01: Humo. Fuego. Gritos

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21 años en la tierra después

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21 años en la tierra después. Río de Janeiro, Brasil.

Sin lugar a dudas el evento más famoso del año es el Carnaval de Río de Janeiro, uno de los espectáculos más grandes de América y una de las mayores manifestaciones de la cultura carioca, que llena de música y color las calles de la ciudad durante una semana y que tiene su punto culminante en el espectacular desfile de las Escuelas de Samba que se lleva a cabo en el Sambódromo.

Si bien, el carnaval es una fiesta que se celebra en muchos países del mundo, nada alcanza la magnitud del Carnaval de Río de Janeiro.

El ritmo, la participación y el vestuario varían de una región de Brasil a otra. En las ciudades del sudeste de Río de Janeiro, São Paulo y Vitória, los grandes desfiles son dirigidos por escuelas de samba. Estos desfiles oficiales están destinados a ser vigilados por el público, mientras que los desfiles menores («blocos») que permiten la participación del público se pueden encontrar en otras ciudades, como Belo Horizonte, también en la región suroriental. Las ciudades nororientales de Recife, Olinda, Salvador y Porto Seguro han organizado grupos desfilando por las calles, y el público interactúa directamente con ellos. Este carnaval también está influenciado por la cultura afrobrasileña. Es una fiesta de seis días donde las multitudes siguen los tríos elétricos por las calles de la ciudad, bailando y cantando. También en el noreste, el carnaval de Olinda presenta características únicas, fuertemente influenciadas por el folclore local y las manifestaciones culturales, como Frevo y Maracatu. En la ciudad histórica de Ouro Preto se organiza el carnaval más tradicional de Minas Gerais, los Blocos caricatos como el Bloco Zé Pereira dos Lacaios que es el Bloco más antiguo de Brasil suben las calles de la ciudad colonial. Además de ser un carnaval tradicional es el mayor carnaval universitário de Brasil, los estudiantes de las repúblicas (fraternidades) de Ouro Preto organizan fiestas interminables y Blocos increíbles. Es el lugar ideal para los jóvenes que están en busca de pura diversión.

-¿Te estás divirtiendo? -mi vista automáticamente se posa en el chico colombiano a unos cuantos pasos de mí-, Olvidalo, tu cara ya contestó mi pregunta.

Sonrío negando.

-Evie, ¡Evie! Te amo -su torpeza me hace reír fuertemente. Iracebeth me mira con una sonrisa de oreja a oreja-. ¿Ya he dicho que te amo? Porque te amo.

Cuando llega a mi lado, se sostiene con fuerza de mis hombros tratando de no caerse. Varios chicos detrás de ella la ven agacharse cuando está a punto de vómitar, pero antes de yo poderles decir algo, Maximiliano se me adelanta.

-¿Algo bueno que ver? -se pone frente a mi mejor amiga tapando la corta falda que tiene puesta.

Los chicos nos miran riendo.

-Realmente no hay mucho que observar -eso hace incómodarme de cierta manera-. La chica rubia está mucho mejor.

Max gruñe mirándome de reojo. Niego para que no empiece una pelea hasta que escucho a uno de ellos gritar algo inapropiado hacia mi persona.

Respiro tranquilamente.

-No vale la... -no termino de hablar cuando el colombiano se avalanza ferozmente al último que habló.

Varios chicos abren paso entre la multitud dejando a Max y al castaño en medio. Mientras escucho vomitar a Iracebeth, veo como los otros tres chicos le hechan porras al bastardo de su amigo.

-Max, para -grito, pero por el bullicio de la gente no me escucha- ¡Max!

Una ira incontrolable se apodera de mi cuando uno de ellos agarra a Beth y la sostiene de los brazos casi inconsciente. Me acerco a él, aprieto las manos fuertemente haciéndolas puño y antes de que pueda estampar mi mano en su rostro, un grito aterrador me hace parar de golpe.

Humo. Fuego. Gritos.

Uno de los carros alegóricos empieza a desprenderse por completo generando bastante fuego por todos lados. Una enorme llama rojiza con un poco de naranja capta bastante mi atención. Algo en el humo hace que quiera ir hacia el, pero me detengo.

Las personas empiezan a correr desesperadamente empujandose unos a otros y en lo único que puedo pensar es en lo cerca que está el fuego y en mis amigos.

Como puedo, tomo del brazo al chico que sostiene a Beth y lo empujo cuando se encuentra distraído. Tomo de la cintura a la chica pasando uno de sus brazos por encima de mis hombros y busco con la mirada a Max.

-Evie... -susurra ella.

-Shhh, estoy aquí, tranquila.

-Evie, se fue por allá -da un ligero movimiento con la cabeza mostrandome el camino-. Creo que nos estaba buscando.

Un zumbido me hace cerrar los ojos.

Cuando los vuelvo a abrir, miro a uno de los edificios cerca de nosotras y inevitablemente acerco a Iracebeth a mi.

-Tenemos que irnos lo más pronto posible de aquí -empiezo a caminar lo más rápido que puedo con ella buscando su camioneta.

-¿Q-Qué D-Dices? ¿Y M-Max? -hipa enseguida. La siento retorcerse junto a mi cuando mira que vamos hacia el auto y no en busca de nuestro amigo.

-Algo no anda bien, así que deja de moverte -eso logra confundirla, puesto que trata de caminar bien, pero falla en el intento volviendo a vomitar-. Maldita sea. Las zapatillas las había comprado hace dos días. ¡Me costaron un riñón, Beth!

Ella vuelve a hipar con una pequeña risita nerviosa.

-Upsi.

La sostengo con más fuerza aún. Le quito su estorboso bolso de felpa buscando las llaves, cuando me doy un fuerte golpe en la frente. Max las tiene junto con nuestros celulares.

-¡Tonta, tonta, tonta! -exclamo empezando a sentirme desesperada.

-Tonta tú -responde Beth mirándome molesta.

Ruedo los ojos tratando de no reír cuando la escucho. Siento su cuerpo pesar cuando sus ojos empiezan a cerrarse, así que la sacudo, pero no reacciona.

Mis piernas intentan flaquear, aunque mi cuerpo logra mantenerse un poco firme.

Las personas a mi alrededor siguen corriendo sin parar. Algunas tropiezan en el camino mientras que otras empujan a todo aquel que se les atraviesa. Suspiro tratando de mantener la calma cuando a lo lejos veo a Max correr con todas sus fuerzas hacia nosotras horrorizado.

Sonrío un poco, pero mi sonrisa desaparece cuando siento mis pies temblar haciéndome perder el equilibrio. Diviso al pelinegro a unos 15 metros de mi cuando veo que un puesto de hamburguesas se desprende y está a punto de caer sobre algunas personas. Él al ver la misma escena que yo, corre más rápido empujando a esas personas ocupando su lugar, cayendo las partes del puesto sobre él.

-MAX, NOOOOOO -grito eufórica cayendo al piso con Beth.

Peligrosa Atracción. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora