Pʀᴏ́ʟᴏɢᴏ

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Mi padre no solo es un ser divino alabado por todo aquel y aquella dentro y fuera del paraíso, también es un ser celestial sumamente poderoso, más de lo que cualquier ángel pueda entenderlo.

-¡Luzbel, yo solo quería que fueras como los demás! -exclama furioso-. ¿No te lo he dado todo?

Sostengo la mirada durante varios segundos. Su ceño, viejo y arrugado, se frunce formando una enorme "V" en su frente notoriamente. Alzo la cabeza con valentía, se que he cometido un pecado, uno demasiado grande, uno jamás ocurrido, pero tengo que confesar que no me arrepiento de absolutamente nada.

-¿Por qué no les dijiste la verdad? -pregunto agitadamente-, ¿Por qué tuviste que mentir? Eres el todo poderoso, eres su dios. ¡Su maldito dios!

-¡BASTA! -exclama molesto. Por un momento siento como todo empieza a temblar y el cuerpo de papá empieza a elevarse con un penetrante brillo color carmesí-. Lo que acabas de hacer es una abominación.

Trago saliva demasiado rápido empezando a sentir algo pesado en mi.

-¿Q-QUÉ ME E-ESTAS HACIENDO? -la desesperación sale desgarradondome la garganta.

Papá solo cierra los ojos. Un leve sonido agudo resuena en mi cabeza pesadamente haciéndome caer de rodilla en el frío y metálico suelo.

-No hay lugar para ti en el cielo -intento hablar, pero nada sale de mí-. Serás un nuevo tú. ¿Quieres romper las reglas? Perfecto, tengo un lugar adecuado para ti. Un lugar donde pensarás las cosas mucho tiempo. Un lugar donde podrás pecar sin traer consecuencias. Un lugar donde nada importará, y podrás castigarte cuantas veces quieras.

Mis ojos se cierran torpemente. No tengo control en mí, no puedo hablar, no me puedo mover, no puedo hacer absolutamente nada.

-¿Por qué mi cuerpo arde? ¡Papá! -empiezo a sentir un leve hormigueo en la parte superior de mi cuerpo luego de unos segundos y un extraño frío me abraza con demasiado frenesí.

Cuando por fin vuelvo a tener visión de mi entorno, noto como Moisés, mi mejor amigo, me mira con una enorme confusión en su rostro. Noto que sigo medio sentado y lo rocoso que se siente el suelo, así que me levanto observando todo lo demás. Veo a 19 grigori y a 200 ángeles sorprendidos mirándome con intriga, curiosidad y temor.

-Bell ¿Qué te ha pasado? -el chico con el que he convivido casi toda mi existencia me mira aterrorizado- ¿En dónde estamos?

Mi pecho empieza a arder haciéndome inconscientemente colocar mi mano en ese lugar. De manera involuntaria las yemas de mis dedos se mueven constantemente trazando una figura lastimandome en el proceso.

-Alas -susurro más para mi mismo-. Tengo unas malditas alas.

Las palabras de papá resuenan en mi cabeza taladrandomela. Moisés y todos los demás se hincan de manera feroz ante mí.

-Señor, prometemos serle fiel en la oscuridad, en la maldad y en la enfermedad -dicen a coro todos-. Prometemos servirle por toda la eternidad, venga quien venga, muera quien muera y sufra quien tenga que sufrir.

"Bienvenido al infierno, Lucifer. Bienvenido a tu nuevo hogar" resonó rápidamente en mi cabeza. El rostro de papá aparece en mi mente sonriendo egocéntrico y asintiendo no muy feliz.

-¡BASTARDO! -grito eufórico cayendo de nuevo en el incómodo suelo.

Peligrosa Atracción. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora