensamientos. Tan penetrante era su mirada, que a Heather le asustaba. 

  -¿Murder? ¿Por qué Murder? –inquirió luego de un minuto. 

  -No lo sé, señorita. Llevo años viviendo en este pueblo y nunca lo he sabido. 

Presagio ©  (Serie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora