02: La verdad es que no.

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—NOOOO —grito desesperadamente

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—NOOOO —grito desesperadamente.

Siento mi corazón latir con demasiado frenesí y es ahí cuando inconscientemente me sobresalto cayendo torpemente de la cama.

—¿De nuevo con las pesadillas? —Max se acerca a mi preocupado. Me alcanza un vaso de agua junto con una pastilla para calmar los nervios y por inercia vuelvo a cerrar los ojos —, ¿Estás bien?

—Esta vez fuiste tú —trago saliva demasiado rápido sintiendo la penetrante mirada del colombiano frente a mi rechazando por ende el agua.

—Hey, estoy bien, y estoy aquí —estira su mano y yo la observo por un segundo finalmente decidiendo aceptar su ayuda.

Toma mi otra mano después de dejar en la mesita de noche el vaso de agua, y de un estirón me levanta sin ningún problema. Sonrío de lado sintiéndome confundida y nerviosa aún.

—Haz de pensar que estoy loca, ¿no es así? —Max me da una pequeña sonrisa juguetona sentándose en el sofá frente a mi cama.

—No solo lo pienso, pequeña Evie.

Tomo una de las almohadas y se la arrojo con fuerza. Él increíblemente logra esquivarla haciéndome rodar los ojos como de costumbre.

—¿Beth ya despertó? —salgo de mi habitación siendo seguida por el pelinegro teniendo aún una extraña sensación amarga en mi boca. Cuando siento el celular vibrar en mis bolsillos, mis manos empiezan a temblar sin razón alguna no permitiéndome contestar.

Maximiliano lo nota con el ceño fruncido.

Cuando el móvil en mis jeans deja de sonar, se acerca preocupado a mi con cierta pizca de curiosidad. Duda por unos segundos, nervioso y apenado, decidiendo por fin tomar mis manos amasandolas con las suyas. Automáticamente siento un enorme escalofrío recorrer mi cuerpo haciéndome dar un pequeño saltito en mi lugar.

–¿Estás segura de qué todo está bien? —sus ojos viajan de los míos hasta mis labios. Trago saliva inconscientemente asintiendo a su pregunta.

—¡Buenas, bue! —el canturreo suspendido de Beth nos sobresalta a ambos haciéndonos separar, obviamente. Ella al darse cuenta de la situación sonríe pícara—. Oh, no sabía que habíamos amanecido muy cariñosos hoy.

Vestía una blusa manga larga con pequeñas aberturas en la parte de su pecho. El escote, discreto y sencillo, se ajustaba perfectamente en la curva de sus pequeños atributos haciendola ver realmente sensacional. La parte de abajo consistía en una falda no muy corta, entre una combinación de gris con amarillo. Sus muy habituales tenis negros adornaban sus pies como de costumbre.

—Solo ayudaba a Evie a calmar sus nervios —el pelinegro me mira de reojo haciéndome sonrojar en el transcurso—, pero ya se encuentra mejor, ¿no es cierto, pequeña?

—Eh, sí —niego nerviosa—, digo no. —asintiendo.

Mis compañeros de cuarto sueltan una enorme carcajada luego de mi muy notorio error.

Peligrosa Atracción. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora